¿Posgrados chafas?

 

Por Felipe Victoria Zepeda

 

Quienes estudiaron  Leyes en alguna universidad formal, por supuesto recuerdan nombres de algunos  autores de libros de texto que tuvieron que estudiar, inclusive atesoran los ejemplares tan caros que adquirieron.

Claro que adornan algunos despachos, pero igual sirven para salir de dudas en algunos casos; no todos los nuevos profesionistas son esclavos del aparatito de telefonía móvil con aplicaciones de Internet.

Hoy día hasta existen o pululan sedicentes médicos que vía cibernética checan síntomas y se atreven a diagnosticar y prescribir medicamentos, los resultados son funestos en ocasiones.

En el mundo de la abogacía y especialmente en materia penal, los agentes investigadores del Ministerio Público  deben conocer al dedillo los delitos en especial y saber encuadrar conductas a los tipos penales para poder  hacer consignaciones exitosas, pero eso en Guerrero es precisamente el talón de Aquiles de los encargados de procurar justicia.

Desde hace años a cada rato se escucha que les imparten cursos especiales, pero no se han visto resultados positivos. Lamentablemente muchos dicen ser abogados titulados, pero sabe Dios como habrán conseguido la calificación en derecho penal

¿Mala fama que en la antigua UAG las calificaciones se cotizaran según marcas de  botellas con Wiskhey o Cogñac, o por salidas a bailar con los maestros las damitas?; práctica común no solo para la carrera de Leyes sino para todas las demás, con los resultados de la no aceptación ni reconocimiento de sus títulos profesionales en el resto de la república mexicana.

Si eso  sucedía respecto a los títulos, ya se imaginarán los amables lectores lo endeble de las maestrías, doctorados y maestrías…

El martes pasado leí al inolvidable catedrático René González de la Vega en las redes señalando que:

“He leído que: “mi licenciatura no da para más”, no crezco, debo “Chin…trabajar—más”. Eso significa irremediablemente ir a cursar un posgrado donde sea y como sea, pero “papelitos hablan” y para crecer debo “ser Doctor, o al menos Maestro”.

“Se piensa que un posgrado brinda mejores herramientas de práctica profesional y eso es falso. Lo malo es que los jefes o patrones lo creen y lo exigen”.

“En mis tiempos, a esos que ahora son figuras públicas, eran sólo licenciados en Derecho. No se usaban los posgrados; eran para los académicos. Pero se vino la moda de los “doctores y maestros”, y todos son ahora eso, restando valor a quienes en verdad lo han logrado en Universidades importantes para hacer vida académica”

“Cuando fui ¨Procurador de Justicia traté con muchos agentes del MP, algunos me impresionaron y los ascendí, otros eran unos burócratas. Nunca pregunté su grado académico, pues me importaba su capacidad práctica. Hoy, se pregunta por los títulos y eso es una burrada.

Se debe ser bueno en lo que se hace, no se gana nada con papelitos, menos de instituciones dudosas. Crean en ustedes”…

Pareciera un dardo a la medida para la UAGro del fallido suspirante a candidato Javier Saldaña y tantas escuelas patito…

Pero mejor voy a lo que nos cuenta Marcial Fernández en El Financiero, relatando que José Menéndez, fue uno de 
los personajes más pintorescos de principios del siglo XX mexicano.

“Nació en 1876 en un pueblo de Asturias, España. Llegó al puerto de Veracruz y, en Villahermosa, Tabasco, probó suerte en una compañía teatral ambulante y, más tarde, con tres centavos en el bolsillo, viajó a la ciudad de México, en donde logró sobrevivir de limosnero

Su vida de vagabundo terminó cuando la policía detuvo, por un pleito en la calle de Dolores, a un torerillo amigo suyo. Ese día José Menéndez cayó en cuenta que simpatía y labia eran suficientes para litigar en este país, de manera que, sin licencia de abogado, empezó a liberar a delincuentes menores, prostitutas, escandalosos en la vía pública y gente del pueblo en desgracia.

La fama de José Menéndez creció cuando en 1909 sacó de la cárcel al banderillero José Traverso, asesino del matador de toros Sebastián Chávez Chano, alegando la “legtítima defensa”

Empezó a utilizar un sombrero como salido de un cuadro de Rembrandt, capa negra y, por corbata, una chalina que le valió el mote de El Hombre del Corbatón. Alguna vez en Lecumberri alguien se burló de él diciéndole abogado sin título y José le reviró: “adiós título sin abogado”

Durante la Presidencia de Álvaro Obregón, quisieron aplicarle  el Artículo 33 constitucional por ejercer la abogacía sin título profesional, pero cuando José Menéndez estaba a punto de ser deportado, la gente del pueblo armó tal escándalo que La deportación no se llevó a cabo y El Hombre del Corbatón siguió litigando en favor de pobres y de ricos, hasta el final de su vida. En 1959”

En la UNAM lo toman de ejemplo para  que abogados ayuden  a gente necesitada litigando gratis a cambio de haber estudiado gratis…

Pero como no hay más cera que la que arde; apreciamos que hoy gastan mucho en posgrados, doctorados, diplomados y maestrías sin demostrar ser abogados eficientes, como bien  lo aprecia el jurista René González de la Vega, autor de  impresionante colección de textos universitarios y ex funcionario federal de primeros niveles y alguna vez procurador de Guerrero con José Francisco Ruiz Massieu…