* La “prueba del embudo” de JFRM

* Guerrero fue yesca seca y ardió

* Astudillo tuvo un jefe y maestro

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Héctor Astudillo Flores siguió al pie de la letra lo que José Francisco Ruiz Massieu, su jefe, le aconsejó, el 31 de marzo de 1993: “quédate en Guerrero, sé diputado local, presidente municipal, diputado federal y pasa la ‘prueba del embudo’ que es ser senador, porque de 50 sólo llegan dos…”

–Pero quiero irme con usted –replicó Astudillo al que estaba por dejar la gubernatura.

–No. Quédate a hacer política en Guerrero. Aquí te conocí y aquí debes seguir –le volvió a aconsejar Ruiz Massieu al chilpancingueño.

El episodio anecdótico fue compartido por Astudillo a los universitarios becarios con mejores promedios y al rector de la UAGro Javier Saldaña Almazán.

JFRM fue el último ideólogo del PRI. Aquí ensayó la Nueva Política, la que pretendía acabar con viejos usos y abusos de la política e implantar nuevas formas de gobernanza. Guerrero fue el laboratorio político a finales de los 80’s y en los albores de los 90’s. Cientos de anécdotas están inéditas, esperando la luz pública.

Astudillo fue secretario particular del hiperactivo gobernador, que durante un vuelo de Ciudad de México-Acapulco redactaba una iniciativa de ley. Acostumbraba conceder audiencias en pleno vuelo, o entrevistas a periodistas. Leía el “tambache” de periódicos locales, nacionales, revistas y algunas novedades de libros que editoriales le enviaban. Medía a su gabinete si leían los periódicos y les exigía la lectura para poder platicar de algún tema específico.

La política era principio y fin de quien laboraba 18 horas al día, incansable, estricto, disciplinado y de inteligencia excepcional. Astudillo tuvo en JFRM un jefe y mentor.

Hoy el escenario político en Guerrero es usado con fines escandalosos de guerra sucia, descalificadora, salpicada de dudas por el notable crecimiento de grupos delictivos que han centrado operaciones en el cultivo, trasiego y venta de enervantes y ha pulverizado los cárteles en bandas.

La política debe innovar, ajustarse a tiempos violentos, sin que éstos  determinen –esa guerra que no parece tener fin— el derrotero de la entidad. Sí, abandonar el pragmatismo y retomar idearios. El propio JFRM acuñó la frase: “O cambiamos… o nos cambian”, que resultó ser el epitafio del viejo PRI que permaneció 10 años a la sombra del PRD, pero fue “la decena trágica”, la “década perdida” de una fallida alternancia democrática que postró a la entidad en el colapso de cualquier escenario inimaginable.

La enseñanza para el PRI fue dolorosa, al cerrar oportunidades y generar la migración de cuadros, inclusive generacionales, al aventurerismo pragmático de libertades sin límites, contrapesos y equilibrios. Fue la absoluta forma de transformación del PRD a las más retardatarias prácticas de aquel PRI que combatió con denuedo, pasión y sangre. Se mimetizaron los “demócratas”  en dictadorzuelos, impidiendo aquella migración hacia la democracia y creando un gatopardismo de política.

Diez años donde los avances obtenidos en un desarrollo frágil, se desmoronaron por la laxitud de políticas públicas de largo alcance. La planeación quedó a la deriva y los planes a modo del “jefe”, de acuerdo a su humor, marcaban las rutas de un camino incierto que ya era amenazado por la violencia y la yesca seca ardió el otoño del 2014. Sí, cuando el poder era total…

Astudillo recordó a su jefe y maestro. Las enseñanzas no se olvidan, en este mayo dedicado a la madre, al maestro y al estudiante.

Nos leemos mañana… SIN MEDIAS TINTAS.