¿Enderezarán jorobados?

 

Felipe Victoria

 

Ni “avances de cangrejo” logran desde que el PRI recuperó Los Pinos a finales del 2012, por cuanto hace a la seguridad pública nacional que el Estado está obligado a garantizar a los gobernados.

Si mero arriba la cuestión es una torre de Babel, donde los altos funcionarios no hablan el mismo idioma, imaginemos entonces el panorama en las entidades federativas, donde gobernadores son casi  reyes feudales y las cosas se hacen al estilo personal de quienes conquistaron el poder.

El brinco descendente es hacia los municipios autónomos, donde los alcaldes se convierten en pequeños condes, con todo y sus cortesanos y séquitos que febrilmente aprovecharán las posiciones que les den, durante el tiempo que les duren o no caigan de la gracia del dueño efímero de la comarca.

Los “aldeanos” igual de jodidos que siempre, sumisos y aplaudidores para alcanzar alguna migaja y no ser tan esquilmados con los tributos oficiales, pues de las “rentas” y “pisaje” a los extorsionadores ni Dios Padre los libra, porque es un área donde las corporaciones policiales se hacen disimuladas por dos principales razones: miedo o complicidad, no tanto por incapacidad.

No es en vano que la posición negociable más codiciada cada que hay cambio de alcaldes, es el mando policiaco; como necesitan financiamiento para sus campañas, los interesados en el negocio lo ofrecen gustosos imponiendo ciertas condiciones muy especiales.

Ya desde la administración de Vicente Fox Quesada al inicio del siglo, el codicioso Genaro García Luna sembró la idea de un mando único policial, inspirado tal vez en Arturo Durazo Moreno, cuando en el gobierno de José López Portillo el famoso “Negro” se convirtió en jefe virtual de todas las corporaciones y recaudador de los entres, de costa a costa y de frontera a  frontera.

Vicente Fox no alcanzó a darle más forma a esa propuesta, pero ya con Felipe Calderón y en calidad de Secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna si la documentó y trataron de implantarla, pero unos dos mil quinientos alcaldes de todo el país se opusieron férreamente, pues ese mando único equivaldría a quitarles la “caja chica” de cada municipio.

Se les fueron esos dos sexenios blanquiazules en simular combatir el narcotráfico mientras descubrieron el negociazo de equipar y armar a las policías de todo el país, pero privilegiando a la federal preventiva, inventando procesos de acreditación y certificación para deshacerse de todos los viejos policías “empíricos”, que a duras penas sabían leer y escribir, pero como sea sí se la rifaban contra la delincuencia y más o menos cumplían su deber. No alcanzó el presupuesto para pagar indemnizaciones por despidos.

Fox y Calderón, con el visionario García Luna, no lograron apoderarse del control de todas las policías municipales del país, pero una vez que el mando peñanietista se fue acomodando regresaron a la carga, pero ahora desde la Secretaría de Gobernación, porque desaparecieron la Secretaría de Seguridad Pública, cambiándole de nombre sometiéndola a Bucareli.

Manuel Mondragón y Kalb no quiso aguantar ni tolerar el paso que le marcaron y fue relevado por Monte Alejandro Rubido, que no pudo con el paquete y hasta ‘El Chapo’ Guzmán se le escapó disque por un peliculesco túnel.

Muchos distractores para ir dilatando la presión para lograr certificar y acreditar a miles de viejos policías, en preparación a implantar el mando único en todos los estados y municipios, pero algunos se pusieron sus moños, y por angas o por mangas no se sometieron a la disposición federal; recordemos al futbolista Cuauhtémoc Blanco en Cuernavaca, Morelos, y a otros alcaldes que dijeron que tendrían que pensarlo antes.

En el fondo es cuestión de vida o muerte ceder el control de corporaciones municipales por las que se habían sellado pactos con grupos muy poderosos, nada respetuosos de las leyes.

No es que Gobernación federal lo ignorara, sino que les valió madres y buscaron pretextos para sacudirse a jefes policiacos municipales, pese a que habían cubierto los requisitos aparentemente, hallaron el detalle no revisado por alcaldes y contra su autonomía propiciaron despidos, dejándolos ensartados con aquellos grupos con quienes pactaron poner a equis o zeta personaje al mando policial municipal.

Comenzaron la fechas tope que nunca se han cumplido y las difieren a conveniencia prolongando esa “agonía” administrativa; a buscar nombres diferentes al de mando único policial, jugando de plano a inventar qué cachito de poder dejarle a los alcaldes para que no chillen como cuches en callejón.

Mientras tanto, la inseguridad pública florece y se fortalece, porque los policías municipales de varias partes del país ya no le obedecen a nadie y hacen su regalada gana, pero sometidos a la Ley de plata o plomo que las mañas les imponen; la ciudadanía apanicada y a punto de encerrarse a piedra y lodo, mientras decide organizarse y optar por la justicia en mano propia linchando maleantes.

Excusas, discursos y promesas de políticos ya no son ningún paliativo contra la angustia y descontento popular, la gente dejó de creerles y confiar en ellos, aunque se desgreñen en público. Dios no concede milagros ni endereza jorobados.