Gobierno y criminales, ¿cómplices en Iguala?

 

Felipe Victoria Zepeda

 

Preocupante zancadilla al gobernador Astudillo y al aún alcalde Evodio Velázquez en Acapulco, el domingo por la noche, pero mejor chitón perrito.

En el maremágnum de dimes y diretes sobre el ayotzinapazo de Iguala utilizado para tumbar al gobernador Aguirre, destaco fragmentos de lo asentado por Carlos Álvarez Acevedo en redes sociales abriendo comillas:

“El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), presentó en su informe final en el que denunció falta de voluntad del Gobierno mexicano para alcanzar la verdad sobre la desaparición de los 43 estudiantes de Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, por lo que lanzaron una alerta sobre la fracturación del expediente, lo que ha alimentado la impunidad, dijeron”.

“La línea de investigación que incluye al quinto autobús señala que estos transportes de pasajeros llevaban carga de heroína desde Iguala hasta Chicago, Illinois”.

“Acompañados por padres de los 43 jóvenes desaparecidos, así como por distintas personalidades, los expertos del GIEI aseguraron que en la noche de Iguala estuvieron presentes tanto policías municipales de Iguala, Huitzuco, Cocula, así como elementos del Ejército, y criminales”.

“También señalaron que a pesar de tener conocimiento en tiempo real sobre los ataques a normalistas, los militares adscritos al 27 Batallón de Infantería en Iguala, no actuaron. También dijeron que un soldado tomó fotografías de las agresiones, pero dichas imágenes no están en el expediente”.

“El GIEI informó sobre testimonios del equipo de fútbol Avispones de Chilpancingo, los cuales indican que no sólo dos sino varios agentes de la Policía Federal participaron en los hechos de Iguala, ocurridos el 26 de septiembre de 2014”.

Hasta ahí parte del señalamiento de Carlos Álvarez Acevedo.

Lo interesante es que tras cobrar buena dolariza, los extranjeros se tienen que ir como sea; no es costumbre de ningún gobierno criar cuervos para que le saquen los ojos, ni es agradable que nadie fuera de casa venga a tumbarle el teatrito a los dueños.

Para analistas e investigadores que no somos extranjeros, pero sí de veras independientes y hurgamos en el Caso Iguala por nuestra cuenta y riesgo como periodistas, e incluso desde los primeros días posteriores a los hechos marcamos la posibilidad de que el móvil del escarmiento a los normalistas vándalos fuera el robo ocasional y quizá involuntario de drogas que se transportarían en un autobús de Iguala hasta Chicago, es obvio que lo determinado por los miembros del GIEI  moleste intereses oscuros de varios ámbitos gubernamentales mexicanos; a nosotros gentilmente nos recomendaron no ponernos en la mira y callar.

Comencemos desde el principio cronológico:

Lo que más interesaba mantener oculto desde la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014 era el acostumbrado y disimulado tráfico de drogas desde la ciudad tamarindera, que representa miles de millones de dólares anualmente.

Desde los USA siempre han visto a Iguala como el escurridero de la “black tear” de menor calidad que la afgana blanca, que por la guerra dejó de llegar a miles de adictos que la requieren con urgencia extrema sin criminalizados por consumirla.

El secreto a voces mejor guardado en Iguala quedó en evidencia inesperadamente aquella noche. Si en ese misterioso “quinto camión” no se hubieran transportado drogas, las autoridades municipales hubieran dejado a los intocables vándalos hacer de las suyas, como siempre en todo el estado.

La disputa por la supremacía comercial entre cárteles rivales siempre ha sido cruenta, los Guerreros Unidos con base en Iguala y Los Rojos asentados en Tixtla no se pueden ver ni en pintura, qué mejor agravio mandarles sicarios a robar su sagrada mercancía utilizando de escudo humano a estudiantes normalistas, salidos irregularmente de su escuela-internado en Ayotzinapa.

Es importante destacar que ningún sicario ni policías de ninguna corporación fueron a meterse a la Escuela Normal Rural Isidro Burgos a molestar estudiantes; los bisoños ayotzinapos no tenían nada que andar haciendo fuera de su plantel esa noche, ni ninguna de tantas veces que salen a delinquir tolerados por las autoridades blandengues, corruptas e ineptas.

Repito, si no por equivocación o casualidad los ayotzinapos hubieran robado el autobús con drogas, nada absolutamente les hubiera sucedido, pero al narco no le toquen su “merca” porque se arma la guerra.

Los patrones del cártel amapolero por supuesto ordenaron esa noche que las policías municipales de Iguala y Cocula fueran a la cacería de los estudiantes delincuentes, para recuperar la valiosísima carga; a un grupo de los truhanes mandaron llevarlos en patrullas municipales de Huitzuco ante “El Patrón” para escarmentarlos y eso lo consintieron policías federales de Gobernación, como tantos meses después se acreditó e hizo público.

Muchas pistas y detalles aún no trascienden a la opinión pública, son manejados tanto por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) como por la DEA; incluso los conocieron en la procuraduría guerrerense y en la General de la República, pero unos por obediencia al innombrable e intocable personaje estatal disimularon, y otros negociaron tal vez el silencio tergiversando pesquisas sobre el paradero de cadáveres o sobrevivientes, para nunca mencionar el concepto amapola en autobuses dentro de maletas equipajeras.