Felipe Arturo Sánchez Miranda*

 

La tesis de este apunte concede a la cultura cívica una destacada importancia para lograr la felicidad humana, individual y colectiva, en una sociedad que se precie de ser justa y equitativa para todos sus integrantes.

Por cultura cívica se entiende “al conjunto de códigos, valores y relaciones entre los ciudadanos, que cada uno acepta y asume en forma consciente y deliberada”, porque su conocimiento y práctica produce entendimiento y acuerdos para la consecución beneficios para todos los integrantes de la sociedad.

Las virtudes cívicas no nacen con el individuo, se adquieren con  la formación de cada mujer y cada hombre y son aprehendidas en la familia, en la escuela, y en otros entornos sociales. No es exagerado afirmar que los valores como el respeto, la honestidad y la solidaridad, florecen en cada individuo si se inculcan en las primeras etapas de su vida, y  de su práctica depende su fortalecimiento, y con ello se crea “capital social positivo”.

En horas de desaliento y escepticismo, el hombre se degenera, se animaliza y vuelve contra sí mismo y contra los demás su furia destructora, contra sí mismo  corrompiéndose, contra los demás obstruyendo y destruyendo; y su ejercicio colectivo conlleva a lo que se conoce como “capital social negativo”.

En horas aciagas es necesario volver a lo que del humano es trascendente: el espíritu, en donde residen los valores más elevados del hombre, por el camino de la convivencia, la solidaridad, la fraternidad, y la certidumbre en la comunidad de origen y destino. Son frutos de ese árbol, los valores del hombre y del ciudadano: la verdad, la libertad, la justicia, la legalidad, la participación, la tolerancia, el respeto, el pluralismo, el consenso, la confianza, la imparcialidad, el diálogo, el acuerdo. El ejercicio de los valores cívicos es el principio de toda obra grande y de toda renovación moral.

Si los valores cívicos están presentes en toda gran sociedad que se regenera, la negación, los antivalores están presentes en toda sociedad decadente: la ilegalidad, la injusticia, la parcialidad, la desinformación, el conflicto, la intolerancia, el dogmatismo, el abstencionismo, el engaño, la desconfianza, el descrédito, la descalificación, la incertidumbre, la impunidad, la manipulación, la corrupción, tal es el abismo al que ha descendido nuestra sociedad por la ausencia de valores.

Sólo los valores cívicos de la convivencia son capaces de colmar el vacío que dejan los antivalores sociales, porque ellos basan su preeminencia en el acrecentamiento del propio ser y el de los demás, los antivalores en la disminución propia y la ajena.

A la construcción de “valor social positivo” coadyuva el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del Estado de Guerrero a través de acciones específicas de educación cívica y participación ciudadana. Ello es necesario pero no es suficiente; es menester recrear un movimiento estatal de la cultura cívica, en el que se involucre sin reservas la población, desde y a través de las escuelas, las instituciones públicas, los partidos políticos, las ONG; las asociaciones; los sindicatos; los clubes deportivos y todos y cada uno de los individuos desde el seno familiar en las poblaciones urbanas y rurales.

La unidad de la sociedad es la meta: lleguemos  a la meta por el camino de la verdad y del ejercicio real de las libertades, de los valores cívicos y de los derechos humanos.

*Consejero electoral. IEPC Guerrero.