* Réquiem por los grandiosos informes de antaño

 

Felipe Victoria

 

Muchos amables lectores seguro recordarán qué molesto resultaba en tiempos de estudiantes de la Secundaria, que de tarea nos obligaran a enterarnos de los informes presidenciales iniciando septiembre.

Por la radio o la TV, había que zamparse horas enteras a cámara fija con la imagen del mandatario en turno leyendo, leyendo y leyendo, cifras, cantidades inimaginables y presumir de obras y más obras públicas, demasiados números como para no dar sueño.

Para cuando al final daban su mensaje político, del que había que tomar nota para la tarea, ya estábamos cansados.

Luego las escenas del besamanos en Palacio Nacional donde desfilaban los aristócratas de la burocracia reverenciando a los presidentes, mientras asoleados burócratas hacían montón en la plancha del Zócalo.

Me chuté el último de Ruiz Cortines, todos los de López Mateos y Díaz Ordaz, después por voluntad propia los terribles de Echeverría y los asombrosos de López Portillo, además de los adustos de Miguel de Lamadrid y los grandilocuentes de Salinas, los resignados de Zedillo, y después con Fox y Calderón llegaron los desmadres ocasionados por diputados perredistas.

Los tres que lleva Peña Nieto por fuerza fueron transmitidos desde otros entornos, pero rodeados de violencia en el recinto del Congreso.

Veamos fragmentos de lo que en Excélsior publicó ayer en su columna “Juegos de Poder” Leo Zuckermann, con el correspondiente entrecomillado:

“El ritual del no Informe”

“Llega el primero de septiembre con su ritual de los años recientes. ¿Cuál ritual?, preguntará usted. El de los comentaristas recordando las épocas del presidencialismo imperial donde el día del Informe era el del Presidente; luego rememorando cómo las cosas cambiaron durante el último Informe de Salinas y después las burlas y enfrentamientos de diputados y senadores con Zedillo; posteriormente, la expulsión del jefe de Estado del Congreso en el último año de Fox y la invención de un nuevo formato en épocas de Calderón, donde el Presidente daba su discurso en Palacio Nacional con sus invitados especiales; toda esta historia para terminar quejándose que en la democracia no hemos podido inventar un nuevo ritual republicano donde el Ejecutivo, en un ejercicio de rendición de cuentas, informe a los representantes del pueblo”.

“Ése es el ritual del no Informe: el de columnistas y editorialistas rememorando esta historia y lamentándose de que nuestro Presidente no pueda dar un discurso frente al Honorable Congreso de la Unión. Con este artículo de rigor, el que escribe cumple el ritual anual. Pasemos a analizar, ahora, la nueva propuesta de ejercicio de comunicación que está proponiendo el presidente Peña para esta ocasión: el Town Hall”.

“Ya no habrá boato en Palacio Nacional donde se invitaba a la élite del país. Ya no habrá honores a la investidura, banda presidencial ni discurso de Peña donde todos, hipócritamente, le aplaudían como focas. Ya no habrá funcionarios públicos acarreados llenando las gradas ni maratónicos datos que tenían un efecto somnífero más fuerte que el Tafil”.

“Qué bueno que Peña haya cancelado este ejercicio inventado por Calderón que no servía más que para hacer perder una mañana completa a cientos de personas que tenían mejores cosas que realizar”.

“Por lo que he leído y escuchado, el jueves por la noche, el Presidente se encerrará con 33 jóvenes del país para discutir distintos temas de la agenda nacional. Si entiendo bien, será en vivo y se trasmitirá por internet. Los medios de comunicación que quieran podrán tomar la señal y emitirla. No sé quién reclutó a los jóvenes, pero supongo que alguien del gobierno extendió las invitaciones. Es de esperar, entonces, que no sea gente muy combativa que digamos”.

“Este formato —común en las democracias anglosajonas y conocido como Town Hall— no es nuevo para un Presidente mexicano. En ocasión de su Quinto Informe de Gobierno, Felipe Calderón organizó un ‘Diálogo Ciudadano’ con cien personas. Lo moderó el periodista Leonardo Curzio. De acuerdo a la revista Proceso, los participantes eran en su mayoría ‘ciudadanos que han realizado gestiones en el gobierno’. Presidencia les pagó sus viáticos para venir a la Ciudad de México a grabar. ‘De los 55 minutos que duró el programa, 32 fueron usados por Calderón […] se enfocó en defender su lucha contra el crimen organizado y responsabilizar a los gobernadores de los estados, a Estados Unidos y, al pasado, de los problemas del país. Hubo pocas intervenciones ciudadanas, algunas con elogios y felicitaciones’”.

“En fin, que el ejercicio no es nada nuevo. Vamos a ver cómo le va al Presidente en el contenido, alcance mediático, reacciones en las redes e impacto en las encuestas”.

“Termino este artículo regresando al ritual anual de los comentaristas insistiendo en la urgencia de que el Presidente regrese al Congreso a informar. Nada, absolutamente nada, puede sustituir un ejercicio de rendición de cuentas del Ejecutivo frente al Legislativo en una democracia. Ni discursos con invitados especiales en Palacio Nacional ni Town Halls. Es una vergüenza que nuestra clase política no se haya puesto de acuerdo para inventar un nuevo ritual republicano en estas épocas democráticas. Cumplo, así, con el ritual anual de quejarse por eso”. Twitter: @leozuckermann

Como sea habrá que estar al pendiente.