* Rapiña oficial

* La Atlántida moderna

 

Isaías Alanís

 

Un acontecimiento que dio pie al aprovechamiento de los recursos federales para casos de desastres o siniestros naturales, y representó un parte aguas histórico, ocurrió en Tabasco, donde el exgobernador actualmente encarcelado, Andrés Granier, amigos y familiares se aprovecharon de la inundación más catastrófica que ha tenido la capital, Villa Hermosa y gran parte del estado, y se inundaron de dinero ilícito a costa de los damnificados y del erario. En este mes de la patria fracturada en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas y Tabasco, la acción del terremoto, los huracanes y la desidia oficial, han convertido a esos estados en centros de rapacería política. En Veracruz la ayuda humanitaria les llega a los veracruzanos afectados a través de la careta oficial del gobernador bajo el disfraz de una fundación de nombre “Yunete”.

Julio Hernández, columnista de La Jornada, lo escribió y tuiteo en su cuenta: “El oportunismo y el cinismo políticos de los Yunes panistas no debe sorprender a nadie. Ni la rapacidad respecto a los recursos asistenciales”. Por su parte, Diego Luna, llamó a Miguel Ángel Yunes “un sinvergüenza” tras la partidización de la entrega de despensas a los afectados por el Huracán ‘Katia’ en Coatzacoalcos y Boca del Rio.

Hacer una crónica sobre cómo se han aprovechado políticamente en toda la historia de las tragedias mexicanas no es para esta notas, lo que hay que destacar es la solidaridad del pueblo mexicano frente a la hurto de alcaldes, gobernadores y políticos que aspiran a mantenerse en el poder. Casos sobran, pero lo más llamativo es no solo el negocio fácil que se hacen con concesiones y compras, con amigos empresarios que venden despensas al doble o facturan al triple. Del hurto y guardaditos para futuras campañas, o ya de plano utilizar los desastres en Oaxaca, Chiapas y Veracruz para iniciar una campaña para futuros votantes mediante dádivas nacidas del dolor y toda la parafernalia electoral que se práctica en México ante la ceguera y complicidad de los órganos electorales.

Por mensajes de amigos, sabemos que Oaxaca está en ruinas, sobre todo el Istmo de Tehuantepec, zona añorada y centro del terremoto que mantiene en vilo a miles de habitantes. Miles de casas, edificios históricos destruidos, una población abandonada en plazas y calles, y por otro lado, un gobernador “yupi” que su única confrontación con la realidad desastrosa de esta naturaleza fue cuando se le ahogó su mascota en el mar y nadie la pudo salvar. En las entrevistas a José Murat se le nota desangelado, descontextualizado, nervioso y sin saber que decir o que “ler”, y cómo leer el parte escrito en una cuartilla por sus asesores. Un mensaje desarticulado y mal leído por el hijo de otro Murat capaz de en momentos de crisis dispararse un balazo.

Y Rosario Robles Berlanga le echa la culpa a los comunicadores sobre la incoherencia de las cifras oficiales sobre la cantidad de muertos y damnificados, que hasta el cierre de hoy son más de un millón y casi ya cien muertos, cifra que irá aumentando en cuanto se remuevan los escombros, sobre todo en comunidades istmeñas que están incomunicadas.

Menuda lección para los mexicanos es saber que en momentos de crisis, si bien el Ejercito pone en práctica el Plan DNIII de ayuda a la población civil, topos, cuerpos de socorro, socorristas anónimos e instantáneos, en otros niveles del socavón o catacumbas oficiales se planea sacarle raja al dolor humano, la pérdida de vidas y bienes materiales que con muchos esfuerzos han comprado, no significan nada para los mercaderes del voto y de la tragedia humana.

Ojalá esta vieja práctica sea erradicada de las instancias oficiales y hagan su trabajo para el que les pagamos, porque todo lo que llega a los damnificados no es un regalo, tampoco una dádiva, es un compromiso del Estado mexicano.

Y en paralelo que las organizaciones de la sociedad civil, artistas y creadores que se están organizando en diferentes capitales del país para brindar ayuda no sea mal repartida como ya ha sucedido desde los temblores del 85.

En estos momentos hay cientos de miles de ciudadanos, hombres y mujeres que están colaborando y haciendo aportaciones para los damnificados, ojalá que todo lo recabado no termine en una bodega de algún partido o en una tienda de abarrotes, como ha sucedió en otros casos.

Nuestra solidaridad con un corazón de palabras para los que perdieron todo, y nuestro acompañamiento con cantos y versos para los que han perdido a sus seres queridos. Vaya esta solidaridad con estadunidenses y cubanos, y todos aquellos hermanos latinoamericanos que están sufriendo los embates de la naturaleza, a la que por cierto hay que comenzar a cuidar; si no, un día no muy lejano, lo vamos a lamentar con la desaparición de ciudades enteras y el desequilibrio ecológico más rampante que el que padecemos en la actualidad.

La ciudad desaparecida de la Atlántida, narrada por Solón y que fue conocida en el mundo occidental por Platón en uno de sus Diálogos, será nada comparado con el impacto de los glaciares que se están derritiendo en los polos árticos, producto del calentamiento global y del deterioro de la naturaleza, fenómeno que impactará en todas las costas del mundo, principalmente en los Estados Unidos, que por boca de su presidente neonazi, niega su participación como nación poderosa en la solución al drama y el holocausto que se avecina por el calentamiento global.

¿Está la humanidad ante un espectáculo devastador de una Atlántida moderna?