Alejandro Mendoza

Si hay algo de lo que carecen aquellas personas arrogantes y soberbias que logran el éxito o alguna meta o propósito en la vida, es justamente de humildad. Y hoy es algo que purpura en muchos actos, comportamientos, pensamientos y expresiones de gente que cree que está por encima de los demás.
La humildad es un principio en el que la mente, el corazón y el alma de una persona se conectaron, para entender en un nivel de alta conciencia, que nada bueno trae ponerse por encima de los demás sólo para satisfacer deseos personales y egoístas.
La humildad es la conciencia que tenemos acerca de lo que somos, de nuestras fortalezas y debilidades como seres humanos, y que nos impide por lo tanto creernos superiores a los demás. Los que son humildes no se sobreestiman ni maltratan a los menos favorecidos desde el punto de vista social, económico, políticos, cultural o de educación.
Conocer nuestras propias debilidades y limitaciones, y actuar en consecuencia, plantea un escenario en el que la persona ha alcanzado un estado que permitirá ser factor de cambio y un instrumento útil para contribuir a mejorar determinada situación.
Cuando no hay humildad, muchos le llaman soberbia, prepotencia o arrogancia. Lo interesante sería descubrir qué es lo que provoca que el ser humano incurra en semejantes antivalores, para detrimento suyo y de quienes lo rodean.
Hay quienes en la vida se afanan por una posición social adinerada, una posición de poder político, un aspecto físico atractivo, un cargo en el gobierno, un intelecto envidiable para los demás y podríamos acrecentar la lista de todos los deseos justificados o no, pero que muchas veces terminan esclavizando a la persona y convirtiéndola en una marioneta.
Entre las diferentes concepciones de especialistas en esta área destacan que humildad también es aceptar que no somos perfectos, que somos humanos, capaces de cometer errores, y que vinimos a esta tierra a aprender de ellos, y de muchas otras fuentes.
Muchas veces se olvida que no existe diferencia alguna en nosotros y que nadie es mejor que nadie, sino que cada quien tiene su valor, y todos tenemos nuestros aportes importantes que realizar. Cada quien tiene su talento y sus dones, y desde luego que puede serle útil a la sociedad y a su generación.
No hay nada que pueda justificar que una persona viva completamente sin humildad, pues la conducta de un individuo en tales circunstancias siempre generaría desastre, caos y tragedia.
De alguna manera la gran mayoría tiene la idea de que nadie tiene el derecho de actuar con soberbia, pisoteando a los demás, haciéndoles sentir inferiores, o que ellos son mejores que nadie, con su ego inflado y sus ínfulas de súper héroe de quinta categoría que ellos mismos se han otorgado.
La gran mayoría de las personas quieren un contacto con gente sencilla y de actitud humilde. Con una persona así se desea volver a tener contacto frecuente, conversar animadamente, conocerla mejor, establecer una amistad sincera.
Lo cierto es que caso contrario ocurre con las personas arrogantes y soberbias, con las que nadie quiere juntarse, a menos que sean personas de su misma especie, ya que solo así se pueden soportar, al menos como un asunto de supervivencia en grupo.
Me gusta esto: Que no se nos olvide que todo aquello que puede elevar nuestro ego: dinero, poder, belleza, es pasajero, y al final del día a las personas se les recuerda por lo que fueron, no por lo que tuvieron.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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