* Boulevard de la muerte, en Chilpo

* Pesadas unidades exceden velocidad

* Durante años, nadie pone orden

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Iba a más de 120 kilómetros por hora.

Era un tráiler cargado con más de 30 toneladas de gravilla, tripulado por un sujeto inconsciente, escondido detrás de las ventanillas polarizadas, que se desplazaba por el boulevard Vicente Guerrero, de norte a sur, desde Tierras Prietas.

Claxonazos a todo lo que da, anunciaban su paso veloz, incontenible e imparable ante un imprevisto. Como esa unidad, hace apenas 15 días otro camión de volteo volcó a la altura del cuartel de la 35 Zona Militar, donde existe una peligrosa curva sin señalamiento. El resultado fue de daños cuantiosos, al camellón central y a vehículos.

Desde hace años no existe un patrullaje de ninguna corporación policial que someta a los automovilistas y choferes a disminuir la velocidad, pues se trata de zona urbana. Es un boulevard mal construido, mal diseñado, con accesos y salidas que han causado infinidad de percances y ni la Policía Federal ni Tránsito Estatal o local hacen caso de hacer respetar reglamentos y señalamientos viales.

Las laterales del boulevard se usan de estacionamiento por parte de camioneros cargados, que vierten aceites y diésel en la carpeta asfáltica sin que nadie les diga que es prohibido y pueden provocar un accidente. Nadie interviene en esa jungla de asfalto.

Atropellamientos de personas que no usan los puentes peatonales son incontables.

¿Cuántas muertes se deben contabilizar para que alguien tenga el poder de decidir que se respeten las medidas de seguridad vial en el boulevard Vicente Guerrero?

El Ayuntamiento de Chilpancingo no puede o no quiere. La Federal de Caminos es omisa. Tránsito del Estado sólo se aparece cuando está el gobernador en algún evento, para simular o hacer presencia. Y Protección Civil no puede invadir cuestiones que competen a otras dependencias apáticas, inservibles. La cosa es que nadie hace algo para evitar que sigan ocurriendo volcaduras por el exceso de velocidad de irresponsables chafiretes.

El tráiler cargado con gravilla ni razón social llevaba, acaso unas placas del servicio público pero sin saber si son de competencia federal o del transporte local. Los taxis colectivos, donde viajan cinco pasajeros y el chofer, como sardinas, es otro tema que permiten o toleran las autoridades federales y va contra lo estipulado en la capacidad de cada unidad automotriz.

Sin embargo, nadie parece tomar conciencia de las cosas. Se han acostumbrado a vivir en el desorden, en el desmadre. Total, si algo pasa se arregla con unos billetes. Esa es la corrupción, de cuerpo entero.

¿Sería mucho pedir a los policías y servidores públicos del Instituto de Formación y Capacitación Policial que estacionen sus automóviles fuera de la línea de acotamiento del boulevard? O de plano son muy influyentazos que les vale máiz prieto que un día de estos se los lleve de corbata un trailero ebrio, drogado o pasado de lanza.

Es el boulevard de la muerte. Tierra donde nadie respeta ni la vida de quienes no tienen la educación o les sobra la pereza de subir por los puentes peatonales inseguros, donde los asaltan con puntas o navajas.

¡Ay, Chilpancingo! Tan abandonado de la gracia divina. O a lo mejor hay otros temas más importantes que se muera alguien por un trailero hijuesu que no respetó los límites de velocidad.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.