¿Vámonos acostumbrando?

 

Felipe Victoria

 

Ya desde tiempos de la conquista y después en la Colonia virreinal en la Nueva España, el territorio sureño del litoral del Océano Pacífico, montañas y agreste sierra, con enormes yacimientos de metales codiciados que hasta octubre de 1849 erigieron como otro estado de la República Mexicana, homenajeando al caudillo Insurgente Vicente  Ramón Guerrero Saldaña, era conocido y temido por lo indómito de sus habitantes normalmente ingobernables.

Las principales batallas estratégicas de la guerra de independencia se escenificaron en estas latitudes con el arrojo y bravura de sus nativos, resistentes a todo, insumisos por naturaleza a todo lo que represente autoridad  y orden…

Buen cuidado tuvieron los instruidos en mantenerlos en las cadenas de la ignorancia y el analfabetismo, para que las supersticiones y el caciquismo conservaran el poder por generaciones.

Esa es una de las razones por las que hay más expendios de cerveza y licores que escuelas con maestros verdaderos.

Fue hasta antes de mediados del Siglo XX  en que les dio por llamar al estado “Guerrero Bronco”, inmemorialmente en la conciencia de los mexicanos desde cuando el comercio de ultramar entre Acapulco, Manila en Filipinas y El Perú, pero más a partir de la década de los cuarenta porque comenzaba a destacar el bello puerto en el turismo.

Curiosamente fue el talento visionario de un veracruzano y presidente el que hizo gigante mundialmente al antes “virginal” y risueño Acapulco de ensueño y lo  transformó en capital mundial del Jet Set, generando millonarias inversiones en hotelería que daban buenos trabajos a muchos mexicanos de todas partes del país, dándose una enorme inmigración que se aposentó sin ningún orden urbanístico donde pudiera…

El error fue desde siempre darle toda la importancia al confort de los visitantes, dejando casi en el olvido las condiciones paupérrimas de los habitantes fijos y los servicios públicos que fueron requiriendo.

Llegaron los tiempos en que un gobernador de mano dura bajó del anfiteatro a los hacinados en asentamientos irregulares para pasarlos a la entonces portentosa Ciudad Renacimiento y siguió el crecimiento desordenado de una población que se mantenía principalmente del turismo.

Hoy todo el enorme Acapulco urbano y rural ya no ve la suya, pues somos más de un millón de habitantes y la afluencia turística nacional ya no genera lo suficiente; la de extranjeros es un recuerdo dorado y exánime, pero todos de alguna manera se las ingenian para sobrevivir como sea…y de lo que sea, generándose conflictos de convivencia por la falta de orden, civilidad y urbanidad, igual que por la nula cultura de legalidad y respeto a los demás, factores que imposibilitan a los gobiernos garantizar seguridad pública y proteger a la población aceptablemente.

A los que entusiastas se metieron en política con el sueño de ser presidentes municipales y no les fue fácil lograrlo, normalmente nunca les va lo bien que soñaban porque acaban lastimados del prestigio, víctimas de leyendas urbanas, infundios y calumnias; aunque tal vez con un patrimonio que les permita no estar en la jodidez popular…

A los que han gobernado el estado les va menos mal, pero no les faltan prietitos en el arroz y de haber sido tratados como semidioses  todopoderosos a quienes les hacían reverencias y no encontraban como endulzares los oídos, pasan a ser denigrados y vilipendiados, mal tratados como perros del mal por la chusma a sus espaldas, que cuando los llega a topar a ras del suelo si acaso les nace saludarlos sin miedo…por eso quizá es que tantos se vuelven invisibles.

¿Credibilidad y confianza en la justicia por medio de las instituciones?, obviamente no; resignados, curtidos y acostumbrados a ejercer la venganza privada y las vendettas, guiados por los usos y costumbres regionales preferentemente

De los servidores públicos asignados a tareas de procuración y administración de justicia no hay buen concepto por más que los quieran poner de moñitos, de sobra sabe que se les compra con dinero.

Al pueblo en la jodidez lo desalienta que nisiquiera cuando asesinan personajes importantes de la política se conozca que se aclaren las cosas, ¿ qué esperar ellos insignificantes,  comunes y corrientes?

La lista de casos proditorios sin resolver es enorme en Guerrero, ya no digamos desde hace medio siglo, sino en las últimas dos décadas.

Siempre gran escandalera unas semanas y a dejar que con el paso del tiempo el olvido haga su tarea; si acaso esporádicos homenajes para algunas víctimas y nuevas promesas huecas de políticos, pero nunca soluciones concretas.

¿Acaso nos tendrán una sorpresa bajo la manga en el Caso Chavarría, que según los perredistas hubiera llegado a ser gobernador en el 2011?

Por supuesto que no, primero están los conflictos de intereses y la tradición del encubrimiento entre poderosos: “hoy por tí, mañana por mí”, los que llegan a la cúspide ya traen a cuestas una carga de compromisos y facturas políticas que pagar; nadie en sus cabales se atrevería a romper el círculo vicioso porque sería el próximo en la lista de las esquelas fúnebres.

Así las cosas, no queda más que resignarse, curtirse y acostumbrarse…en todo el México de la justicia fallida.