Alondra García

 

“Se van a arrepentir toda la vida”, fue lo último que los secuestradores le dijeron a Karyme Vergara Hernández. Desde entonces han pasado 43 meses y aún no hay rastros de su hermano Tomás.

Hace 15 meses, Karyme y Mario –otro hermano suyo- se convirtieron en activistas dedicados a la búsqueda de personas desaparecidas.

Junto a varias familias, conformaron un colectivo al que denominaron “Los Otros Desaparecidos”. Cada domingo, desde noviembre de 2014, se reúnen en la iglesia de San Gerardo, en Iguala y realizan jornadas de búsqueda para ubicar fosas clandestinas en los cerros.

Gracias a esta labor, han hallado más de 130 cuerpos. Sin embargo, el de su hermano aún no aparece.

Recuerda que la última vez que lo vio fue el 5 de julio de 2012. Esa mañana, él iba a donar sangre en el hospital para su abuelito, quien se encontraba internado.

“Tomás estaba muy mal, tenía gripa, entonces me llamó mi mamá y le dije que yo iría. Mi hermano me dijo que me iba a acompañar al hospital y yo le dije que se quedara, que se veía muy mal (de salud)”, relata Karyme.

Ella se fue sola y se tardó más tiempo del que tenía estimado, debido a que uno de los papeles para realizar el trámite tenía errores.

A las 2 de la tarde comenzó a llamarle a su hermano, pero él ya no le contestó. A las 11 de la noche, su madre recibió una llamada en la que les advirtieron que Tomás estaba secuestrado y exigían el pago de 300 mil pesos para devolverlo con vida.

“Desde ahí empezó un tormento. En la última llamada me dijeron ‘te vas a arrepentir toda tu vida’ y aquí estamos aun buscándolo”, comenta Karyme.

Tomás trabajaba como conductor de un taxi colectivo en Huitzuco. El vehículo fue localizado después, en una brecha de terracería que conduce de la carretera federal Iguala-Huitzuco hacia un rancho.

Tras la desaparición de 43 estudiantes de Ayotzinapa en Iguala, la noche del 26 de septiembre de 2014, una nueva esperanza surgió en la familia de Karyme, pero después se convirtió en frustración.

“Pensamos que iba a haber un operativo del gobierno federal, que los iban a sacar a todos (los desaparecidos de las fosas clandestinas), pero luego vimos que no, que no hicieron nada”, lamenta.

Por ello, se unieron a la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), cuando el extinto promotor Miguel Ángel Jiménez Blanco llegó a Iguala a organizar a la ciudadanía para buscar a los desaparecidos.

Desde entonces, han participado en las búsquedas de fosas clandestinas realizadas cada domingo.

Sin embargo, tras el apogeo del Caso Ayotzinapa, el gobierno federal ha retirado el apoyo de manera gradual. Ahora, los buscadores de fosas están más expuestos a la delincuencia organizada.

“No sé si le apuestan al olvido. Uno se prepara, se levanta temprano para dejar todo listo y salir a hacer los recorridos. Tener que esperar hasta las 12 de la tarde (a que llegue la Policía Federal) te acaba, porque no estuviéramos insolados, es cansadísimo, el sol te acaba”, reprocha.

Ayer, el grupo de Los Otros Desaparecidos recorrió los cerros cercanos a la vereda en la que se encontró el taxi de su hermano desaparecido. Sin embargo, debido al tiempo no fue posible peinar toda la zona y llegar hasta ese punto.

“Aquí adelante dejaron el carro de mi hermano con las puertas abiertas, suponemos que hasta aquí lo trajeron, para mí esto me angustia más, el hecho de irme, porque siento que lo estoy dejando”, expresa.

Para Karyme, no encontrar ayer el cuerpo de su hermano no fue un fracaso. “Yo no me cansaré, seguiré recorriendo y recorriendo, porque sé que algún día lo voy a encontrar”, afirma.