Alejandro Mendoza

 

Siempre hay casos de personas que pierden el piso o, como dice la vox populi, se suben al tabique y se marean. Se trata de quienes se vuelven autoritarios, arrogantes, soberbios, insensibles cuando son nominados o nombrados para ocupar algún cargo de responsabilidad grande o pequeña. Como sea, en los dos casos, la persona se transforma.
El sentirse superior a los demás es un comportamiento que comienza asumir quien no tiene conciencia de la dignidad de su persona ni de las demás. No hay madurez, responsabilidad, solidaridad, justicia en el trato con sus subalternos.
En estos casos regularmente todos hablan mal del jefe, a excepción de sus incondicionales por los beneficios que reciben. Se quejan contra él por ser una persona inhumana con las necesidades de los demás. No tiene respeto hacia nadie. Sólo piensa en sentirse bien con su egoísmo recalcitrante.
En todo el espectro de la sociedad se manifiestan este tipo de conductas que sólo agudiza la profunda división de una comunidad, que de por sí, enfrenta terribles males que la mantienen postrada y empobrecida.
En un escenario así, se deterioran las relaciones humanas, las instituciones, los liderazgos, las organizaciones, en lo social, lo privado y lo público.
Muchas veces tener éxito o lograr una meta u objetivo, si bien es digno de reconocerse, no debe ser motivo para perder el piso. Sin embargo, hay muchos casos que ocurre inevitablemente un cambio de conducta de la persona, al grado, que comienza a pensar que nadie le merece porque todos son inferiores a ella.
La revista ‘Fahrenheit Magazine’ lo contextualiza de la siguiente manera: “Le tomó tiempo ocupar ese lugar. Tenía talento, dio los pasos adecuados, expuso y consiguió atención de la crítica y vendió bien; pasado el tiempo, mejor. Lo invitaban a los grandes eventos culturales, era el consentido de las empresas, de los gobiernos. En prensa se comentaba sobre su obra y sobre él, tanto en el extranjero como en el país. El artista gozaba leyendo sobre sí mismo, internet le dio la posibilidad de tener acceso a todo comentario, crítica o foto que apareciera. Pasaba largas horas en ello. Fue cuando empezó a flotar”.
Es así como las personas comienzan a despegarse del piso y pierde el sentido común de la realidad. Primero se sube al tabique, después flota una pulgada y termina con una elevación continúa del piso.
Desde luego que la expresión popular perder el piso o subirse al tabique y marearse, encierra una carga tremenda de sabiduría y es muy acertada.
La descripción de ‘Fahrenheit Magazine’ es más que elocuente: “Son imágenes y apelan al sentido metafórico. Sentar cabeza, echar raíces, andar en la luna. Son nuestra poética de vida, nuestro asidero. Lo terrestre siempre alude a lo concreto, a sembrar, cultivar, cosechar. Andar volando acarrea sus riesgos y peligros. Lo soñador no siempre es atributo. Inflarse de elogios sustituye las razones originales y es sólo aire lo que mantiene a flote. Vivir de elogios, comer de ellos, necesitarlos. El arrogante siempre se debate en su ego…”
Lo cierto es que la altivez, la arrogancia y la soberbia, es una triada que sólo anuncia la inevitable caída de una persona. El antídoto, siempre, es no perder el piso ni subirse al tabique y marearse.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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