* Facundo Castro, quien fue levantado y retenido ilegalmente en dos ocasiones por ese grupo de civiles armados, relató cómo fue torturado mientras estuvo cautivo

 

* Dijo que los del grupo armado que opera en Tierra Colorada le advirtieron que “si matan a uno de nosotros, tenemos que matar a siete”

 

REDACCIÓN

 

Facundo Castro Jaimes, habitante de Tierra Colorada, fue secuestrado y torturado dos veces por miembros del Frente Unido para la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero. Después de eso, el hombre tuvo que abandonar su casa, junto con su familia, debido a las amenazas de muerte que aún recibe del grupo armado que opera impunemente en el municipio de Juan R. Escudero.

En conferencia de prensa en Chilpancingo, el hombre relató las torturas y vejaciones que sufrió de parte de los comandantes y consejeros del FUSDEG durante el tiempo que estuvo en cautiverio.

Relató que el 10 de septiembre fue ‘levantado’ por los pistoleros del FUSDEG. El motivo fue que él había promovido la conformación de una Policía Rural en su colonia, la Ruffo Figueroa.

Durante cinco días, el grupo armado lo mantuvo amarrado y lo sometió a diferentes torturas. El 15 de septiembre lo dejaron en libertad.

Como el “levantón” de Castro Jaimes ocurrió durante el día, él pudo reconocer plenamente a sus plagiarios. Por ello, acudió a la Fiscalía General del Estado e interpuso una denuncia contra los comandantes del FUSDEG.

Esta acción molestó a los consejeros y comandantes del FUSDEG, quienes le enviaron un citatorio para someterlo a una especie de “juicio”, bajo la excusa de que había acusado falsamente al grupo armado y por tanto, había dañado su imagen pública.

Pero Castro Jaimes nunca se presentó al citatorio. Ante esta situación, los miembros del FUSDEG lo ‘levantaron’ por segunda vez el 23 de octubre. En esta ocasión, su encierro y tortura se prolongó durante 16 días.

“Yo estaba en el crucero de Ayutla, fui a curar a una hija de mi nuera y ahí fue que me agarraron. Me encerraron en la base (de operaciones del FUSDEG) en Tierra Colorada. Me encerraron porque no les gustó que puse la denuncia (por el secuestro), pero yo les vi la playera, fueron ellos, los del FUSDEG”, explicó el hombre durante la conferencia de prensa.

“Primero me levantaron y me trajeron (a la base). El domingo en la noche para amanecer lunes me sacaron de la celda y me metieron (la cabeza) en una bolsa con chile y me decían que cuánto me habían pagado (por poner la denuncia contra el FUSDEG), me decían que yo me había prestado a un autosecuestro. Pero yo no estuve pagado por nadie, yo los vi que fueron ellos (los que me secuestraron) y ya me soltaron y me dijeron que al otro día les diría quién (me había pagado)”, relató.

Contó que al siguiente día lo sacaron de la celda a eso de las tres de la tarde. “Me dijeron que mi libertad era que le echara la culpa a Medardo Nava y a Israel Espinoza. Ellos son de mi colonia, la Ruffo Figueroa”.

De Medardo, relató que fue su vecino durante muchos años, pero que tuvo que abandonar su casa porque los pistoleros del FUSDEG entraron a su vivienda, lo amenazaron de muerte con armas de alto poder y golpearon a su familia (incluso a su esposa, una mujer mayor de edad con problemas del corazón). Desde entonces, Medardo, sus hijas y su esposa viven en el municipio de San Marcos.

“Como a las tres de la tarde me volvieron a poner (la bolsa con chile en la cara), fue Caritino, el comandante que está en la base, me torturó. Entonces me pidió que dijera que fueron Medardo e Israel los que me habían levantado, porque de esta vez no me libraba, que me iban a matar”, recordó don Facundo Castro.

Contó que durante varias horas se negó a culpar falsamente a sus vecinos, por lo que sufrió varias torturas.

“Entraron, me patearon todito, aquí traigo un cañonazo que me dieron, me duele pues, que me golpearon. Me pusieron otros dos acá para que me patearan”, dijo mientras señalaba con sus manos diferentes partes del cuerpo en las que todavía siente dolor.

Su detención y tortura, según contó, se convirtió en una especie de show. Afuera de la base de operaciones del FUSDEG se reunieron varias personas afines al grupo armado (por lo general familiares de los pistoleros), que esperaban su presentación pública.

“Me insistieron, me obligaron a que dijera que fueron Medardo e Israel (los que me levantaron), que yo limpiara la imagen del FUSDEG, que dijera que ellos no fueron. Que si yo decía que fueron Israel y Medardo entonces me dejaban libre, que no me iban a matar. Pero si decía en público que fueron ellos, los del FUSDEG, entonces me iban a meter (a la celda) para matarme”, continúa el relato del hombre.

Después, dijo, entró a la celda una mujer a la que identificó como Lolis, quien se encargó de esposarlo y continuó golpeándolo.

Lolis también le sugirió que echara la culpa de su secuestro a Medardo e Israel porque si no, le advirtió, de todas manera “no se escaparía”.

“Entonces llegó Gerardo, el comandante y cerrojeó su escopeta, es una chaquetera y me dejó caer un cañonazo”, añadió a su relato.

El comandante Gerardo también le recomendó que culpara a sus vecinos por el plagio porque no tenía más escapatoria para salir vivo. “Ya te tenemos aquí adentro”, asegura que le dijo.

“Te sabes las reglas que hay aquí”, recuerda Facundo que le preguntó otro comandante, identificado como Caritino, a quien le respondió que no. “Entonces ahorita te las van a dar”, le contestó el jefe de los pistoleros.

En ese momento entraron otros dos pistoleros que se colocaron uno a cada lado de don Facundo. “Me decían voltéate y yo me volteaba y me aventaban una patada y luego me decían voltea para el otro lado y me aventaban otra patada, otra para acá y otra para allá”, contó.

Dijo que tras golpearlo en repetidas ocasiones, lo sacaron de la celda y lo expusieron ante la gente que ya se había reunido afuera de la comandancia del FUSDEG de Tierra Colorada. Iba esposado y amenazado de muerte, por lo que, sin tener otra opción, culpó de su secuestro a sus vecinos Medardo Nava e Israel.

Los pistoleros, comandantes y consejeros del FUSDEG lo volvieron a encerrar en una celda, hasta que las heridas y los golpes desaparecieron. Fue entonces que el ocho de noviembre decidieron dejarlo en libertad.

Para ello llamaron a la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, institución a la que entregaron a don Facundo Castro Jaimes. Ese día se mostraron sensibles, inocentes, abiertos al diálogo pacífico.

“No lo golpeamos ni lo torturamos”, le dijeron al ombudsman Ramón Navarrete Magdaleno. Incluso hicieron que don Facundo hablara y lo negara todo. “Estoy bien”, le dijo a los visitadores de la Comisión.

Previo a la liberación, los consejeros del FUSDEG le exigieron a don Facundo Castro, frente a los funcionarios de Derechos Humanos, que retirara la denuncia que había interpuesto en la Fiscalía contra el FUSDEG, por el delito de secuestro. El hombre les dijo que sí lo haría.

A cuatro días de haber recuperado su libertad, don Facundo buscó a los medios de comunicación para aclarar que sí fue secuestrado por el FUSDEG y que sí fue torturado.

También informó que tuvo que abandonar su casa, junto con su familia y que ahora viven en otro lugar, por temor a que el FUSDEG cumpla sus amenazas de muerte.

“Ellos son así, no tienen piedad. Los consejeros (del FUSDEG) me dijeron (cuando lo tenían detenido) que ya no van a tener piedad, por eso ellos pedían que me mataran, que me quemaran”, advirtió.

Recordó que los primeros tres días no le dieron de comer ni le permitieron ir al baño. También relató que el comandante Caritino le explicó “las reglas” del juego del FUSDEG: “Aquí si matan a uno de nosotros, tenemos que matar a siete”.

El primero de esos siete, lo amenazaron, sería él, después Medardo, doña Porfiria, Israel y Leonel. Le dijeron que faltaban dos, pero que sin duda completarían a las siete víctimas.

Por ello, hizo responsable de lo que le pase a él, su familia y amistades a los comandantes del FUSDEG Caritino Hernández Dorantes, José Dolores Juárez Tolentino y Rogelio Gerardo Cortés, así como a todos los consejeros del grupo armado, principalmente a Inocencio Alvarado Ramírez, Romualdo Santiago Díaz, Isabel Soriano González, Cleotilde Contreras Santos, Pedro Vázquez Ramos, Patricia Méndez, un hombre al que identificó como Arturo y una mujer de nombre Ruth, quienes incluso atestiguaron su tortura.

Don Facundo acudió a la Fiscalía General del Estado a ratificar su denuncia contra el FUSDEG y a pedir “que se haga justicia”, pues afirmó que aún confía en las instituciones.