Vestir con propiedad
Por Chanssonier
Hasta no hace muchos años los vecinos de esta ciudad, acostumbraban a vestir bien; el uso del traje de dos o tres piezas, era de hecho obligatorio entre la burocracia, que se presentaba a laborar siempre bien acicalada. De asistir a bailes nocturnos las mujeres llevaban sus mejores vestidos, así como los perfumes caros; los peinados eran sofisticados para agradar al galán de su preferencia. Por su parte los hombres sacaban de sus roperos sus costosos trajes, porque fiestas de postín no eran frecuentes; solo en la época navideña se desempolvaban las prendas.
En la actualidad los altos funcionarios del gobierno estatal, acuden a sus labores portando guayaberas yucatecas, en tanto los empleados lo hacen con pantalón, playera y camisa; en esto mucho tiene que ver el clima, que eran templado-frío siendo en la actualidad caluroso la mayor parte del año. De allí los nuevos hábitos. Hace poco más de sesenta años era regla no escrita, acudir a las oficinas de gobierno con traje; desde el más modesto empleado hasta el de más alto nivel, acudía a sus labores entrajados ellos y muy bien vestidas ellas, habiendo para el caso sastres y costureras para tal fin.
Excelentes sastres fueron los miembros de la familia Vázquez, quienes tuvieron su acreditado taller en la segunda calle de Madero; debido a la alta calidad de los trabajos que realizaban, gozaron de la preferencia de una clientela exigente, que allí encontraban la calidad que requerían. A la muerte de su padre y la partida de su hermano a la ciudad de México, Nachito Vázquez se quedó solo en el taller, el que cerró más adelante para atender una perfumería de su propiedad, en donde la muerte acabó con su existencia.
Sastre de la vieja guardia fue don Samuel Méndez, cuyo taller lo instaló en la segunda calle de Guerrero, teniendo como clientela a gentes de la tercera edad, las que buscaban vestir ropa conservadora; por aquél tiempo empezaban a comerciarse las telas sintéticas, no siendo partidarias el señor Méndez, quien procuró siempre el uso de la lana por ser mejor manejable. Por espacio de más de medio siglo don Samuel tuvo su taller en el lugar manifestado, el que cerró sus puertas al ocurrir su sentido deceso; ninguno de sus familiares se dedicó a esta actividad.
En la segunda calle de 5 de Mayo instalaron su sastrería “Nuevo Mundo”, los hermanos Alarcón, cuya clientela fue mayormente gente adulta, como el ex gobernador licenciado Rodolfo Neri, quien vivía frente al taller. Gente mayor era la que formaba parte de sus favorecedores. Como sus otros colegas el taller cerró sus puertas al fallecer sus dueños.
Discípulo de los Vázquez, Melchor Calvo, instaló su sastrería en la esquina de 5 de Mayo, esquina con Dr. Liceaga. Frente a su negocio colocó un letrero que decía: “Melchor Calvo C., sastre cortador viste a príncipes y gente mejor”. Su clientela fue mayormente de jóvenes; pro aquél entones la tela llamada fil-a-fil cambió los padrones del vestir, desechando la lana que por muchos años fue la preferida en el mercado; además popularizó las chaquetas sin solapas, así como los pantalones sin valenciana. Este maestro de la tijera murió en plena juventud.
Don Ezequiel Alday fue otro reputado sastre; su clientela fue variada. Las mujeres por lo general eran vestidas por modistas, cuyos talleres estaban dentro de sus propios domicilios. Por su buena confección algunas de ellas alcanzaron bien ganada fama.