Isidro Bautista

Con moderado entusiasmo fue recibido en Guerrero el destape de José Antonio Meade como aspirante a la candidatura del PRI a la Presidencia de la República. Hay, sin embargo, razonables motivos para asegurar, si logra triunfar en la contienda electoral, que a esta entidad federativa le va a ir bien.
Habrá que admitir el hecho de que prácticamente aparece en el escenario político casi en ceros, y que desde hace meses y meses nadie ha podido alcanzar y menos rebasar a Andrés Manuel López Obrador en las preferencias rumbo a la residencia oficial de Los Pinos.
Hay varias razones para suponer que a Guerrero le iría bien, si gana obviamente la elección presidencial. Una de éstas, que no es desdeñable, es que más allá de la fluida coordinación institucional y la relación política que establecieron el gobernador Héctor Astudillo Flores y el propio Meade, primero como secretario de Desarrollo Social y luego como titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, se dio entre ambos un cordial vínculo personal que seguramente traerá efectos benéficos para el futuro de los guerrerenses.
No debe olvidarse que en alguna medida el atraso en el desarrollo económico y la inestabilidad política en ciertas etapas históricas de este estado, se explica en las tormentosas relaciones que desde hace muchos decenios los gobernantes de Guerrero han tenido con los presidentes de la República.
Por citar un caso: está la tirante relación y la rivalidad política existente entre el gobernador Alejandro Gómez Maganda y el presidente Adolfo Ruiz Cortines. Hay varios casos más, pero citarlos sería quizá tema de un artículo dedicado específicamente a analizar las relaciones entre Guerrero y el gobierno federal.
Al otro extremo, la buena relación política y personal de quienes tuvieron la oportunidad de ser mandatarios del estado con los presidentes de la República, en las épocas en que coincidieron, trajo circunstancias provechosas para Guerrero.
Aquí citamos solamente, a manera de ejemplos, los casos de Rubén Figueroa Figueroa y José Francisco Ruiz Massieu.
El llamado Tigre de Huitzuco era cercanísimo —se dice que hasta compadre— de uno de los dos presidentes con los que trató siendo gobernador del estado: Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, lo que lo convirtió en un mandatario poderoso y con vastos recursos financieros que le permitieron emprender una importante obra pública que impulsó económica y urbanísticamente a algunas ciudades y regiones del estado.
De Ruiz Massieu, se sabía del vínculo familiar que existía con el presidente Carlos Salinas de Gortari, que se tradujo en un gran respaldo en las tormentas políticas que sacudieron al gobierno del brillante intelectual e ideólogo que fue.
Estos dos ejemplos claramente ilustran que cuando un gobernador del estado tiene una relación personal y política con el gobierno federal, las cosas mejoran.
Aunque no le presten la atención debida, Guerrero es como un asunto de seguridad nacional. Por la narcoviolencia, pero también por las oprobiosas condiciones de pobreza y rezago social que parecen estar reactivando gérmenes de otro tipo de violencia que, mezclada con la que ejercen los grupos de la delincuencia organizada, puede convertirse en un coctel explosivo cuyas consecuencias son difíciles de predecir.
Seguramente en el diagnóstico y en el mapeo de los conflictos actuales y potenciales que enfrenta el país y que muy posiblemente tendrá en sus manos Meade, tan pronto se convierta en el candidato presidencial del PRI, Guerrero tendrá un lugar especial.
Aunque la izquierda en Guerrero está disminuida, dividida o desorganizada, no se podrá echar en saco roto que hay muchas simpatías por el que será el candidato presidencial morenista.
Eso es algo que los estrategas del PRI y su candidato no dejarán de lado y es previsible que la campaña tenga en Guerrero un activismo mayor.
Por cierto, hasta donde se observa, con la aparición de Meade dentro del PRI mejoran las posibilidades de Manuel Añorve Baños para ser candidato en 2018, porque de los aspirantes priístas a algún cargo de elección popular es el que ha tenido el mayor acercamiento con él.
Meade y el PRI, contra lo que dicen los promotores de la maledicencia, tendrán en Astudillo y en la fuerza de los priístas guerrerenses, a sus mejores aliados.
Si a Meade le va bien, a Guerrero también. Y esa será la cosecha de Astudillo.
Al tiempo. isidro_bautista@hotmail.com