Odebrech-Lozoya, la punta del iceberg

 

Isaías Alanís

 

No cabe duda que uno no se cansa de recibir noticias escandalosas que afectan a México; todavía está caliente la verdad sobre la acusación hecha por los EEUU a narco deportistas y narco artistas, que se pasean con candidatos, Rafa Márquez con Margarita Zavala, y en viajes de visita al Cañón del Sumidero, en Chiapas de Corzo, Julión, un cantante de moda, con el presidente EPN.

Y en medio del escándalo racista en Virginia y la respuestas de Trump a wevis, en Brasil, la tierra de la samba y el bossa-nova, se revelan las ligas de Emilio Lozoya Austin con Odebrecht, que ya se conocían en México pero se habían enterrado en el socavón del Paso Exprés de Cuernavaca. El periódico O’Globo de Brasil sacó a la luz las aportaciones hechas a Emilio Lozoya Austin, primer director de Pemex y jefe de la campaña de EPN en el ámbito internacional. Esta noticia que para variar viene del extranjero como ha sido costumbre, pone en claros aprietos a Lozoya Austin y al presidente. Desde que dejó Pemex, Lozoya Austin ha estado bajo un manto protector. Y como la “movida chueca”, expresión de un cómico mexicano utilizaba como muletilla, ha movido a México a la podredumbre de la corrupción, porque hay cosas que no se ven pero son del dominio público y se castigan con una dosis de impunidad.

La relación de Lozoya Austin con las futuras compañías compradoras de los energéticos nacionales se llevó a cabo siendo miembro del Consejo de Administración de OHL, al mismo tiempo que se desempeñó como vicecoordinador de vinculación internacional de la campaña de EPN. Con un doble play financiero, Emilio Lozoya se dedicó a recibir sobornos ampliamente registrados por la prensa local desde 2012.

La radiografía y andanzas de Lozoya hecha por O’Globo, no extraña a nadie.

La constructora brasileña “pagó 10 millones de dólares en sobornos a Emilio Lozoya Austin, director general de Petróleos Mexicanos (Pemex) entre 2012 y 2016”. En el mismo rotativo brasileño destaca: “A cambio, Odebrecht ganó una licitación de 115 millones de dólares para realizar las obras en una refinería en Tula, Hidalgo”.

El 16 de diciembre de 2016, Luis Alberto de Meneses Weyll, exdirector de Odebrecht México, declaró a fiscales brasileños “que llegó a México en 2009 desde Perú, donde desarrolló y afinó su método para contactar y cooptar a funcionarios públicos a fin de que favorecieran, en licitaciones y contratos, a la empresa dirigida por Marcelo Odebrecht”.

Ahora se sabe que desde “la cuenta 244006 del Meinl Bank, en la isla de Antigua, a nombre de la compañía ‘fachada’ Innovation Research Engineering and Development Ltd. (IRED), era utilizada por Odebrecht para ocultar el pago de sobornos a políticos latinoamericanos”. Curiosamente el Meinl Bank de Antigua es propiedad de Odebrecht. Negocio redondo y aseguradas las transacciones ilegales a funcionarios latinoamericanos.

En el caso mexicano ligado a Emilio Lozoya existen documentos que la Organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) sacaron a la luz en los que se verifica que hubo siete transferencias a favor de Latin American Asia Capital Holding, firma a través de la cual se pagaban los sobornos a Lozoya Austin.

El meollo del asunto no es el lavado de rostro que Lozoya Austin quiere darse a través de su abogado, Coello Trejo, el que se auto llamó “soldado del presidente Salinas” en su momento, ligado también a oscuros laberintos de corrupción, drogas y usurpación de funciones. El licenciado hizo declaraciones ridículas. “Me juró que nunca hizo eso que le atribuyen”. Y Lozoya Austin como intentando zafarse de una banderilla clavada en el corazón, declaró que “demandará a sus acusadores por daño moral”. Y como lo que cuenta, cuenta mucho, es que el exdirector de Odebrecht México, Luis Alberto de Meneses Weyll, dio pelos y señales de las cantidades remitidas a las cuentas de Lozoya a autoridades brasileñas. Meneses Weyll, declaró que “cuando el PRI ganara las elecciones y Lozoya ocupara un cargo en el gabinete de Peña Nieto, Odebrecht le entregó (sic) a aquél 4 millones de dólares como ‘anticipo’ de lo que le esperaba de seguir adelante con su colaboración”.

Gracias a Lozoya en 2013, “la asociación Odebrecht-Tapia ganó la licitación para ampliar las refinerías, y ‘los pagos para Lozoya comenzaron inmediatamente’, continua el relato de Meneses Weyll con el argumento de que nos había ayudado a posicionarnos en la licitación, Lozoya exigió 5 millones de dólares”.

Y como en ese entonces la idea era quebrar a Pemex, EPN suspendió la construcción de la refinería de Tula. Más claro ni el agua que bebía la chica de Ipanema. Desde Brasil le sacan sus trapitos al sol a la cofradía de jóvenes políticos tecnócratas que inició Salinas, y con esa camada de despatriados, comenzó la pérdida de soberanía nacional y venta de los recursos nacionales y cuya síntesis es el “Pacto por México”, que en realidad es el “pacto contra México”, que cuenta y cuenta mucho para millones de mexicanos desplazados a la pobreza y sin futuro.

Si el caso de corrupción de Lozoya Austin prospera en México, el que va quedar muy mal parado es EPN, por complicidad, omisión o porque mucha de esa plata fue a parar a su campaña política. Y se agrega otro más a la lista de funcionarios perdonados por el presidente. Si Lozoya Austin es inocente, que lo compruebe, aunque todo indica que no actuó solo y que su participación en esa maraña de corrupción a cambio de favores millonarios tiene a un actor central.

Esta noticia como la de narco deportistas y narco artistas, cae en el momento en que se está decidiendo en la cúpula del tricolor, la sucesión presidencial.

¿Le conviene a EPN que Lozoya Austin sea detenido y tapar otro socavón de corrupción más profundo que el del Paso Exprés de Cuernavaca que beneficiaría al tricolor de frente a los comicios del 2018?