* Los rivales políticos de Evodio
* Impostergable un Pacto, ¡pero ya!
* Erradicar los linderos del lodazal
JORGE VALDEZ REYCEN
Primero fue Luis Walton Aburto quien orquestó una guerra sucia contra Evodio Velázquez Aguirre. Luego el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, exhibió al secretario de Seguridad Pública del Ayuntamiento de Acapulco de no estar acreditado ni pasar exámenes de control y confianza, además de ostentar un título apócrifo, que provocó su cese fulminante y, además, un serio diferendo entre Evodio y Osorio, con la inopinada intervención de Beatriz Mojica, desde el CEN del PRD.
Ahora, intempestivamente, Rubén Figueroa Smutny truena en su contra, pero hace acusaciones delicadas, que necesariamente deben ser conocidas de una autoridad ministerial, que por lo álgido debe ser de índole federal. Figueroa ya no tiene fuero y es un ciudadano común.
Son tantas broncas que enfrenta Evodio Velázquez al mismo tiempo, que francamente no se sabe qué ha hecho el primer edil porteño para que esté confrontado con rivales políticos de peso y al mismo tiempo, pero por si fuera poco, sin un control de daños, cuarto de guerra y operadores que hagan eso, operatividad política. Está solo contra muchos.
En política, lo que resiste te hace fuerte. Y a eso apuesta Evodio, con una defensa frágil donde el silencio lo coloca en el filo de la silla presidencial porteña. La soberbia y arrogancia son ropajes que deben estar fuera del clóset de un político que se precie de tal. Y las críticas en ese sentido han cobrado vigor, aunque no con la consistencia de que su gobierno haya incurrido en un manejo desaseado del comportamiento financiero, o alentado un vacío de poder.
Evodio debe ajustar su equipo, concluir la etapa del otorgamiento de plazas por agradecimiento o apoyo y hurgar entre quienes guarden las elementales reglas de un ejercicio público transparente, leal y comprometido con Acapulco.
Los escenarios de guerra sucia ya están configurados en su contra con toda la rabia desmedida, que no aporta a la distensión del clima de violencia. Y ese es el peor de los panoramas, porque estamos frente a grupos políticos que no advierten la gravedad del momento delicado, complicado y de crisis ante sus aparentes juegos de poder, que más dudas, zozobra e inquietud aportan con violentas declaraciones, cargadas de iracundia y resentimiento.
Evodio debe convocar a la clase política a una alianza por Acapulco, a un gran pacto de civilidad y entendimiento, pero su ofrecimiento debe ir acompañado de un examen de conciencia, donde ofrezca disculpas si su proceder ha herido o lesionado susceptibilidades y extienda la mano no por él, sino por Acapulco.
Entender que adelantar una campaña electoral lejana, lo sitúa en terrenos donde no hay cimientos firmes aún y sí un fango movedizo que sus adversarios ya han advertido. Las debilidades del muy joven edil, se acentúan ante las trampas de viejos lobos.
Acapulco ya no tiene tiempo para experimentar el error-acierto. Es una de las ciudades más violentas, inseguras, más vigilada hoy por hoy y la más atractiva para el florecimiento de negocios negros.
Por esos antecedentes, hoy los políticos deben cerrar filas y pactar un gran acuerdo que devuelva a Acapulco la tranquilidad perdida. Todos los políticos quisieran que sus hijos y sus nietos regresen a donde ellos antes jugaron una cascarita de fut en la playa, trotaban en el parque Papagayo y se solazaban en la costera.
Debemos erradicar esos linderos de lodazal, de estiércol, donde nos han llevado las mezquindades políticas y buscar en buena lid un pacto de caballeros, de honor y compromiso. Eso sí sería el mejor argumento por Acapulco… Nos leemos mañana, SIN MEDIAS TINTAS.