Palemón Díaz

 

El pasado 21 de abril se cumplieron 70 años de la muerte del hombre que propició una revolución en la política económica. El Keynes que propuso remedios eficaces para salir de la Gran Depresión también los propondría ahora para hacer frente a la Gran Recesión.

Keynes nació en Cambridge, Inglaterra el 5 de junio de 1883.  Se educó en Eton y en el King’s College de Cambridge, donde se interesó principalmente por las matemáticas y la filosofía.  Finalmente, se pasó a economía y conoció a Alfred Marshall que quedó muy impresionado de las facultades de Keynes.  Tras su graduación se incorporó al servicio civil en el Departamento de la India y redactó su tesis doctoral: “Tratado sobre Probabilidad”, bajo la supervisión de Alfred Marshall, y con ello consiguió una plaza en la Universidad.

Durante la Primera Guerra Mundial, Keynes realizó un importante trabajo en el Tesoro por lo que se refiere a los préstamos aliados.  En la Conferencia de Paz de Paris, fue representante Jefe del Tesoro Británico y, en el Consejo Económico Supremo de 1919, fue delegado del Ministro de Hacienda.  Se le rechazaron sus recomendaciones sobre el tema de las reparaciones alemanas. Dimitió, escribiendo sus opiniones en “The economic consequences of the peace (1919)”obra que se convirtió en el centro de la controversias sobre la reorganización económica de Europa.

La depresión del periodo entre guerras suscitó en Keynes el interés por las obras de Sir Dennis Robertson.  Sus propias opiniones sobre el tipo de interés las publicó en la obra de dos volúmenes “Treatise on Money (1930)” y en la “Revolucionaria Teoría General del Empleo, el interés y el dinero (1936)”. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Keynes entró otra vez en el Tesoro y, aunque enfermo, ofreció su influyente consejo sobre las finanzas de guerra.

En 1941 viajó a Washington para conocer la opinión de la administración americana sobre el orden monetario para la post-guerra: un mundo monetario de tipos de cambio fijos con el dólar como divisa de anclaje y el restablecimiento del multilateralismo en el comercio internacional.  Al año siguiente comenzaron las negociaciones de Bretton Woods, de las que nacieron el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en los que Keynes desempeño una parte muy importante como representante del Tesoro Británico.

Keynes dedicó sus mejores esfuerzos a transformar una teoría que pensaba inadecuada para hacer frente a los problemas de la economía mundial: el hundimiento de la actividad productiva. El de Cambridge interpretó la Gran Depresión como un problema de la insuficiencia de demanda efectiva  que debería resolverse mediante actuaciones que estimularan el consumo y la inversión y, a través del gasto público. La falta de demanda efectiva requería la intervención de las autoridades porque el sistema sería incapaz de recuperarse por sí mismo. Con la Teoría General nació el “Keynisianismo”, base de la Macro Economía Moderna que se expresa mediante agregados económicos como el empleo global, la renta nacional, la inversión, el consumo, los precios, los costes, etc.

Su teoría general era una polémica teórica con los economistas que él llamaba entonces como clásicos (en el caso inglés de su época se trataba de Marshall y Pigou), éstos proponían que las fuerzas que se despliegan en el mercado tienden a llevar a cada mercado y a la economía en su conjunto a una situación de equilibrio donde, finalmente, el desempleo era imposible.

Las teorías de Keynes eran, sin duda alguna, controvertidas. Tan es así que ya en 1937 John Hicks publicó un muy influyente artículo: “El Señor Keynes y los Clásicos”, en el que de modo aprensivo acomodaba las nuevas ideas a las viejas con opciones acerca de los equilibrios económicos haciendo de la Teoría General solo un caso especial de modelo más completo. La fuerza de las ideas establecidas marcó la influencia propia de Keynes y se separó a los economistas académicos en bandos opuestos.  Esto puede apreciarse entre muchos otros casos en las polémicas con Hayek y, luego, con las teorías de Milton Frieman.

Cuando Keynes falleció, ya estaba prácticamente en marcha una transformación profunda del modo de pensar, de hacer y de enseñar la economía en las universidades y de definir las políticas públicas; Bertran Russell dijo que el intelecto de Keynes era el más agudo y el más claro que había conocido y su contemporáneo Schumpeter que era un hombre afectuoso, desinteresado, sociable y conversador.

A 70 años de la muerte de Keynes sus pensamientos e ideas siguen vigentes, pues es un pensador de referencia central en los debates contemporáneos.  El economista español Pablo Martín-Aceña en su columna sobre Keynes destaca: “El Keynes que propuso remedios eficaces para salir de la Gran Depresión seguro también las propondría ahora para hacer frente ahora a la Gran Recesión y ante la falta de ideas cabria exclamar: “¡Necesitamos un Keynes!” (El País, 21 de abril 2016).

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