Alto a frágiles alianzas partidistas
Por Felipe Victoria Zepeda
La auténtica alternancia en el poder sí se da en el imperio yanqui del vecino país del norte desde el inicio de su independencia como un sano balance para resistir y sobrevivir.
Recordemos que los colonos británicos y franceses primero se ocuparon del casi total exterminio de las etnias autóctonas del vasto territorio que fueron invadiendo, para no “revolverse”.
Después se convirtieron en tierra de libertad y oportunidades para migrantes procedentes de todo el mundo y por eso les llaman “hijos de siete leches”, donde el factor de unidad e identidad es la calidad de ciudadanos norteamericanos en un país cuyo distintivo es el orden y la disciplina ante todo, pero no olvidemos que también se las pasaron negras durante aquella guerra de secesión norte-sur por razones esclavistas, cuando explotaban inhumanamente a los de la raza de color que originalmente fueron traídos desde África para trabajar “de gratis” en las enormes plantaciones y las tareas más ínfimas, sin oportunidad ni a la educación elemental.
Personajes de la talla del abogado Abraham Lincoln resultaron triunfantes y dieron un perfil diferente y renovado a la Unión Americana, convirtiéndose en imán para europeos, asiáticos, orientales e hispanoparlantes sobre todo de Latinoamérica, respetando los revolucionarios principios franceses de libertad, igualdad y fraternidad, y se aceptó la diversidad de religiones con respeto a sus cultos.
En materia política encontraron una fórmula eficaz y funcional: dos grandes partidos políticos nacionales, el Demócrata y el Republicano que han compartido la Casa Blanca en Washington mediante elecciones, si no inmaculadas, no impugnables, para que sus presidentes permanezcan por cuatrienios en el mando con opción a reelegirse y todos contentos.
Como quiera se convirtieron en la nación más poderosa del mundo, para colmo nuestra temible vecina del norte con una larguísima frontera que a los que emigran por necesidad e ilusión de una vida mejor, les encanta brincarse a escondidas, porque allá como quiera encuentran acomodo y trabajo de lo que sea, mejor pagado que acá en su tierra.
Increíble que México y los USA siendo casi “de la misma edad independiente”, sean tan distantes en materia de estabilidad económica y política. Mientras los yanquis en el siglo XX se dieron el lujo de andar participando en guerras mundiales y guerritas donde sea, los mexicanos nos la pasamos en conflictos internos muy graves porque los partidos políticos nunca han sido lo que debieran, sino parásitos de la Democracia.
No faltan quienes piensen que en México sería suficiente con el PRI y el PAN, cuando más y casi a fuerza con el PRD ya no tan “joven” y francamente muy enfermo de indisciplina y desunión, por su variedad de tribus y corrientes que nunca permitieron que llegara al poder nacional absoluto.
La multitud de partidos extras en la comparsa y la farsa nacen y se acaban pronto, como meras concesiones jugosas a políticos que le hacen el juego a los poderosos PRI, PAN y PRD y sobreviven en calidad de rémoras.
Por eso en el 2000 y 2006 el PAN le ganó dos veces consecutivas al PRI, pero igual en 2012 se levantó de la lona el tricolor y el rijoso PRD manipulado por el ex priísta tabasqueño López Obrador no alcanzó a llegar “haya sido como haya sido”.
La manifiesta belicosidad y procedimientos del “Mesías de la esperanza”, a los únicos que convence es a los anarquistas de corazón que se le agremian para poder ejercer actividades semi clandestinas de comercio irregular y algunas peores; lo grave es que son muchos pero hasta alquilan intelectuales como aplaudidores externos.
Las difíciles elecciones intermedias el pasado 5 de junio dejaron mal sabor de boca a la clase política que se mantiene de la partidocracia enferma; las derrotas al PRI no hubieran sido posibles sin concretar débiles alianzas temporales entre el PAN y el PRD, que en cuanto asuman los nuevos gobernadores producto de esos acuerdos transitorios, se enfrentarán a una feroz cena de caníbales por el reparto de chambas en la feria de zancadillas.
Sin embargo hay quienes ven como buen negocio el conseguir registro para nuevos partidos locales consiguiendo apenas diez mil firmitas y celebrando algunas asambleas constitutivas regionales.
Claro que aún hay quienes recuerden aquellos partidos de Heriberto Noriega Cantú y Carlos Sánchez Barrios, ¿entonces por qué no pugnar por la creación de otros nuevos, en donde los descendientes de privilegiados cambien de piel como las víboras y compitan con máscaras distintas a las de sus progenitores?
En los mentideros políticos llamados cafeterías ya suenan los nombres de los juniors que contenderán por alcaldías codiciadas y diputaciones, prefiriendo ya no hacerlo desde las siglas tradicionales que aburrieron al electorado; máscaras frescas y novedosas, pero los mismos hijos de actores ya demasiado vistos, que controlarán los hilos desde la tramoya oscurita.
¿Existen opciones futuras de veras nuevas y ajenas a clanes y dinastías guerrerenses?
Parece que sí, con empresarios bien preparados académicamente, sólidos y solventes en sus economías personales que ya desde ahorita se movilizan beneficiando a los habitantes pero con su dinero propio, no con presupuestos oficiales ni de orígenes sospechosos: Jacko Badillo, acapulqueño genuino al 100 %.