Cuidado en 2017 para 2018
Felipe Victoria
Nuestra privilegiada aristocracia de la burocracia, en su frenética búsqueda de riqueza sin importar limpieza, siguen a todo lo que da su ingenio para negociar aplicando la ingeniería financiera: entre más obra pública más diezmos consiguen, pues si no hay obras no hay sobras, y las artimañas para cobrarlas a sobreprecios abundan.
Pero dejemos eso que por sabido se calla, difícilmente se encontraría el otorgamiento de concesiones sin la presencia de licitaciones amañadas para los cuates y socios de trasmano.
Estupendo que construyan carreteras, hospitales, puentes y tantas cosas necesarias; se crean empleos temporales beneficiando a bastantes, pero sin deshonestidad alcanzaría para mucho más. Criticable la ambición de políticos para transformarse en empresarios.
Casi seguro recuerdan ustedes que cuando se habló de la obligatoriedad de las declaraciones patrimoniales de los servidores públicos y se quiso innovar eso de la ley 3 de 3, los que hacen negocios con los gobiernos se resistieron, porque explicar cómo inflan los precios en adquisiciones y construcciones los pondría en aprietos.
Abundan triquiñuelas como pagar obras inconclusas y en algunos casos cobrar dos y tres veces a dependencias distintas la misma obrita, pero en eso de auditar gastos en México se logró un alto grado de excelencia en la simulación.
Aumentar impuestos o inventar nuevos conceptos tributarios es pan comido para los que están en el poder; me recuerdan cuando Antonio López de Santa Anna quiso cobrar hasta por las ventanas en los inmuebles; algo parecido al agandaye de las plusvalías que pretenden mermar en la Ciudad de México.
Que la economía sea un desastre, no debió ser pretexto para que de golpe y porrazo a los mexicanos jodidos nos subieran los precios de energéticos como la gasolina, el diesel, el gas y la energía eléctrica; los comerciantes voraces le suben a todo, comenzando por las tortillas, el pan y todo lo demás.
Ropa, calzado, telefonía, medicinas, alimentación, transportación y todo lo que no es de primera necesidad igual subieron y seguirán haciéndolo, porque los “representantes populares” pagados en demasía fueron mejorados en salarios y prestaciones; a ellos qué les importa la carestía si les dan vales de gasolina y despensas, servicios médicos privilegiados, vehículos nuevos para su transporte, pago de viajes y más comodidades inmerecidas.
Maquiavélicamente se orquestaron reformas constitucionales para que se puedan reelegir inclusive y así en el momento que se los ordenen aceptarán autorizar la reelección presidencial o mínimo el cambio de plan sexenal a decenal, o si aparentan un regateo partidista, a una extensión del periodo por dos añitos más.
Caramba, ¿no habrá quienes les abran los ojos y les expliquen que si le siguen jalando tanto a la cuerda se reventará en cualquier momento?
El llano en llamas ya lo está en gran parte de regiones como el sur del país, comenzó como insurgencia magisterial contra la Reforma Educativa y se fortaleció con la narcoguerrilla disfrazada de grupos armados de disque autodefensa, torpemente subsidiados por gobiernos estatales disque respetuosos de los derechos humanos y costumbres indígenas, que sobreviven de la siembra y cultivo de plantas prohibidas, círculo vicioso enriquecedor de cadenas de traficantes apadrinados por políticos.
Gravísimo que las camarillas, clanes y dinastías en el poder no se den cuenta que los del pueblo de a pie sí nos damos cuenta: la paciencia popular se agota en la gente que no cuenta con certeza jurídica ni garantías a su seguridad y patrimonio, decidiendo organizarse para tomar a justicia en sus manos.
Ante una resistencia civil y estallido social, las fuerzas armadas tendrían que escoger entre la lealtad ciega a su comandante supremo, o ponerse de parte de la gente, porque la Patria y el País no son un personaje al que se eligió como primer mandatario, no en calidad de monarca absoluto.
¿Pero qué se puede esperar si nuestra Historia es lo que menos conocen algunos importantes en posiciones estratégicas? Ni en sueños podrían analizar los “por qué” de aquella revolución francesa en que decapitaron a la nobleza.
Tampoco entienden por qué siendo tan hábil el general dictador Porfirio Díaz conservando las riendas nacionales por treinta y cuatro años, acabó rindiéndose ante la vehemencia y constancia del espírita Madero, según él inspirado por Morelos y Juárez para escribir su libro sobre la sucesión presidencial en 1910, diseminando la semilla de la inconformidad mediante clubes locales para pugnar por el sufragio efectivo y no más reelección; mientras surgieron caudillos como Villa y Zapata combatiendo con los mexicanos más jodidos, en tanto legalistas como Venustiano Carranza preparaban la promulgación de una nueva Constitución en 1917 para buscar otro orden de cosas.
La “Revolución Mexicana” no fue ocurrencia momentánea, sino consecuencia del embelesamiento de los privilegiados del porfirismo, dueños de haciendas, empresas, minas, fábricas y vidas que disfrutaban de lujos mientras sus hijos estudiaban en el extranjero.
No hay mal que dure cien años ni pueblo enfermo que lo aguante; la transformación violenta de México duró décadas hasta que con Lázaro Cárdenas del Río comenzó a haber paz y progreso. Manuel Ávila Camacho fue el último militar en ocupar la Presidencia.
¿Tendrá el país que regresar a manos castrenses si no recapacitan los civiles tecnócratas a tiempo?