*Benito Bello relató con detalles a reporteros los hechos registrados en comunidades de la Sierra

 

Fernando Hernández

 

YEXTLA.— Benito Bello Meneses, comandante de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), quien sobrevivió a los ataques de un grupo de sicarios de la comunidad de El Naranjo, municipio de Leonardo Bravo (Chichihualco), denunció a reporteros de diversos medios que los militares, después de desarmar a sus compañeros la tarde del miércoles, los entregaron a un escuadrón de la muerte encabezados por la gavilla de los hermanos Villalobos, que opera en la zona serrana de Tlacotepec y San Miguel Totolapan.

“Nuestros compañeros fueron entregados a los sicarios por los militares, igual que se hizo con los estudiantes de Ayotzinapa”, aseguró.

Un grupo de reporteros que se dirigía a la comunidad de El Naranjo, encontró a Bello Meneses caminando en la brecha que comunica a la comunidad de Yextla con El Naranjo.

El comandante de la UPOEG relató a los comunicadores que logró huir después de que la noche del miércoles fueron atacados por un comando de sicarios –dijo que eran 500— que venía desde la comunidad de Valle Xóchitl, que pertenece al municipio de General Heliodoro Castillo (Tlacotepec).

Benito Bello precisó que la tarde del miércoles, cuando la Policía Ciudadana de la UPOEG estaba por tomar el control de la comunidad de El Naranjo, fueron advertidos por un niño de que eran esperados por al menos 500 sicarios que se habían esparcido en las inmediaciones de un punto conocido como La Milpa.

Recordó que fue enviado un grupo de la UPOEG al lugar y se desató la balacera. Eso fue, indicó, alrededor de las 18:00 horas. Y entonces fue cuando llegó un grupo de militares.

En su testimonio, el comandante de la UPOEG detalló que los militares desarmaron a gran parte de los alrededor de 80 integrantes de la Policía Ciudadana que incursionaron en las comunidades de la sierra a petición de los pobladores.

Aseguró que alrededor de 20 de sus compañeros fueron entregados por los militares a los sicarios de la banda de Los Villalobos, a quienes se relaciona con el cártel de Los Rojos.

“Nos quitaron todo los guachos, las escopetas, todo, ellos llegaron después de la balacera. Yo les pedí que entrarán y que me dejarán hacer mi trabajo, no quisieron carnal, nada más nos dijeron que nos iban a desarmar”, relató aún con el miedo reflejado en sus ojos.

Aseguró que a pesar de que los militares se dieron cuenta de que había una balacera, se negaron a intervenir o a permitir la intervención de la UPOEG.

Agregó que suponía que al menos 14 de sus compañeros habían sido asesinados y que había posibilidades de que sus cuerpos hubieran sido tomados por los atacantes.