“Para que en un reino haya

orden y paz, es indispensable que

sólo el Príncipe esté armado.”

Bossuet

Efraín Flores
La historia de Guerrero es compleja, desde la antigüedad hasta la modernidad. Guerrero no se constituía como Estado Soberano, porque los políticos del poder central afirmaban que el sur “no tiene hombres competentes para gobernar”. En los años de la naciente Republica, en 1824, el poder político era legal, pero escasamente legítimo. El poder presidencial y el de los estados, estaba fragmentado. Eran los caudillos armados los que asaltaban al poder sin conquistar la gloria. La anarquía presidencial se repetía focalmente, como anarquía de los poderes estatales. Guerrero nace en 1849, gobernado por Juan Álvarez, pero después de dicho liderazgo, los sucesores fueron reiteradamente gobernantes débiles y breves. Desde entonces, el progreso social de la entidad ha sido lento, insuficiente… e intermitente. A Héctor Astudillo Flores, le correspondió un tiempo de fronteras políticas; un generalizado deseo social de trazar una línea divisoria entre la violencia y la anarquía moderna, provocada por el caso Ayotzinapa y el reinicio de un proceso de florecimiento, en el que el esfuerzo gubernamental tenga condiciones para retomar el camino institucional, con un gobierno legal y legítimo. Un nuevo estado, con estabilidad y gobernanza política. Hoy más que ayer, el poder político necesita de mayor eficacia, legitimidad popular y honestidad institucional. Las fuerzas armadas, nacionales, estatales y municipales deben ser competentes para garantizar la seguridad y el respeto a la ley, porque en un estado donde prevalece la impunidad y el gobierno no es respetado, los poderes públicos son significativamente débiles. Por eso es válida la reciente declaración de HAF en el sentido de que “sin el apoyo del Ejército y la Marina… sería más difícil gobernar”. Porque ahora, con permiso y sin permiso, la presencia de las armas es una realidad en manos ciudadanas y delincuentes. Todos están armados y, por ello, cualquiera puede generar violencia. Lo que debemos intuir, pensar y procesar mentalmente, es que hoy no solo el poder público está armado, sino que también están armados, y mejor, los delincuentes. Para que exista orden y paz, es indispensable dibujar una educación de creciente calidad, combatir las causas de la pobreza y que una clase política honesta asuma los puestos de mando en el gobierno, para que sean promotores legítimos del imperio de la ley y de la aplicación justa de la fuerza legítima del estado, para detener y procesar a los delincuentes y respetar al ciudadano y sus derechos humanos. En Guerrero, la violencia pareciera brotar de nuestra naturaleza humana. Es persistente, circulando por las venas del sistema político nacional y estatal. Creo sinceramente que HAF está poniendo su mejor esfuerzo institucional y humano en la prevención y persecución de los delitos, pero necesita un mayor apoyo de las fuerzas armadas, incluidas en el sistema nacional de seguridad pública previsto en la Constitución del País. Tiene HAF evidente fuerza legal, pero también tiene significativamente auténtica y legítima autoridad moral. Enfrenta a la delincuencia, porque no es su aliado ni su cómplice. Está en su función y en su papel de insistir y resistir hasta lograr que la paz total regrese a Guerrero. Todos los partidos, la comunidad política plural y la ciudadanía, tenemos la obligación de apoyarlo hasta lograr el retorno de la paz social.