* Activismo proselitista tras protestas
* Las redes sociales, llenas de mentiras
* Exacerban odio y difunden falsedades
Jorge VALDEZ REYCEN
Lo que puede ser la mejor herramienta de comunicación del Siglo XXI, las redes sociales, son utilizadas como vitrinas y escaparates para difundir mentiras, propalar rumores, avivar el encono y lanzar ofensas y diatribas contra gobernantes.
Un inusitado activismo político se ha incrustado soezmente en las plataformas de comunicación, donde se han dado rienda suelta a las bajas pasiones con dedicatoria a funcionarios de todos los niveles, a quienes ridiculizan con “memes” y toda suerte de burlas, que en nada contribuyen a que esa libertad sea conculcada con malévolos intereses.
El activismo proselitista de partidos, que utilizan principalmente a perfiles falsos de usuarios, es una evidencia más que se deben autoimponer controles entre los usuarios y evitar que las redes sean espacios propicios para expresar amarguras, resentimientos y odios febriles desatados por pasiones electoreras.
Para muchos de esos cínicos el uso de las redes es territorio libre, sí, pero no para ensuciar, mentir, ofender, insultar y hasta delinquir. A nadie le conviene que haya gente anónima que utiliza los espacios gratuitos y desde una computadora da rienda suelta a sus bajas pasiones, inclusive la pornografía y otras actividades ilícitas que aún no han sido reguladas por ninguna ley.
Al margen de esto, lo que está generando zozobra, inquietud, miedo, es la propagación de noticias falsas, trucadas, mentiras, elaboradas con fotografías plagiadas de años anteriores y de países lejanos, con la intención de crear una psicosis cibernética.
Es bien sabido que el nivel de escolaridad es bajo en muchos de los usuarios (no todos, por supuesto). La pésima ortografía, el uso de un lenguaje rebuscado, es precisamente una forma de “esconder” la identidad de quienes se han convertido en filibusteros de las redes, una especie de piratería, que goza con sus excesos de mentiras, rumores y hasta se burlan de quienes creen y difunden sus ideas que son compartidas con otros usuarios.
Un ejemplo de tal perversidad es el uso del noticiario de CNN con su conductora estelar, Carmen Aristegui, a quien le atribuyen en una página de YouTube incitar “a la revolución”. El uso de siglas como “SG” pasan desapercibidas, pues los seguidores de Aristegui le brindan toda la confianza y credibilidad a la periodista, pero su noticiario ha sido “editado” o alterado y sacado de contexto para llamar a “una nueva revolución”.
También hay otro ejemplo: “Peña Nieto amenaza de muerte a Brozo”, con más de un millón y medio de vistas. Y lo real es que no existe ni una sola denuncia, ni tampoco hay ninguna amenaza. Todo es producto de las mentiras, donde periodistas son blanco de intereses aviesos que usan las redes sociales con fines perversos.
Ese es el nivel de las redes sociales. No se diga en otras plataformas.
La gente debe saber que en las redes sociales no se hace periodismo. El periodismo es un ejercicio profesional, de credibilidad, seriedad, objetividad y compromiso con la verdad. En las redes sociales predomina la mentira, la calumnia y la inventiva perversa para crear inquietud y sorprender a incautos.
La actividad política se hace en las redes sociales, sí, pero a conveniencia de quienes no tienen oficio de irse a parar en el zócalo de cualquier ciudad y de frente a la sociedad haga público su discurso, idearios y principios que lo identifiquen como político. De tarugos lo hacen.
Las trampas mediáticas de las redes sociales han atrapado a ilusos. Los hacen creer las mentiras que se desayunan, comen y cenan. Y como nadie ha pisado la prisión por eso, pues es un deporte para quienes desde el ocio y con su amargura en el cuello destilan por los dedos ponzoña y maldad.
Son los tiempos de un libertinaje anunciado, donde la promiscuidad de las redes sociales la convierten en la puta más barata del planeta.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.