Alejandro Mendoza

 

Cuando se trata de hablar de los retos de la sociedad, es un tema bastante complejo y complicado, debido al entramado de intereses que se cruzan y que se mezclan en todas las áreas que la componen.

De acuerdo con el sociólogo Max González Reyes, vivir en sociedad presume grandes retos. Y quisiera compartir algunos puntos de vista que sobre este tema expresa y con los cuales coincido plenamente.

Desde los albores de la humanidad uno de los temas centrales consiste precisamente en cómo organizarse para tener relaciones entre humanos lo más equivalente y llevadera posible.

Desde el punto de vista del estado de naturaleza, todos nacemos en igualdad de condiciones. Es a través de la convivencia social, del contacto con los demás, como se establecen las relaciones sociales, económicas, políticas, sentimentales y valorativas entre los individuos.

En ese caminar como sociedad los seres humanos entrelazan relaciones que permiten sobrevivir a los cambios de la naturaleza y a los de la propia sociedad.

Y como dice V. Llorca, la ética impregna toda la vida social. Está relacionada con nuestros derechos y deberes como ciudadanos y ciudadanas, con nuestra democracia y con la confianza en uno mismo y en los demás. En otras palabras, la ética no es ajena a ninguna actividad humana, de forma que podemos hablar de una “ética médica”, una “ética profesional” y una “ética política”, entre otras. Esto es así porque la ética exige la coherencia personal y gracias a ella se puede impedir la instrumentalización de otras personas y conseguir que se respeten los derechos humanos.

Aunado a ello, el crecimiento de las sociedades llevó a establecer reglas de convivencia entre los humanos. Ninguna sociedad es igual, a pesar de que sean conformadas por seres aparentemente iguales. En ello influyen desde los modos de ser de los individuos, la ambición –intrínseca al ser humano— y hasta el clima. Por ello fue necesario establecer leyes que, no importando la condición social o humana, fueran respetadas por todos. Derivado de ello se vio la necesidad de poner un “guardián” de los asuntos públicos.

González Reyes considera, y lo comparto plenamente, que es mediante la aplicación de la Ley que se compromete tanto a gobernantes como a gobernados a respetar lo que determinada sociedad considera “bien común”; por ello se representa a la justicia con una venda en los ojos y con una balanza en la mano, como una representación de que la justicia es ciega y sólo tiene para juzgar lo que los inculpados presenten como pruebas para así inclinar la balanza.

Los acontecimientos recientes en México reflejan que han fallado los mecanismos de convivencia social. Somos testigos de cómo la aplicación de la Ley dista mucho de lo señalado anteriormente. La justicia se vende al mejor postor. El sentido de solidaridad, el cual acompañó al ser humano desde sus orígenes mismos, en nuestra sociedad se ha perdido; pareciera que el “sálvese quien pueda” es el denominador en nuestra vida común.

El tejido social en nuestro país se ha roto, y no se ven indicios de que pueda reestablecerse. Las formas de convivencia social están deterioradas. Mientras el discurso oficial señala que México avanza a la prosperidad y el progreso, la realidad camina en sentido contrario: el saqueo, el vandalismo, la violencia, por decir lo menos, lejos de disminuir, aumentan. Las políticas públicas para contrarrestar dichos fenómenos no han dado resultado. El Estado ha sido rebasado por la realidad. Gobiernos van, gobiernos vienen, y la criminalidad, la falta de oportunidades en áreas como la educación, el empleo, en síntesis, de movilidad social, están cada vez más lejos.

La confianza de la sociedad a las instituciones está casi extinguida. Basta ver las encuestas de opinión en torno a las campañas de los partidos, de candidatos y funcionarios. Muy pocos –por no decir nadie— confía que con el cambio de gobernantes en los próximos años mejoren las cosas. Lejos de ello, el deterioro de la vida política cobra fuerza.

El sello distintivo de las actuales campañas electorales no es la propuesta política para una mejor convivencia social, sino el incremento de la violencia. Con todo ello pareciera que no hemos avanzado.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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