Isidro Bautista
El caso Ayotzinapa parece más bien una telenovela, a un año y casi siete meses de iniciado.
Lo peor es que no se le ve ningún desenlace, a pesar de haber traspasado fronteras. Este martes Hillary Clinton, candidata demócrata a presidenta de Estados Unidos de América, calificó como “indignante” el hecho de que aún no se haya solucionado ese asunto. Aseguró que si ella estuviera en el gobierno mexicano “no descansaría hasta descubrir lo que pasó” con los normalistas.
“Es algo por lo que todos en México deberían unirse, para encontrar respuestas. Si hubiese algo que Estados Unidos podría hacer para ayudar, yo sería la primera en ofrecerlo”, dijo la también ex secretaria de Estado.
No importa que lo haya dicho con fines electorales, pero lo cierto es que la investigación está como al principio, con los espectadores fastidiándose, por observarla con tanto manoseo, con muchas “verdaderas históricas”.
La semana pasada, Angela Merkel, canciller de Alemania, ofreció personalmente su colaboración para esclarecer los hechos suscitados en septiembre del año de 2014 al presidente Enrique Peña Nieto, quien no le contestó.
De la muerte de Luis Donaldo Colosio, ocurrida en 1994, o del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, perpetrado en ese mismo año, la investigación no concluyó con claridad para la opinión pública Lo poco que se sabe nadie lo cree. Dicen que quedó así, a oscuras, porque eran otros tiempos, o sea, porque ambos sucesos no trascendieron como los acaecidos en Iguala. Y todavía así no hay a quién creerle con lo que pasó a los 43 estudiantes.
Unos dicen que murieron incinerados, y otros que están aún con vida. A la PGR, con Jesús Murillo al frente, le han echado pestes por su actuación, igual que ha ocurrido con su actual titular, Arely Gómez, e incluso con el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), que el día 30 de este mes termina su papel.
El domingo próximo, como se sabe, el GIEI dará a conocer su informe final, y, según ha trascendido, los padres de los 43 normalistas tienen la intención de reunirse antes con dicho grupo para conocer algún adelanto a fin de evitar más sinsabores de su parte.
De nada sirvieron tantos millones de pesos gastados por el gobierno federal para movilizar a los expertos independientes, por mucho que hayan investigado.
Ya no se sabe si Vidulfo Morales, abogado de los familiares de los estudiantes desaparecidos, es realmente víctima por las grabaciones filtradas de sus supuestas conversaciones telefónicas, en las que los tilda de “indios piojosos”. El dice que sí es su voz, pero que no dijo lo que ahí se dice.
Después, de repente, aparece el general Salvador Cienfuegos, titular de la Sedena, con una disculpa pública por la tortura hecha a una mujer detenida en esta entidad federativa, y al otro día, hace lo mismo el comisionado nacional de Seguridad, como un capítulo más.
Ahora se suman policías municipales de Huitzuco y policías federales como presuntos cómplices de los de Iguala, en la barbarie cometida.
No se vale jugar o sacar provecho con sucesos tan trágicos como ésos. Ojalá la declaración de ni perdón ni olvido no quede como simple frase, como tampoco el clamor de justicia o castigo. Lo sucedido en Iguala no puede repetirse. Y difícilmente podría repetirse si sabe la verdad, porque con ésta expuesta a la luz pública, se supone, no habrá impunidad, venga como venga.
El propio gobernador Héctor Astudillo Flores afirmó: “Debemos seguir buscando que la justicia llegue sobre quien sea y como sea”. El presidente Enrique Peña Nieto, el 24 de febrero pasado, expresó en Iguala que “Estado mexicano ha desplegado un amplio esfuerzo institucional para procurar justicia, a partir de una investigación profunda, transparente y abierta”, pero hasta ahí, ya sin ningún compromiso de esclarecimiento.
Dicen que poco a poco, o de un sopetón, se sabrá quién es Vidulfo, pero así también, del otro lado, como el propio Murillo. Es justo eso lo que se quiere saber: la verdad.
Esto que parece telenovela ya debe llegar a su final, por muy duro que sea, pero realista.
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