Los asistentes se ‘prendieron’ desde muy temprano, y pese a la euforia, no se registraron incidentes.

Arturo Cuicas

 

En la boca del estómago retiembla el sonido hondo de un bajo punteado a intervalos regulares.  El golpe seco de la baqueta contra los platillos, provoca euforia. El chillante sonido de una guitarra que lucha por alcanzar la nota más alta, eriza la piel.

Todo llega junto hasta los huesos, que se empiezan a mover por sí solos. Algunos, entre el público, se entregan al rito y sacuden su humanidad hasta que el cuerpo aguante. Otros se limitan a seguir el compás con el pie, o a tocar percusiones fantasmales con sus manos.

Es la magia innegable de la música, que esta vez se disfrazó de rock, y va con pinta de agresiva, sin herir a nadie, levantando ánimos y recomponiendo corazones, porque “El que escucha música siente que su soledad, de repente, se puebla”, como diría Browning.

Es la magia incomparable de la música, que esta vez tiene una consigna difícil, que a veces se antoja hasta imposible, pero que no lo es: La Paz.

 

“La chispa adecuada” 

 

Lo que comenzó como un chiste, terminó siendo, hace apenas unos días, un festival musical sin precedentes, en el que tocaron más de 50 bandas, la mayoría capitalinas.

Sí, hablamos del Vive Chilpo 2016, cuyo nombre hace obvia referencia al “Vive Latino”, uno de los festivales de música más importantes en Iberoamérica.

“Si algo tiene la indiada es que todo lo imita”, escribió entonces alguien en internet. Y sí, la referencia es explícita, pero no es ‘copiona’, más bien es humorística.

Todo comenzó como un cartel apócrifo, subido a redes el 4 de noviembre de 2016. El cartel estaba inspirado en los diseños del Vive Latino, pero contaba en la cartelera con bandas locales y uno que otro personaje reconocido en la capital, entre ellos “El Pañañas” y la “Señora grosera de los dulces”.

“Faltó el de ‘La basura, Jefa’”, dijo alguno por ahí, en redes, y aunque parecía que todo empezaba y terminaba con esa imagen, afortunadamente, la cosa no paró.

Varios músicos se interesaron por el evento hasta entonces ficticio, y no tardó mucho en que coincidieran las inercias de los que después fueron los principales organizadores: Francisco Nieves Ramírez, conocido músico y difusor cultural; y Ramón Luna Cabañas e Irving Longinos, jóvenes integrantes del grupo capitalino “Camaleones Ska”.

La idea fue simple: “¿Y si lo hacemos realidad?”. Fue simple y fue genial. Pero lo verdaderamente importante fue que decidieron darle una causa, y esa causa fue, precisamente, la paz. Todo arde si le aplicas la chispa adecuada.

 

“En la ciudad de la furia”

 

De acuerdo con un estudio titulado “Mapas de la violencia en México: muertes por homicidio en 2011 y 2015”, realizado por el Colegio de la Frontera Norte, Acapulco, Chilpancingo e Iguala, son de los municipios más peligrosos de México. Municipios que viven en una situación de emergencia.

En 2015, de acuerdo al conteo del Colegio, Acapulco fue el municipio con más asesinatos en todo el país: 902; Chilpancingo estuvo en el sexto lugar nacional con 212 homicidios; e Iguala en el lugar 25 con 105 ejecuciones.

En lo que va del 2016, se contabilizan más de 2 mil asesinatos en todo el estado. En octubre, se registraron 168 homicidios, y noviembre repuntó con un total de 230 personas privadas de la vida, al menos 7 por día.

Aún si las cifras no hablaran por sí solas, el constante estado de alarma, la sensación de pánico e inseguridad, son una constante en la vida del guerrerense. Los enfrentamientos armados le han robado a la entidad ese ambiente de algarabía que hace años ostentaba.

Es tal el estado de tensión, que en la entidad se han disparado las protestas sociales, y se han registrado inclusive revueltas  armadas, que lejos de abonarle a la paz han propiciado aún más enfrentamientos.

“Y a poco por un festival de PAZ los sicarios se va a dejar de matar. No sean ridículos y mejor pónganse a trabajar”, escribe alguien en la web.

Por supuesto que no, sería iluso pensarlo. Sin embargo, la paz no es un estado social. Es una actitud de vida. Una actitud que se puede canalizar hasta en las más pequeñas acciones, y que se tiene que fomentar. Es más fácil no hacer nada, quizás. Pero, a la larga, el resultado de ello, podría ser aterrador.

 

“Antes de que nos olviden” 

 

Una vez establecida la meta, lo que procedía era la organización del evento. Y de veras que soñar no cuesta nada. Las expectativas eran altas; las ganas de trascender, enormes; pero los recursos,  como suele suceder en estos casos, eran pocos. Y pocos, ya es mucho decir.

Eso, sin embargo, no representó impedimento alguno.

Puede usted creerlo, o no, pero hay gente que de veras tiende la mano de manera desinteresada.

Puede usted creerlo, o no, pero aún hay quienes le apuestan a la juventud.

Puede usted creerlo, o no, pero aún hay quienes le apuestan a la cultura.

Puede usted creerlo, o no, pero hay quienes sí consideran que los grandes cambios se realizan con pequeñas acciones.

Y con ayuda de esos pocos que ayudaron mucho, el proyecto fue poco a poco “agarrando color”.

Se añadieron al equipo de trabajo valiosísimos elementos, gracias a los cuales, se comenzó a promover y publicitar la idea, y se planificó todo cuanto se podía planificar.

También se comenzó a lanzar la invitación a las bandas y solistas participantes: Pop, rock, ska, regional mexicano, trova, punk; artistas de todos los géneros aceptaron con gusto formar parte del evento. Puede usted creerlo, o no, pero ninguna banda pidió un solo peso por participar.

También hubo apatía e indiferencia. Sorprendió sobre todo la que hubo por parte de algunas autoridades, tomando en cuenta que es su trabajo velar por los intereses de los ciudadanos. Afortunadamente, no todas hicieron oídos sordos y se incluyeron en el evento.

Que eso dé cuenta de que, pueda usted creerlo, o no, somos más los buenos, somos más los que queremos un cambio en nuestro estado.

 

 

“Amateur”  

 

Para promover un evento en busca de la paz, te tienes que preparar como si fueras a la guerra. Los trámites burocráticos, que no son menores, están sujetos a la aprobación de terceras personas, a muchas de las cuales no les interesa difundir la cultura. Pareciera que lo consideran una pérdida de tiempo. A eso se enfrentaron los organizadores del “Vive Chilpo 2016”. “Ahorita no se puede”. “¿Por qué mejor no se esperan?”. “¡Uy!, eso sí va a estar difícil!”. “Para la otra háganlo con tiempo”, son tan sólo algunas frases con las que se toparon por el camino, sin que ello menguara sus ánimos. Era un intento amateur, ingenuo, sí; pero honesto y desinteresado. Se buscó primeramente que se realizara en uno de los meses más violentos, noviembre, pero finalmente se pospuso para el sábado 3 y el domingo 4 de diciembre. Con todo ya preparado, con la invitación ya socializada en redes, con casi una centena de músicos que dispusieron de sus horarios, y muy a pesar de los organizadores, el sábado 3, mismo día del evento, se tuvo que volver a posponer su realización, nada más porque no coincidieron las voluntades.

¿Por qué? Vaya usted a saber: Que “hoy no se puede”, que “hay muchos eventos”, que “siempre no se va a poder lo del sonido” y que la plancha del zócalo “ya está ocupada”, pese a tener todos los permisos a la mano.

La ingenuidad cobró momentáneamente su factura, y aunque por unos instantes pareciese que había más inercias en contra que a favor, se acabó comprobando todo lo contrario, y el domingo 4  de diciembre se dio inicio al festival.

 

“La carencia” 

 

El domingo 4 de diciembre, el “Vive Chilpo 2016” comenzó desde muy temprano con una jornada de zumba. Fomentar el ejercicio, fue sólo un extra de este festival. Aún con pequeñas fallas técnicas, la maratón dio arranque, y el público comenzó a hacerse presente. Cinco personas, primero, dispersas por todos lados.

Luego 10. Luego 20.

Los conductores, nerviosos, buscaban desatar el interés y el acercamiento de más gente, y apenas lo lograban. No era un mítin político, ni se estaban regalando despensas. Risas nerviosas. Aplausos blandos. A algunas bandas les tocó presentarse ante un público mínimo, y lo disfrutaron como si hubiesen llenado el Auditorio. Por amor al arte, nada más.

Los rasgueos de las guitarras comenzaron a salir. Comenzaron a transformar el ambiente.  A invocar escuchas. A perturbar el estado de tensión, el desgaste ocasionado por la inseguridad, con cada nota. Al principio parecían susurros tenues, pero conforme fue avanzando el día, se convirtieron en rugidos.

Poco a poco se fue acercando más gente. A escuchar la música y atender al llamado: Queremos a más niños cantando que insultando. Más jóvenes bailando, que matando. Más personas disfrutando de la vida y no padeciéndola.

En menos de lo que se pensaba, ya había cincuenta personas, luego cien, luego doscientas.  Los grupos, los solistas, los duetos, los tríos pasaban uno tras otros y deleitaban con su arte a los que por ahí caminaban, y acababan quedándose para escuchar un poco más.

El ánimo temeroso, pasó entonces a ser euforia casi incontenible. Se armó el slam: la catarsis. Jóvenes se agolpaban unos contra otros, dando rienda suelta a ese placer que provoca la libertad.

Se cantó a todo pulmón, arriba y abajo del escenario: “¿Y la carencia? ¡Arriba! ¿Y los salarios? ¡Abajo!, ¡con lo que gano en esta empresa no me alcanza pa’ tragar!”.

Se escucharon, también, nuevas propuestas, y se olvidaron, por un momento, quizás mínimo, quizás apenas perceptible, todas las tristezas. Ese momento fue el que en realidad valió la pena. Niños, jóvenes, adultos, familias enteras disfrutando de un show en el corazón de Chilpancingo. Más de 50 bandas, y más de 300 músicos tuvieron la oportunidad de devolverle un poco a esta ciudad que tanto nos ha dado. Más de 24 horas de música. Más de 10 mil personas en total.

Y así, con sus errores, con una aceptación generalmente positiva, con su objetivo cumplido, se despidió el Vive Chilpo 2016. Se fue también con la promesa de regresar el próximo año. Porque sí: Chilpancingo vive. Sufre, como todos. Pero vive. Y de nosotros depende que nunca muera.

 

“Imagine”

 

La Orquesta y Coros de Chilpancingo, del Sistema Renacimiento, conformada por niños, tuvo una breve participación en el “Vive Chilpo”. Al final de su presentación, tocaron esa de John Lennon que todos nos sabemos (y que si no, deberíamos saber): Imagine.

“Asshh, puras canciones choteadas.  No pueden sacar algo nuevo”, dice alguien entre el público.

El beatle compuso esta canción 10 años antes de ser asesinado.  Justo cuando esto redacto, se han cumplido 36 años de ese artero crimen.  “Imagine” es catalogada como una de las mejores del Siglo XX, y es también una de las más “covereadas” de la historia de la música. Es considerada como una de las canciones del siglo con mayor significado histórico, por la Asociación Americana de la Industria Musical, y de acuerdo con iTunes, está en el puesto número 63 de las piezas musicales más descargadas de su plataforma. Sí es cierto: Más “choteada” no puede estar. Ni más vigente. ¿La escuchamos otra vez?