* La economía de los habitantes de la sierra, basada en el cultivo de amapola, se vino abajo por los operativos militares y ahora no tienen dinero para comprar víveres para subsistir en temporada de lluvias

 

 

 

Al menos 20 mil habitantes de comunidades y pueblos de la sierra sufren por la escasez de alimentos básicos y enfrentarán sin reservas de comida la temporada de lluvias.

En una región caracterizada por su alto grado de marginación, la falta de alimentos parecería un problema cotidiano. Sin embargo, los pobladores muestran su alarma ante un nivel de desabasto que alcanza el nivel máximo de carencia.

María del Carmen Pineda es una mujer de edad avanzada que vive en una sencilla casa de madera en El Durazno, comunidad ubicada en la sierra alta de Coyuca de Catalán.

Cálida en su trato y amable con los visitantes, habló con El Sol de Chilpancingo sobre la grave carencia alimentaria que se recrudeció desde hace algunas semanas.

En su casa no hay huevos, ni azúcar, ni verduras, ni carne. En una habitación guarda una reserva de granos básicos. Tristemente, su alimentación ahora se limita a tacos de frijol y nada más.

Pero no es la única que está en esta situación. En las casitas de madera de El Durazno se percibe y se habla de la falta de alimentos.

A principios de este año, en una visita realizada a esa comunidad, había gallinas, vacas y chivos en los patios de las casas. Seis meses después, no queda nada.

El motivo —según explican los pobladores— es que se volvieron más pobres y culpan de ello al Ejército.

Comentan que “los verdes” —como ellos llaman a los militares— llegaron en enero y destruyeron las plantaciones de amapola. Los serranos saben que corren ese riesgo al sembrar esa flor ilegal, cuya goma sirve para la producción de heroína, droga de amplia demanda en los Estados Unidos.

Sin embargo, representa la principal (y en algunos casos la única) fuente de ingresos en esta región apartada de todo, carente de caminos, infraestructura, escuelas, centros de salud y seguridad.

En una larga y amena charla, los productores de amapola se quejaron de que el Ejército no se fue pronto. “Los guachos” —dicen— instalaron un campamento y se quedaron durante medio año en la zona.

Algunos amapoleros se arriesgaron y realizaron nuevas plantaciones, pero el Ejército las destruyó una y otra vez. “Sin amapola no hay dinero. Ahora ya no hay ni qué comer”, lamentaron.

Fue entonces que comenzó la carencia de alimentos y de muchas otras cosas, pero sin duda es la falta de comida la que más resienten.

En estos meses de improductividad se comieron los huevos de las gallinas y después a las gallinas, pero también las vacas y los chivos. Se comieron casi todo lo que tenían. Ahora sólo les queda la reserva de maíz y frijol.

Indican que el Ejército se retiró de la zona hace menos de un mes, después de dejar a por lo menos 20 mil habitantes sin dinero y sin comida.

Los amapoleros reconocen que la actividad es ilícita, pero dicen que “no tienen de otra” para sobrevivir.

A pesar del problema, alguien envenenó el agua de los estanques de cultivo de trucha arcoíris con un pesticida llamado carbofurano, que se comercializa bajo el nombre de Furadán.

Debido a su toxicidad, este químico está prohibido en Canadá, Estados Unidos y países de Europa. Un solo grano de este pesticida neurotóxico alcanza para matar a un pájaro, mientras que un cuarto de cucharadita es fatal para un ser humano.

Quien haya envenenado los estanques, mató a 12 mil truchas y con ello, la única fuente de carne disponible en la comunidad de El Durazno.

El agua envenenada que fue vertida al río, mató a su paso a los animales que la bebieron.

Pero la falta de alimentos no es exclusiva de la comunidad de El Durazno. En un recorrido realizado por El Sol de Chilpancingo se constató esta carencia a niveles preocupantes en una amplia zona en la que colindan los municipios de Petatlán, Coyuca de Catalán, Tecpan de Galeana y San Miguel Totolapan.

Tan sólo en pueblos del municipio de Petatlán, la falta de alimentos se percibió en las comunidades de El Parotal, El Mameyal, El Mameicito, La Higuera y Corrales.

En la misma situación están los poblados de El Durazno, El Fresno, La Lajita, San Antonio de las Tejas, La Lajita y El Aguacate, pertenecientes al municipio de Coyuca de Catalán.

En Tecpan de Galeana, las comunidades de La Piedra, La Sierrita, Bajos de Balzamar, La Ola, El Porvenir, El Pescado, La Mesa de la Cruz, Verjeles y Huajes de Ayala, se encuentran en la misma situación.

Bartolo Torres es un productor de mezcal de la comunidad de La Lajita, en la sierra alta del municipio de Coyuca de Catalán. Además, se reconoce a sí mismo como un buen campesino que ve en la temporada de lluvias la oportunidad de cultivar la tierra.

Pero la lluvia que cae a diario en su comunidad no sólo trae beneficios, también tiene un impacto negativo para la población.

Los caminos rurales o ramales, como les llaman, han comenzado a desgajarse. Varios pueblos carecen de electricidad porque los postes de luz se cayeron con la lluvia y el viento y los ríos incrementaron su caudal hasta casi dejar incomunicados algunos poblados.

Las escuelas cerraron desde antes que terminara el ciclo escolar y en los centros y casas de salud no hay medicamentos ni personal médico. En la región reina la desolación y el abandono institucional.

Por ello, desde sus comunidades, los pobladores lanzaron una llamada de auxilio a los tres niveles de gobierno. Indican que el riesgo es real: la comida se acaba y las lluvias podrían dejarlos incomunicados.

En tanto, el presidente del Consejo Regional de la Sierra de Guerrero (Cresig), Rigoberto Acosta González, hizo un llamado a los titulares de las secretarías de Educación, Salud y Desarrollo Social, federales y estatales, a que “de manera urgente volteen sus ojos a la sierra guerrerense”.

Pidió que los proyectos productivos y programas sociales “realmente aterricen en la región”, puesto que existe “un verdadero abandono institucional” y los recursos “se están yendo a otras regiones”.

Reconoce que uno de los problemas es la seguridad, ya que “no es fácil que vehículos oficiales suban y bajen a la sierra guerrerense, porque en cualquier parte pueden sustraídos, decomisados o retenidos”.