Alejandro Mendoza

 

Hay conductas humanas que complican, en casos extremos de manera premeditada impiden, que el desarrollo integral de una persona o comunidad se haga una realidad, porque así les conviene a quienes, desde su óptica, pretenden tener el control de las cosas para su beneficio personal o cupular.

La realidad de la sociedad es que se encuentra atrapada por una red de conductas ambiguas e interesadas a utilizar la masa humana para saciar apetitos voraces de poder y riqueza.

En este contexto es necesario hacer esfuerzos ciudadanos verdaderos y reales que permitan superar el alto grado de intolerancia en muchas áreas de la política, el gobierno y la sociedad, así como todas las consecuencias que surgen de este escenario y que hoy más nunca están a la vista pública.

Aunque no hay espacio de la vida pública y privada que escape a esta terrible circunstancia, no cabe la menor duda que es en la política y el gobierno en donde se ha hecho un gran nudo que impide que la gente, en su mayoría, pueda ver el futuro con fe y esperanza.

Definitivamente se necesita de grandes esfuerzos y acuerdos para enfrentar y superar los grandes problemas políticos, económicos, sociales, culturales. Es necesario plantear una cultura política que permita salir al paso a la creciente falta de credibilidad y de confianza en la práctica política prevaleciente.

Es de destacar que la falta de esta cultura política alienta y reproduce de manera arbitraria y nociva la confabulación o la confrontación en el ejercicio de la política y de gobierno.

Ausente de la realidad social lacerante que se enfrenta, la práctica política está sumergida y aprisionada por la red de toda clase de intereses que defienden de manera personal o grupal dentro de los partidos políticos.

Los protagonistas de la política se encuentran atrapados dentro de un vicio continúo del que sólo se podrá salir a través de cambios de fondo, cuantitativos y cualitativos. De no ser así, seguirá todo inmerso en un círculo vicioso, sin posibilidad de ningún cambio que mejore las condiciones actuales.

Seguirán vigentes los acuerdos, los pactos, las confrontaciones, los pleitos, las confabulaciones, los engaños y más, pero en el fondo, todo seguirá igual. Nada cambia y nada cambiará.

En el ideal imaginario la gran mayoría desea el surgimiento de una nueva sociedad consciente, de una nueva forma de hacer política, de un nuevo ejercicio del poder, de una nueva acción de gobernar. Todo en beneficio de la colectividad.

Las reformas estructurales del gobierno peñista no ayudaron en nada a la gran mayoría de la sociedad mexicana. Sólo a un grupo de poder.

Por eso los acuerdos o pactos deben estar sustentados en el hecho de que en verdad se inicie una modernización de la estructura social y política que permita el fortalecimiento de la democracia y a la consolidación del Estado de Derecho, mediante la subordinación del poder a la ley.

La cultura política actual es de constante violación a la ley, generada incluso, desde el interior de los mismos partidos políticos. Cuando surge un dirigente o candidato de manera pública ya viene de por sí en la ilegalidad, producto de los acuerdos en lo oscurito. Y en tal escenario no se puede esperar que tenga respeto por la ley al momento de ejercer el poder.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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