SADYHEL ASTUDILLO
Al igual que en semanas anteriores, esta colaboración estará ligada a las más recientes. Para no desorientar a usted amable lector que no ha podido o tuvo la oportunidad de leerlas, agrego un pequeño resumen.
Estas colaboraciones enlazadas comenzaron con el día del padre, la figura del padre que ha cambiado radicalmente con el paso del tiempo. Pasando de ser la figura de autoridad y el proveedor de las familias, al compañero de su esposa y una guía para los hijos, comenzando a interactuar más con ellos. Así como los padres, cada integrante de la sociedad ha cambiado con el paso del tiempo, y no precisamente estos cambios deben de significar algo, son solo eso: cambios, necesarios e inevitables con del paso del tiempo. El hecho es que, la sociedad y los tiempos no son los mismos de un día para otro.
Nos está tocado vivir tiempos rápidos, tan rápidos que la frase “matar el tiempo” dudo que vuelva a ser utilizada. Cada minuto de nuestro día lo exprimimos al máximo y en manera desmedida; checamos el celular mientras caminamos, leemos mientras viajamos, platicamos mientras manejamos, revisamos el correo mientras comemos, y hasta planeamos antes de dormir. Aunado a esta actividad continua tenemos el hecho de que la tecnología siempre está en nuestro bolsillo “facilitándonos” todo lo que hacemos, y diciéndonos lo que podemos o debemos hacer.
Algo curioso ocurre con toda esta tecnología, es que a pesar de estar con nosotros, “evoluciona” muchísimo más rápido que nosotros. Con evolucionar me refiero a todos eso cambios que nosotros tan bien conocemos: internet, banda ancha, pantalla táctil, comandos de voz, aplicaciones, sistemas operativos e incluso hoy en día podemos hablar de inteligencia artificial con la capacidad de aprender y/o discernir.
Del otro lado de la pantalla nosotros los “usuarios” estamos involucionando, volviéndonos dependientes y cambiando nuestra manera de socializar y comunicarnos. Estos cambios precisamente son los que quizá no sean para bien.
Como ya se ha mencionado anteriormente en estas colaboraciones, el cambio en esta generación es muy radical y notorio. Los adultos –en algunos casos- se alejan lo más posible de la tecnología porque “ya no les tocó”. Por el contrario, los niños nacen con la tableta o el teléfono inteligente en la mano, debemos sumarle a ello que los sistemas operativos son más intuitivos que incluso los niños lo saben manejar. Este nueva manera de “adaptarse al entorno” desequilibrando la balanza, colocan a los niños en un nivel superior a los adultos tecnológicamente hablando.
Es lógico también que, un menor de edad tiene mucho más tiempo para navegar en internet que sus padres, puede ponerse al corriente con noticias, con tecnología, con ciencia, con literalmente lo que desee. Mientras que el adulto laboralmente activo, se entera por pláticas, el radio o los periódicos. Otro punto a favor de los niños.
Estos dos factores han invertido papales, ahora tenemos niños avispados y adultos inocentes. Y esto es peligroso, de hecho las consecuencias se han empezado a notar. Cada vez es más común escuchar o ver casos de niños que “controlan” a sus padres, que se enteran de su privacidad por medios electrónicos, que falsifican papeles importantes para después mostrárselos; así como adultos que hacen de sus hijos sus asistentes de tiempo completo para que les lean sus correos y manejen los celulares por ellos.
De seguir esto así, los jóvenes podrán hacer de su vida lo que deseen, sin que sus padres o superiores nunca se enteren, “editando” las evidencias. Y los padres se volverán más tecnológicamente dependientes de ellos que, aunque se llegaran a enterar de lo que hacen, con tal de no perder su apoyo en el lado de la computación, optaran por no regañarlos o refregarlos y “pasárselas” por esta vez.
Aún estamos a tiempo de lograr que la balanza se equilibre. No le temamos a la tecnología, ni tampoco se la debemos de prohibir terminantemente a los menores.
Para todo hay tiempo, dosifiquémoslo y aprendamos a manejar estos chunches electrónicos y permitamos que los niños solo lo tengan por un tiempo determinado al día, primero que lean y escriban correctamente. No es evitar lo inevitable o ser retrograda, es simplemente respetar a los mayores por el simple hecho de serlo y aprender desde pequeños que no debemos de ser dependientes de nada.