Farmacia emblemática

 

Por Chanssonier

 

Existen giros comerciales diversos, los cuales tuvieron abiertas sus puertas por muchos años, por la buena calidad de los productos que expedían, así como el trato amable que siempre supieron darle a sus favorecedores. Tal fue el caso de la “Farmacia Central”, quien su fundador el médico Pascual Sánchez Pérez, la estableció el primero de enero de 1906, en la esquina formada por las calles que ahora llevan los nombres de Altamirano y 16 de Septiembre.

Quienes conocieron el lugar decían que la botica, así se les llamaba entonces a este tipo de negocios, había sido montado como se estilaba por aquél entonces, con los estanteros llenos de botes de porcelana, en cuyo interior estaba lo que se había recetado a los enfermos, lo que era preparado con un montero.

Cuando el doctor Sánchez Pérez se miró obligado a abandonar la ciudad, le traspasó el negocio al señor Domingo Villalba, quien por muchos años había sido su ayudante; originario de Chilapa, este hombre fue un experto en preparar medicinas, lo que le atrajo una amplia clientela.

A la sentida muerte del señor Villalba, fue su hija Rafaela la que se hizo cargo del negocio; fue esta mujer una de las más guapas e la población. La farmacia se miró obligada a cerrar sus puertas, a escasos meses de producirse su sentido deceso.

Actualmente en donde funcionó por espacio de 90 años, está una tienda de convenencia de la cadena Oxxo.

 

La voz del pueblo

 

Por varias décadas funcionó en el número 2 de la calle 16 de Septiembre, el almacén “La Voz del Pueblo”, en donde podían adquirirse muebles para el hogar, telas de alta calidad, así como calzado para dama y caballero. Fue su propietario el señor Pablo Beltrán, originario de Rosario, Sinaloa, quien aquí labró una buena fortuna, encontrando también en este lugar a la mujer con la que compartiría su destino.

Al término de la lucha armada fue el general Baltasar R. Leyva Mancilla, quien animó a don Pablo a radicarse aquí, toda vez que una bala que de hecho le destrozó una pierna, lo dejó imposibilitado para continuar en la milicia.

Desde que se retiró de las armas, el señor Beltrán puso toda su voluntad y entusiasmo en su nueva tarea, logrando colocarse en pocos años líder de la plaza, en el giro que explotaba.

El impedimento físico no le permitirá permanecer parado por mucho tiempo, por lo cual buena parte del día podía uno mirarlo en un sillón, desde donde atisbaba que a la clientela le ofreciera un buen trato. Casado con doña Guillermina Ortega, procrearon a Oscar, Armando, Arturo y Mirtila, el tercero de ellos fue un connotado científico en el campo de la medicina.

Cuando don Pablo creyó que era tiempo de dejar el negocio así lo hizo, radicándose inicialmente en Acapulco, en tanto “La Voz del Pueblo” la dejó en manos de quienes habían sus antiguos y fieles empleados.

En la ciudad de México su esposa al tratar de bajar una gradas, tuvo la mala suerte de sufrir una caída que resultó mortal; la pérdida de su pareja fue un golpe del que no pudo reponerse más adelante. Viejos chilpancingueños recuerdan a la familia Beltrán-Ortega, la que siempre se bien identificó con sus pobladores.