Por Felipe Victoria Zepeda

 

El silencio cómplice

 

Algunos caciques y patrones malosos jamás creyeron que el gobernador Héctor Astudillo se atreviera a querer comenzar a chaponar la maleza en Guerrero, que en todas las regiones cobija con su sombra a grupos de la delincuencia organizada muy identificados, de los que inteligencia civil, naval y militar tiene pelos y señales hace mucho, pero esperaban que el mando estatal tomara la decisión.

Antes de Astudillo, el que no encubrió, disimuló, y se formó una cadena de complicidades que estuvo a punto de iniciar el efecto dominó en octubre de 2014, pero se contuvo la profilaxis porque la PGR no era ajena a contubernios y también le convenía que nada de lo que sucedía con el tráfico amapolero trascendiera, al cabo que dólares siempre sobraron para comprar conciencias y hasta alcaldías como la de Iguala y algunas otras.

Obviamente que al hombre de Bucareli le derramó el vaso de la paciencia que no se impidiera la fuga de José Luis Abarca Velázquez y su jefa María de los Ángeles Pineda Villa, la lugarteniente de los Beltrán Leyva sobrevivientes, empoderados por los regenteadores del PRD conocidos como “Los Chuchos”.

Nunca hicieron caso cuando Ángel Aguirre Rivero reportó a la federación sus sospechas y las anomalías graves de la dupla conyugal en el feudo tamarindero, catedral de la exportación de opiáceos en complicidad con transportistas y explotados sembradores que cultivan y cosechan plantas aún prohibidas.

Nada más vulnerable que las actuaciones y diligencias de investigación en las manipulables averiguaciones previas, para construir “verdades legales” en expedientes con que luego pretenden  sorprender a la opinión pública dándoles el imposible rango de “verdad histórica”, para pretender darle carpetazo a ciertos asuntos espinosos calificados de crímenes de estado.

El dedo embarrado de atole de tamarindo no le agradó a nadie ni supieron comprar silencio y resignaciones a tiempo antes que terminar septiembre de 2014; torpeza tras torpeza, mientras se les hizo bolas el engrudo dando pie al inicio de la infame parodia de vivales que usufructúan el dolor de los padres de los normalistas de Ayotzinapa, que encontraron su muerte o desaparición por andar de vándalos apoderándose, aunque fuera por casualidad, de cargamentos de droga ajenos en territorio enemigo.

A los comerciantes clandestinos de drogas les importaba recuperar su “merca”, pero además quisieron los padrinos y patrones dar un escarmiento a vándalos, pues por su culpa se descubrió el sistema del tráfico tanto tiempo guardado en secreto.

En tantos meses todo lo que aleje la atención del tráfico de drogas en autobuses de pasajeros sirve de táctica dilatoria a unos y, a otros hasta para pasear fuera del país, reclamando encontrar con vida a 43 delincuentes, en espera de cobrar jugosas indemnizaciones multimillonarias.

La tragedia les cayó al pelo a quienes juraron no dejar a Enrique Peña Nieto gobernar en paz al país y organizarle una revolución, el enfoque sensible de los desaparecidos es un eficaz detonante que se fortalece y crece mientras no se decidan a decir toda la absoluta verdad, sea cual sea, no pamplinas amañadas y oficializadas

Un estigma eterno para esta administración presidencial que ningún río podrá lavar ni desaparecer como las cenizas de restos humanos.

Pero el malfario sobre Guerrero no terminó con el ayotzinapazo de Iguala y la caída de otro gobernador; siguen sueltos los demonios de la narcoinsurgencia y la guerrilla, los “tigres” con que se topó Héctor Astudillo desde el 27 de octubre de 2015.

Por eso la legalización para el uso y finalidad que usted quiera, de la siembra y cultivo de marihuana y amapola en Guerrero, resulta ser la posibilidad menos cruenta contra la violencia endémica; bien pareciera que casi la mitad de habitantes se sostiene precariamente de ello, mientras los violentos inmorales se enriquecen y empoderan políticamente.

Héctor Astudillo, sin declarar guerras estériles contra el narco, propone ante la ONU remedios civilizados y pacíficos, que claro está, no convienen a los bolsillos de las mafias.

Por el bien de todos, no hay que dejar solo al gobernador y apoyarlo en sus decisiones.

-¡Tilín, tilín!- Suena la campanita escolar.

-Maestra Pizarrina, ¿cree que le quieran hacer un linchamiento mediático a Héctor Astudillo en la tele nacional?

-Aaarajo chamacos, lo que se ve no se juzga y lo magnates son especialistas en fabricar problemas y magnificarlos.

-¿Cómo en 1995 cuando lo del vado de Aguas Blancas?

-No encuentro mejor paralelismo histórico, toda proporción guardada.

-¿Y si ya encarrerado Astudillo decidiera que se investigue a todos los eslabones de la cadena de complicidades a través de muchos años?

-¡Shhh… cábrense cayones!, ahí sí creo que no cometa la imprudencia de iniciar cacería de brujas.

-¿Ya lo pasado pasado?

-A veces conviene más comenzar de ceros, pero con tal de que no vuelvan a suceder cosas feas ni se hagan disimulados de aquí en adelante.

-¿Cero impunidad entonces?

-Ya vieron que por primera vez en mucho tiempo desalojaron a los bloqueadores de vías de comunicación sin haber muertitos, aunque si detenidos.

-¿Y lo entenderán los anarquistas cetegistas y normalistas?

-Más les vale.

-¿Y los grupos armados semiclandestinos, teacher?

-Para eso estarían el Ejército y la Marina Armada cuando lo disponga el presidente Peña Nieto.