Versión prohibida
Felipe Victoria Zepeda
Normalmente las cosas no son lo que se mira, pues dependen de la perspectiva y color del cristal con que se les observa.
El 23 de marzo de hace 22 años, la talacha sucia fue convertir en el primer sospechoso al presidente Carlos Salinas de Gortari, así de poderosos eran sus enemigos, pero lo peor es que los tenía pisándole la sombra.
La historia enseña que los monarcas nunca son traicionados por los enemigos conocidos, sino desde el entorno de los colaboradores y parientes más cercanos “de toda su confianza”, en posición para manipular las cosas engañando a sus jefazos.
Crear “Fiscalías Especiales” para casos proditorios cuando se mencione a políticos empoderados es la costumbrita, pero para encaminar las pesquisas hacia chivos expiatorios en versiones convincentes para los del pueblo, ocultando evidencias incriminatorias hacia los coautores intelectuales, mientras se eliminan autores materiales o sustituyen por individuos que fueran cómplices en parte, pero ignorantes de la totalidad del plan, para no poderles sacar nada importante, excepto sus confesiones mediante torturas.
Los crímenes de Estado son cíclicos en México, desde el matadero que comenzó con el presidente Francisco I Madero y siguió con Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, o los ajusticiamientos de caudillos como Emiliano Zapata y Pancho Villa.
La revolución institucionalizada y partidizada marchó con carro completo dándole migajas a la oposición, pero debutaron los jóvenes yupies tecnócratas desplazando a los antiguos “políticos-políticos” con Miguel de Lamadrid, que ya no heredó al “hermano que nunca tuvo”, Alfredo del Mazo, del grupo Atlacomulco, y puso en escena al inteligente cachorro economista del Clan de Agualeguas en Nuevo León, asociados con mafias de contrabandistas tamaulipecos.
Ese joven con futuro, en compañía de otros profesionistas pactaron ante notario público que cualquiera que llegara a la Presidencia, se la dejaría a otro del selecto clan y así sucesivamente para controlar México por treinta años.
Los de Atlacomulco presionaban a Salinas para postular al carismático profesor Carlos Hank González en 1994, incluso reformaron el artículo 82 constitucional pero dejaron un candado hasta 1999.
A fin de cuentas, en 1993 Salinas impuso al que quiso, ajeno a los grupos que lo presionaban: el de su hermano Raúl, Manuel Muñoz Rocha, su excuñado José Francisco, Manuel Camacho Solís y otros.
Salinas eligió al sumiso sonorense Luis Donaldo Colosio Murrieta, pero sin que lo sospechara, su alter ego de más confianza, Joseph Marie Córdoba Montoya, apostaba a que pudiera llegar en caso de fuerza mayor su alfil Ernesto Zedillo, el más calladito.
Cuando a finales de noviembre impuso Salinas a Colosio como precandidato del PRI, estalló la discordia y aquel grupo juvenil sintió traicionado el pacto y buscaría qué hacer por inusitado que fuera.
A los hankistas los engatusaron con que si se propiciaba la salida de Colosio el ‘Profe’ sería el sustituto; entonces manos a la obra material en Tijuana, entrenando gente para marzo en Baja California.
Hábilmente el más cercano a Salinas embarcó a camachistas y hankistas para cometer el atentado y una vez concretado el crimen en que fueron cómplices, tuvieron que permanecer calladitos en tanto iniciaba la parodia investigadora de la Fiscalía Especial.
El inverosímil monstruo Mario Aburto Martínez en su papel estelar de asesino solitario, en tanto murieron o desaparecieron los dobles entrenados, como el agente José Antonio Sánchez Ortega, del CISEN de Gobernación, donde despachaba el camachista Jorge Carpizo y en la PGR Diego Valadés, que prontito lo relevaron con el mexiquense Humberto Benítez Treviño, pero flanqueado por Mario Ruiz Massieu.
Córdoba Montoya se salió con la suya imponiendo a Zedillo como candidato sustituto, pero en el debate les comió el mandado al perredista Cuauhtémoc Cárdenas y al débil tricolor el hábil Jefe panista Diego Fernández de Cevallos, pero aún no era el tiempo marcado desde el país del norte para la alternancia en el poder.
Les quedaba la esperanza de que Zedillo no asumiera el mando en diciembre y entonces montarían como interino a José Francisco Ruiz Massieu; pero en las fiestas patrias, durante las bodas de plata de Manuel Muñoz Rocha en el Hilton de Las Vegas, decidieron quitarlo del camino.
Ni los del Cártel del Golfo ni los de Atlacomulco cederían un ápice y le cortaron las alas al camachista guerrerense. Como sea alcanzó a llegar Ernesto Zedillo para encargarse de la liquidación por cierre del PRI para el año 2000.
El sinaloense Francisco Labastida no pudo con el panista dicharachero apoyado por los del Cártel del Pacífico y después en el 2006, tampoco triunfó el tabasqueño hankista Roberto Madrazo, quedando en Los Pinos el desobediente blanquiazul Felipe Calderón Hinojosa.
Fue hasta el 2012 que el PRI volvió a ver la suya, permitiendo que el grupo mexiquense de Atlacomulco candidateara al sobrino de Alfredo del Mazo, quien se les quedó en la orillita en 1988.
Le queda al partido tricolor y a Peña Nieto un año y medio para definir su candidato para el 2018; ¿otro del Grupo Atlacomulco, un hidalguense o un sonorense?, no’más las patadas se oyen bajo la mesa, mientras Andrés Manuel López Obrador los malorea con su Morena.