Una remembranza

 

Por Chanssonier

 

En cualquier población grande o pequeña, existen tiendas cuyos propietarios se ganaron el aprecio de su clientela, por tener todo lo que les era requerido, o bien por el comedido trato de la que era objeto. En nuestro medio todos aquellos giros comerciales desaparecieron, para dar paso a las tiendas de autoservicio, en donde en un mismo lugar se puede encontrar todo lo requerido.

Hasta no hace muchos años ofrecieron sus servicios, las tiendas denominadas “La Puerta del Sol”, “El Progreso”, “El traje de obrero” “La voz del pueblo” y “La Sorpresa”, las que se dedicaron a atender diversos giros mercantiles. Todas ellas estaban alrededor del mercado “Gral. Nicolás Bravo”, menos la penúltima que se localizaba a media cuadra al poniente. La Puerta del sol” cerró sus puertas en 1963 al construirse un nuevo mercado, el que se extendió al oriente desapareciendo la callejuela del 2 de Abril; también lo hizo con “El Progreso”. Esta última cerró para siempre en tanto la otra fue ubicada en otro lugar.

“La puerta del sol” fue establecida por los señores Enrique Cuevas y Fidel Salgado, que era su cuñado; la negociación se dedicó de manera preferente a la venta de vinos ultramarinos. En 1931 el señor Salgado introdujo al mercado local la Coca Cola que pronto acaparó el mercado. Todo lo que se vendía lo transportaba en sus camiones. Por espacio de treinta años este negocio logró gran popularidad. En 1962 por cuestiones ya manifiestas tuvo que cambiar de lugar, estableciéndose en la avenida Guerrero, para más adelante hacerlo en la avenida Álvarez, donde el negocio del señor Cuevas terminó por cerrar de manera definitiva.

Negocio de bien ganado prestigio fue “El Progreso”, de don Severo Arellano, el cual estuvo establecido en la esquina formada por las calles de República de El Salvador y la del 2 de Abril; en ella se podía encontrar todo lo que requería el campo, como alambre de púas para cercar terrenos, arados para cultivarlos, y todo aquello que condujera a obtener una buena cosecha de granos, sobre todo de maíz y frijol que eran los más sembrados. Hasta antes de 1940 el agro no estaba mecanizado como ahora, utilizándose la yunta de bueyes para limpiar y arar la tierra.

El señor Arellano se miró precisado a cerrar su acreditada tienda, al ser demolido el viejo mercado, el que fue extendido hasta la calle Justo Sierra el que lo substituyó, que por cierto no estuvo en pie más de diez años, porque la piqueta dio cuenta de él, a levantarse uno nuevo al norte de la mancha urbana.

Tienda de fama bien ganada fue “El Traje del Obrero”, de don Nicolás Naime, establecida en la esquina de Zaragoza y 16 de Septiembre. Como su nombre lo indica confeccionaba ropa para el trabajo. Este negocio fue palanca para establecer otros, tales como salas cinematográficas y una línea de autotransportes. Originario de Líbano está sepultado en el viejo cementerio de la ciudad.

En 16 de Septiembre entre Altamirano y Zaragoza, estuvo el almacén denominado “La voz del Pueblo”, de don Pablo Beltrán Rubín; allí lo mismo podía encontrar telas, zapatos, así como artículos para el hogar. Retirado de los negocios la tienda almacén lo traspasó a los que fueron sus empleados, quienes años más tarde cerraron sus puertas. En Zaragoza, frente al mercado, don Cirilo Villegas Garzón estableció una pequeña fábrica de refrescos, denominada “La Sorpresa”, la que cerró al no poder competir con empresas transnacionales en esa misma materia. Así fue parte del Chilpancingo de ayer.