* Seguridad privada, ¿la opción adecuada?

 

Felipe Victoria

 

“Lo que Chente quiso decir”, caracterizaba magistralmente Jorge Arvizu “El Tata” en la comedia de parodia “El Privilegio de Mandar”, donde vaya que les cargaron calor a todos los aspirantes presidenciales, hasta que Felipe Calderón consiguió que Televisa diera por terminado el programa satírico, del corte que tanta falta hace en México como válvula de escape a la presión social, demostrando que los gobiernos sí respetan la libertad de expresión en los medios.

Me imagino a la entusiasta Erika Lührs ayudando a que se entienda correctamente lo que a veces suelta el gobernador Héctor Astudillo, ante una fracción de la prensa sedienta de tergiversar y contradecir lo que se le sugiera, como ocurrió el pasado lunes en el evento sobre el plan estatal de ética, transparencia y combate a la corrupción.

A su modo, se pusieron solitos el bozal los que le tienen ojeriza al  tambaleante alcalde Evodio Velázquez Aguirre por sus fanfarronadas y dislates, como festinar que se rebasaron las expectativas turísticas acapulqueñas en un entorno seguro durante la semana santa.

Pronunciamiento quizá aceptable para los visitantes, pero no para los lugareños que sin querer presencian los ajustes de cuentas entre mañas y personas que andan en malos pasos.

Tal vez Héctor Astudillo quiso darle una ayudadita al alcalde en problemas que prontamente perdió simpatías y credibilidad, pero no hubo suerte ni quedó claro el asunto. Una cosa son las cosas malas que por desgracia suceden en el puerto y otra “hablar mal de Acapulco”.

Ya entenderá pronto Erika Lührs por qué es importante estrechar relaciones del mandatario con quienes de veras informan y forman opinión, no con el enjambre de avispas molestas que atosigan, incomodan y obstaculizan el desempeño de los verdaderos periodistas.

En fin, no podemos hablar mal del camello enfermo que se pretende vender a los fuereños, como lo explicaba en 2010 el atribulado alcalde interino José Luis Ávila cuando los narcodemonios se le soltaron y forzaron un virtual toque de queda, que afectó sobre todo la vida nocturna del siempre desvelado y bullanguero Acapulco maravilloso, por el que todos los que aquí radicamos debemos hacer algo y pronto, pues la seguridad es esfuerzo de todos, como decían en el DF y no solamente de autoridades que colgaron la toalla hace rato.

La creciente sicosis de inseguridad en todo el país, de costa a costa y de frontera a frontera, conduce a reacciones desesperadas como organizar grupos clandestinos de vecinos que no solo pretendan autodefender armados sus barrios y colonias, sino linchar maleantes aplicando la justicia sin ley por mano propia.

La venta clandestina de armas repunta irremediablemente, pues no es con oraciones como los habitantes piensan defenderse en sus domicilios o lugares de trabajo.

Igual se fueron de la boca el alcalde y el arzobispo Garfias Merlos el domingo de ramos, cuando Evodio Velázquez fue a tomarse la foto en la Catedral, que igual está siendo acosada por las mañas.

Lo que pasa es que el sentimiento de inseguridad es diferente para funcionarios que viajan en vehículos blindados fuertemente escoltados a toda hora, sin que les cueste a ellos, de lo que los ciudadanos de a pie tenemos que enfrentar encomendados a todos los santos con el Jesús en la boca, no sea que nos toque una bala perdida o nos asalten en cualquier momento.

Linchar delincuentes no es lo correcto ni lo recomendable pues violencia genera más violencia; pagar las cuotas que exigen los lacrosos para permitir que la gente trabaje honesta y decentemente, doblegándose a la extorsión, es otro “impuesto” que por ilegal no debiera pagarse, pero el fisco siquiera embarga previo aviso y los delincuentes amenazan, secuestran, torturan, queman negocios o matan sin piedad.

Ese indeseable estado de cosas, diametralmente opuesto al Estado de Derecho que presumen los gobiernos que hay en su mundo virtual de fanfarronerías y planes faraónicos para lograr seguridad pública, sólo    deja a los que pueden costearlo, contratar servicios de seguridad privada para sus negocios, domicilios o custodia personal.

Pero he ahí el dilema, si a los ineficientes policías oficiales insuficientes y deficientes les exigen acreditación certificada y someten a controles de confianza, ¿cómo es que son reclutados y seleccionados los custodios particulares de las empresas de seguridad privada?, ¿qué clase de capacitación les dan y con qué antecedentes cuentan?

¿Todas las que operan están debidamente registradas y controladas?, ¿corresponden sus servicios al costo y son de veras confiables sus elementos?

En el estado de Guerrero, igual que en otras entidades y hasta en la atribulada Ciudad de México, es notoria la presencia de vigilantes particulares y la de corporaciones oficiales como las policías Auxiliar y Bancaria e Industrial, disciplinados y entrenados, pero abundan agencias privadas de dudosa honorabilidad que operan en el clandestinaje y utilizan malhechores para infiltrarse en donde planean atracos y secuestros; así de preocupante el panorama entonces.

Los habitantes no debemos arriesgarnos a querer “hacer justicia”, antes que eso debemos exigir que los oficialmente encargados de la seguridad prevengan y eviten ilícitos, dejando que el Ministerio Público al mando de Xavier Olea Peláez y los jueces subordinados de Robespierre Robles Hurtado cumplan su deber y si no, alquilemos seguridad privada, no hay de otra, antes que mancharnos las manos.