Felipe Victoria

 

¿Guerrero en llamas?

 

A través de un año de trabajo del gobernador Héctor Antonio Astudillo Flores, los índices de ingobernabilidad en las zonas urbanas disminuyeron bastante.

Ese terrible año como “tierra sin ley”, de cuando por pésima ocurrencia dicen que “Los Chuchos” perredistas montaron en el interinato al voraz exguerrillero académico Rogelio Salvador Ortega Martínez, avivó al famoso “Guerrero Bronco”.

Nadie olvida que le prometió al presidente Peña Nieto entregarle “buenas cuentas” y, a juzgar por los resultados, hasta despierta graves sospechas, porque a las arcas estatales las dejó en la inopia y se ignora el paradero de una millonada. ¿Por qué la tardanza de inteligencia financiera de Hacienda?, ¿Rogelio Ortega es el Duartillo pillo que falta?

En su desgobierno no solamente hubo más marchas, plantones, tomas de instalaciones y casetas de peaje, sino que el vandalismo estuvo casi en sus máximos niveles, mientras las policías municipales y estatal brillaron por su ausencia funcional, porque cuando más enviaban a los pobres elementos de espectadores, sin permiso de capturar a nadie, aún en plena flagrancia, y a resistir estoicamente insultos y provocaciones.

El plan con maña que Ortega traía para boicotear e impedir las elecciones de junio del año pasado para imponer un candidato independiente, ajeno a todos los partidos existentes, no fue más que una calentura de verano, en que a él se le fue para siempre la oportunidad de jugársela de nuevo por la Rectoría de la UAGro.

Con los pies bien plantados en el piso, Javier Saldaña Almazán rechazó el interinato en octubre de 2014, pues sus planes iban más allá que conocer y disfrutar las mieles del trono por unos cuantos meses; prudentemente se quedó en donde estaba, luchando por mejorar la imagen de la UAGro y ya se verá si conquista la reelección, porque el suyo es de los cargos más codiciados en Guerrero y no van a faltar las zancadillas.

De aquí al 2021, en que terminará el periodo por el que fue electo Héctor Astudillo, muchas cosas faltan de suceder; reconstruir una entidad que le entregaron en cenizas y saqueada, no es cosa fácil; menos porque la narco insurgencia magisterial sigue en pie en los cuatro estados donde se gesta una insurrección nacional que usa de pretexto la oposición a la reforma educativa, reforzada con el brazo armado de los extraños grupos de autodefensa que tontamente disque “regularizaron” en el 2013, contra lo que recomendaba la Secretaría de Gobernación de no dejar la justicia en propia mano a grupos con fines oscuros.

Fuera del triángulo turístico conformado por Acapulco, Zihuatanejo e Ixtapa y Taxco, miles de personas armadas en esos remedos de policías “patito”, traen de cabeza la gobernabilidad, secuestrando y matando impunemente a quienes en las poblaciones se resisten a ser extorsionados, o estorban a los narcos que ya controlan el tráfico.

La prudencia de las fuerzas armadas federales lleva mucho colmándose su paciencia, pero por estrategia no intervienen como debieran, para no dar pretexto de que aleguen vociferando represión y autoritarismo.

En primer término es problema y responsabilidad de las policías municipales y estatal poner el remedio, pero bien se sospecha que la tolerancia indebida es porque existen personajes poderosos e intocables detrás de los cabecillas de esos grupos armados.

A la antigüita, con estrategias de inteligencia de aquellas de la Federal de Seguridad, hace mucho hubieran acostado chaparros malosos, o les hubieran dado a escoger una de tres opciones a los líderes: destierro, encierro o entierro; pero ya no estamos en esos tiempos y por la moda de la exagerada defensa de los derechos humanos, se está privilegiando con inmunidad e impunidad a los delincuentes.

Jurídicamente todo se acerca a una inminente suspensión de garantías en varias zonas calientes y ardientes, para evitar a tiempo que Costa Chica y Costa Grande se transformen en una Costa Nostra del más puro estilo mafioso que traiga de las orejas a funcionarios y gobiernos, poniendo de a chinqueque a la población.

Vaya situación difícil en que le tocó asumir el mando estatal a Héctor Astudillo Flores en el terrible mosaico guerrerense: uno para los visitantes nacionales y extranjeros, otro para los guerrerenses de los polos turísticos y el de los habitantes atrapados en la producción de drogas, sin opciones distintas.

-¡Tilín, tilín!- Suena la campanita escolar en cursos de regularización.

-Maestra Pizarrina, cuentan que de inmediato se aprecia la diferencia cuando comienzan a llegar los vacacionistas de fin de año.

-Sí chamacos, pero ahora todo está más caro y llegan con menos dinero para gastar.

-Pero lo bueno es que siguen viniendo, aunque sea por pura inercia o el cariño tradicional a nuestras playas; lo que aquí suceda no les preocupa mucho.

– Ejele chamacos, en sus lugares de origen también la cosa está cañona con la ineficacia policial.

-¿Cree que vayan a terminar autorizando la militarización del País?

-Lo que se ve no se juzga, pero bien lo dijo ya el jefazo del Ejército, preferible regresar sus tropas a los cuarteles que meterse en problemas por carecer de un marco jurídico adecuado para que los militares hagan labores policiales.

-¿Entonces la verdad es que las policías no sirven de nada?

-Para proteger delincuentes, sí.