* Policías comunitarios de la UPOEG marcharon para recordar que el 13 de febrero de 2014 lograron sacar de ese pueblo al grupo de la delincuencia que se había adueñado de sus calles

 

ALONDRA GARCÍA  

 

ACAHUIZOTLA.— “Los narcos ya no volvieron”, recuerda el policía ciudadano que viste con playera verde olivo. Allá (nos apunta con su dedo), en la marisquería que está atrasito de la iglesia del pueblo, fue el último lugar que pisó un delincuente en Acahuizotla. “Ya no los dejamos entrar”, presume el comunitario.

Acahuizotla es un pedacito de cielo escondido entre los cerros. Un pueblo rústico, chiquito, de casas que trepan por las laderas y un cielo que —de manera inexplicable— parece más azul visto desde abajo.

 

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Un policía ciudadano de la tercera edad se limpia las lágrimas mientras rezan por su compañero Gilberto Chilapa de León desaparecido en la sierra de Leonardo Bravo. (Foto: Alondra García)

 

Ahí, una célula del cártel de ‘Los Rojos’ encontró refugio. Los cerros, escarpados e impenetrables, eran el lugar ideal para esconderse. La gente, tan cordial, era fácil de atemorizar y dominar.

La ubicación de Acahuizotla —entre Acapulco y Chilpancingo— volvía a este pueblo un punto estratégico para controlar el tráfico de droga. Los delincuentes se sentían seguros porque el pueblo está retirado de la carretera, no mucho, pero lo suficiente como para estar alerta al paso del Ejército y tener tiempo para esconderse.

Cuando llegaban “los narcos” la gente desaparecía de las calles. Las casas se volvían bunkers de puertas y ventanas cerradas. Nadie siquiera se asomaba. Afuera, en las calles estrechas, rondaban camionetas llenas de hombres armados. Los pobladores lo recuerdan, pero hablan poco al respecto.

El 13 de febrero de 2014, la Policía Ciudadana de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG) irrumpió en Acahuizotla con la intención de capturar a ‘El Melo’, ‘El Nico’ y ‘El Chaparro’, cabecillas de la célula de ‘Los Rojos’ que operaba en la zona. Alguien del pueblo les dio el pitazo. Los criminales se encontraban departiendo en la marisquería que no señaló el policía comunitario.

A las 11:30 inició el enfrentamiento. Los comunitarios con sus escopetas, los criminales con sus rifles AK-47 y AR-15.

No hubo detenciones. Pero los narcos huyeron. Después trataron de regresar, pero el pueblo ya estaba bajo el control de la Policía Ciudadana.

Esa misma tarde la gente se decidió: era hora de organizarse. Conformaron una asamblea de pueblo y con el paso de las semanas integraron su propia Policía Ciudadana.

 

La marcha de la victoria

 

El mayor triunfo de la gente de Acahuizotla es ser libre. Por eso el 13 de febrero es un día de fiesta. Aquí la dignidad y el orgullo se demuestran en la calle, cada año, con una marcha silenciosa.

Ayer se cumplieron dos años y el pueblo se volcó a las calles. El desfile lo encabezaron los policías ciudadanos. Irónicamente un gran porcentaje son viejos, de pelo blanco y andar encorvado. Otro tanto son jóvenes de rostros curtidos por las largas jornadas bajo el sol.

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Acahuizotla, municipio de Chilpancingo, un pueblo rústico, de casas que trepan por las laderas y un cielo que parece más azul visto desde abajo. (Foto: Alondra García)

 

Algunos usan huaraches de cuero y con suela de llanta. Otros calzan botas negras de policía, gastadas, polvorientas o chanclas viejas de plástico. La marcha ciudadana avanzó discreta, silenciosa, pero digna.

Portan escopetas antiguas, de cañones oxidados por el paso de los años. Pocos pensarían que esas son las armas con las que mantienen a raya a los grupos criminales.

No hubo consignas. Aquí nadie exige nada. No hubo ningún llamado al gobierno, ningún discurso con tintes políticos, ningún grito de reproche, ni siquiera un intento de provocación.

Tampoco hubo carteles, ni lonas, ni mensajes, ni nada. La gente salió a la calle y desfiló en silencio para recordar cómo hace dos años se libraron de los delincuentes. Otros más se asomaron por las ventanas o salieron a los pórticos a saludar a sus vecinos y policías ciudadanos.

Una misa selló la conmemoración. El cura del pueblo estaba enfermo, pero mandó las hostias ya consagradas para que los comunitarios pudieran comulgar.

Norberto González Valente, el asesor jurídico de la UPOEG de Buena Vista, encabezó la celebración religiosa.

La primera lectura fue del libro del profeta Isaías, capítulo 58, versículos 9 al 14. “Construirás sobre tus viejas ruinas y edificarás sobre cimientos muy antiguos; te llamarán reparador de brechas y restaurador de hogares derruidos”.

En el sermón, González Valente convocó a los policías ciudadanos a “reubicarse, fortalecerse y olvidar la división, para propiciar la unión entre todos”.

Les recordó que la UPOEG tiene un objetivo común, el de la seguridad. Por ello, los exhortó a no dejarse llevar por la ambición.

“Mucho cuidado con la ambición, ustedes como policías están por un servicio digno, por amor a la patria, por amor a su pueblo”, les dijo.

El asesor jurídico, quien es también un hombre muy cercano a la Iglesia, llamó a la UPOEG a analizar y hacer un balance de los resultados que se han obtenido en sus dos años de operación en Acahuizotla, para determinar en qué se ha fallado y qué se ha hecho bien.

También los convocó a “construir los cimientos como lo menciona el profeta Isaías, construir los cimientos de una sociedad en la que haya paz, actividad y desarrollo para la población”.

Por ello, insistió en la necesidad de analizar los errores que haya cometido el Sistema de Seguridad y Justicia Ciudadana, para “evitar caer en los abusos”.

“Es ahí donde tenemos que construir, sobre las ruinas de la incertidumbre, de la inseguridad. Es ahí donde tenemos que construir un pueblo en armonía y paz, donde exista la concordia en cada uno de nosotros”, expresó.

González Valente destacó la labor que realzan los policías ciudadanos. “Ahí están, desvelándose, en algunas ocasiones sin comer, vigilando por la seguridad de su pueblo”.

El siguiente paso, dijo, es que la UPOEG se convierta en “restauradora de hogares en ruinas, de hogares destruidos”, pues más allá de ser policías ciudadanos, son cristianos.

 

Duelo por el compañero desaparecido

 

A diferencia del año pasado, esta vez no hubo música de viento, ni baile, ni kermés. Este año, los comunitarios están de duelo.

“Hoy elevamos a Dios, cada uno de nosotros, una plegaria por nuestro hermano desaparecido. Desconocemos hasta el momento su paradero, está en calidad de desaparecido y es por eso también que no se hizo un evento como se hizo hace un año, con música, con danza, con alegría”, expresó González Valente durante la misa.

Reconoció que están “preocupados y tristes porque les falta un compañero y tienen que pedir a Dios por él”.

Se trata de Gilberto Chilapa de León, el policía ciudadano que desapareció semanas atrás, durante la incursión que hizo la UPOEG en comunidades de la sierra, en donde fueron emboscados por un grupo de la delincuencia organizada.

En el evento tampoco estuvo el dirigente de la UPOEG, Bruno Plácido Valerio, quien, según comentaron, se encuentra grave de salud debido a la diabetes.

A pesar de esas ausencias, el pueblo celebró. Aquí hay mucho por qué sonreír. En Acahuizotla la gente decidió, hace dos años, vivir sin narco.