* “Mi gobierno está fuerte”: HAF

* Rechaza debilitamiento; es firme

* Bloqueos, sin razón legal, ni moral

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Era noviembre de 1987. Miles de taxistas de Acapulco estacionaron sus unidades a lo largo de la avenida Cuauhtémoc, Diego Hurtado de Mendoza y adyacentes. Los líderes mostraban “el músculo”, ante el gobierno recién estrenado de José Francisco Ruiz Massieu. Querían aumento a las tarifas y presionaban con “estrangular” al puerto.

Ruiz Massieu llegó en su Corsar, color verde, manejando por la avenida Costera Miguel Alemán y se estacionó frente a lo que era el cine “Variedades”. Iba acompañado de su secretario de Gobierno, Jesús Ramírez Guerrero y el director de Transportes, Neftalí Gracida Guerrero.

Allí citó a los líderes. Cuando estaban todos juntos, JFRM se dirigió a su secretario de Gobierno y le instruyó, con voz firme y decidida, en un tono elevado para que lo escucharan los dirigentes transportistas:

–Al primero que bloquee, le revocas la concesión. ¿De acuerdo? –preguntó sin quitarse las gafas oscuras. Eran pasadas las 5 de la tarde.

Y repitió: “¿Está claro?”.

Acto seguido se subió al volante de su Volkswagen Corsar y emprendió velocidad rumbo a la costera.

Los líderes quedaron atónitos, mirándose entre sí.

A los 15 minutos, tras pactar una reunión con Jesús Ramírez Guerrero y Gracida Guerrero se levantó la amenaza y se disolvió la amenaza de bloquear.

Han pasado 29 años de ese episodio que marcó la línea entre las relaciones del gobierno con el sector transportista. El gobierno actuó con firmeza, ante un movimiento que se pensaba iba a “ablandar” y pretendía doblegar a sus intereses, caprichos y bravuconadas al recién estrenado gobernador de Guerrero, que en abril de ese 1987 había comenzado el trienio hasta 1993.

Hoy Héctor Astudillo Flores enfrenta un escenario con similitudes en cuanto al “ablandamiento”, pero con escenarios de violencia y disputa de grupos delincuenciales ligados al trasiego y venta de enervantes, con delitos de alto impacto social como secuestros, extorsiones, robos, etc.

Astudillo no ha sido áspero, ni tampoco ha actuado con total energía que se interprete como abusivo de su poder como gobernador. Más bien, es disuasivo, dialogador, negociador y receptivo a problemas.

Lo que se vivió fue una amenaza directa de un sector transportista  que no tenía antecedentes de radical, intolerante, intransigente, mucho menos violento. Bloquear más de 10 horas con abiertas intenciones de generar disturbios, liarse a golpes y aprovecharse del momento mediático, necesariamente tuvo una respuesta firme y contundente.

Astudillo lo dijo que su gobierno es firme en su convicción de apertura al diálogo, pero no se malinterprete esto con debilidad, ni ausencia de firmeza en actos de gobierno. Nadie puede reclamar un acto de justicia, con el rompimiento de las leyes. Es absurdo, disparatado, torpe.

Definió los bloqueos como actos sin sustento legal, como tampoco justificante moral. Y si hay señales evidentes de que la disposición a dialogar los problemas y buscar salidas negociadas no se toman en cuenta, por actitudes francamente estúpidas, entonces la salida es el uso de la ley.

Revocar las concesiones –de por sí saturadas— y comenzar la limpia. La lección de aquel noviembre de 1987 todavía está vigente.

Nos leemos mañana… SIN MEDIAS TINTAS.