Recorte a la cultura
Isaías Alanís
Si el país navega en medio de campos de exterminio, Patrocinio, Aguascalientes, fisiones políticas de conveniencia y complicidad en robos como el de César Duarte Jáquez, avalado por la empresa Evercore Partners propiedad de Pedro Aspe, y donde trabajó Videgaray. Esta empresa reestructuró la deuda contraída por Duarte Jáquez al exceso de avalar otro refinanciamiento por 10 mil millones de pesos, que se suman a los 23 mil 284 millones otorgados anteriormente. Este hecho, entre miles, es un indicador de corrupción desde dentro, e involucra a dos ex secretarios de Hacienda: Aspe con Salinas y Videgaray con EPN.
El recorte al presupuesto de cultura establecido en el Presupuesto de Egresos es una bofetada a los mexicanos, a la inteligencia y al desarrollo. ¿Por qué a uno de los segmentos más importantes como es la cultura que incide en educación, desarrollo sustentable y en todos los campos de la vida pública, le dan machetazo a su presupuesto? El recorte del 30% ha movido a intelectuales de la talla de Miguel León Portilla, pero ¿acaso alguno de los actuales funcionarios peñistas ha leído la Visión de los Vencidos o Trece poetas del mundo náhuatl?
Nadie lee, salvo el tuit, el face “y si hablan mal o bien, no importa, mientras hablen de uno”, como dijo un político mexicano.
¿A quién señalar como el culpable? Luis Videgaray, gracias a Trump, está fuera. Su sucesor ha cambiado de sexenio y de cargos con Calderón y con EPN. Meade Kuribreña no es el motor que el país necesita y menos para solventar el drama de la cultura. Si se han hecho recortes al campo, salud, educación, la cultura ahora en manos de hombres y mujeres del bisnescultu y del turicultu, se convertirá en otra sección de venta y compra, de te doy y me das, de bisnescultu y turicultu.
El panismo seglar y fundamentalista inaugura la fabricación de negocios alternos con el mismo presupuesto de cultura. El bisnescultu se convirtió en una obsesión durante los doce años del panismo. La corrupción en el sector cultura favoreció a una cohorte de amigos y amigas de funcionarios culturales que con las manos en el presupuesto nacional y utilizando a sus cuates, crearon asociaciones, fundaciones y negocios propios con cargo al erario público. Este asunto del bisnescultu destrozó la estructura cultural del Conaculta al tronar su estructura interna por otra externa y que además le cuesta más al erario. Gana el dueño del negocio y gana el funcionario que lo contrata o en ocasiones son la misma persona, solo que con un “socio” o prestanombres. Así han surgido cientos de negocios privados que ofertan servicios culturales a la actual Secretaría de Cultura Federal. Negocios encubiertos, incluso hacendariamente. Hay prestadores de servicios para todo: organización de festivales, iluminación, imagen cultural, proyectos transversales, promoción, capacitación, venta de promocionales, video, grabaciones y ediciones, contesta celulares, entre cientos, que inflan los presupuestos y reparten el presupuesto de cultura a sus cercanos y no tan lejanos amigos y cuadernos de doble salario, porque algunos laboran dentro de las instituciones. Eso se llama corrupción descarada, al cabo a nadie se le castiga por ese detallito de robar miles de millones de pesos, desde la cima de la pirámide del poder presidencial, al modesto jefe de departamento.
Si de por si, como dice doña Chonita, el presupuesto para la cultura no alcanza, y se repartía entre poetas municipalitas, creadores de cuatro cuadras de ron o amigos cercanísimos, hoy con el recorte, el bisnescultu y el turicultu de funcionarios y funcionarias, a dónde va ir a parar la promoción de la cultura y los altos costos en que se tasan los festivales y acciones culturales en México. ¿Cómo medir que cada acción cultural tenga un impacto en las demás políticas públicas, si lo que les interesa es el bisnescultu? Existe una disociación entre políticas públicas y cultura. Porque a nadie le interesa etiquetar recursos que no impacte en sus bolsillos y no en el desarrollo cultural y sustentable del país.
Fueron famosas las francachelas de un ex director del entonces Conaculta en París con cargo al presupuesto de esa institución. En corto, y en la actualidad, los funcionarios se inventan viajes que aprovechan para hacer negocios, pasear al marido o a la esposa, al amante o al guachoma con cargo al presupuesto de cultura. Y no contentos con esto, venden artesanías regionales de los diversos estados o ya de plano han instalado tiendas privadas con recursos del estado, extorsionando a artesanos de todo tipo al comprarles a precios bajísimos sus productos. Es correcto crear una industria cultural y diversificar la oferta cultural, pero no en manos de funcionarios sino de artesanos y creadores.
Si la guillotina del recorte aplaza proyectos, le parte su máuser a programas, e incuba una burocracia cultural feroz, incapaz de fortalecer a las instituciones desde dentro recuperando una estructura que le han escamoteado desde hace doce años, y por el contrario le apuesta a seguir manteniendo negocios externos para promover la cultura y soltarles la rienda a comerciantes “culturales” sin escrúpulos, el recorte del 30% es nada comparado con lo que se viene. A este coctel molotov, le agregamos la voracidad de diputados que se pelean por los recursos que se etiquetan directamente, le ponen moches y recortes de hasta un 30% a cada proyecto fantasma aprobado o jalado de los pelos. Con esas y otras acciones encubiertas, a este país tan grande, tan profundo se lo va cargar la chingada, así con todas las letras.
Esto se lo dije a un amigo pintor una vez que salimos del concierto de la Sinfónica de la UNAM. Al ver el museo, la infraestructura cultural universitaria, y como en domingo familiar la gente acude a las instalaciones a escuchar música, a pasear, a andar en bicicleta, a presenciar los museos o a tomar una copa de vino. ¿Por qué a este país tan grande, una bola de políticos y “promotores culturales” corruptos e ignorantes se lo están devorando como Cronos se comió a sus hijos?