* Tensa calma en los municipios de Leonardo Bravo, Eduardo Neri y Heliodoro Castillo, tras la violencia desatada el miércoles

 

José Molina

 

Los pueblos de los municipios de Eduardo Neri, Leonardo Bravo y Heliodoro Castillo, enclavados en la Sierra, no cuentan con transporte público, médicos, ni maestros, desde hace varias semanas, producto de la ola de violencia que ha generado la confrontación entre grupos delincuenciales.

El último enfrentamiento entre dos grupos ocurrió el pasado miércoles 5 de septiembre entre Xochipala y Filo de Caballos, sobre la ruta que conecta a Chilpancingo, con Tlacotepec (considerado el corazón de la Sierra).

El momento cumbre de diversos enfrentamientos ocurrió en La Laguna, una pequeña comunidad de Eduardo Neri, donde a los pobladores literalmente ‘les llovió plomo’ y en cuestión de una hora las calles se tapizaron de cascajos de balas. El resultado: un policía rural estatal muerto (al que le destrozaron la cabeza) y cinco elementos más heridos.

 

Sin salud, educación ni transporte

 

Antes de los últimos enfrentamientos registrados, el transporte que cubre las rutas Chilpancingo-Tlacotepec y Chilpancingo-Filo de Caballos, había suspendido sus salidas y mantenían cerrados sus sitios en la capital porque varias unidades han sido quemadas y algunos conductores asesinados.

Los maestros y doctores que a diario viajaban a sus centros de trabajo en esa zona, decidieron ya no acudir ante el riesgo de que los maten, dejando sin clases ni consultas médicas a miles de personas; ancianos, adultos, jóvenes y niños que en muchos de los casos no cuentan con los recursos para viajar a Chilpancingo en caso de alguna urgencia.

Y es que la mañana del miércoles, un grupo armado proveniente (al parecer) de Tlacotepec, bloqueó la carretera en el tramo Casa Verde-Filo de Caballos, cerca de Xochipala, atravesando e incendiado seis vehículos entre los que había una urvan del servicio público.

En algunos de los vehículos incendiados viajaban maestros y doctores que se dirigían a sus lugares de trabajo, quienes además de ser despojados de sus automóviles, fueron sometidos y amenazados, por lo que a pie retornaron y buscaron quien los ayudara para regresar a la capital.  

Otros grupos se enfrentaron a balazos en los poblados de Puentecillas, Carrizal de Bravo y La Laguna, convirtiendo a esta parte baja y media de la Sierra, en una zona de guerra.

Los profesores y médicos de estas localidades también se sienten inseguros y decidieron no acudir más “hasta que haya verdaderas garantías de seguridad”.

 

Tensa calma

 

Durante un recorrido por el corredor Casa Verde-Corralitos, un día después de los hechos, se pudo corroborar que las escuelas de preescolar, primaria y secundaria se encuentran cerradas. No hay niños ni maestros. Sin embargo, algunos pobladores mencionan que hay varias escuelas en las que no hay maestros desde hace más de tres semanas.

El Centro de Salud de Carrizal de Bravo y el hospital de Filo de Caballos, se encuentran en las mismas condiciones; cerrados. Esto significa que un importante número de pueblos de la Sierra se ha quedado sin atención médica.

El jueves, un grupo de más de 60 elementos de la Policía Estatal, Unidad de Fuerzas Especiales y Rural, recorrieron los poblados donde se han registrado enfrentamientos durante los últimos días.

En los poblados que recorrieron se percibía una tensa calma. Xochipala, La Laguna, Tres Cruces, El Mirabal, Los Morros, Campo de Aviación, Filo de Caballos, Carrizal de Bravo, Puentecillas, El Ranchito, Corralitos, entre otros.

En la comisaría de La Laguna, donde se registró un enfrentamiento la mañana del miércoles, elementos de la Policía Estatal instalaron su destacamento, por lo que los pobladores intentaban realizar sus actividades de manera normal. Había personal de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), reparando la energía eléctrica porque esta fue cortada por un grupo armado.

En Corralitos, donde había familias desplazadas por enfrentamientos anteriores, se observa que menos de la mitad de pobladores regresaron a sus viviendas. La mayoría vende duraznos, peras y otras frutas que cultivan, pero por la carretera no pasa ningún vehículo.

Los pobladores de estos pueblos dijeron que viven con miedo porque cada día hay amenazas o se registren enfrentamientos entre los distintos grupos de la delincuencia organizada; una guerra que solo ha afectado a la población que ha quedado ya sin educación, salud ni transporte. (API)