Javier Cadena

Es doloroso reconocer que hasta hace muy poco —para ser precisos hasta que Andrés Manuel López Obrador habló de la ‘Cartilla Moral’—, el nombre de Alfonso Reyes era desconocido para la mayoría de los mexicanos, o si se conocía era porque así se llama una calle de la famosa colonia Condesa en la Ciudad de México, o una gran avenida en Monterrey, su ciudad de origen.
Y es dura esta situación ya que Alfonso Reyes es uno de los más grandes escritores mexicanos del siglo pasado, a quien el escritor argentino Jorge Luis Borges le dispensó gran consideración en lo profesional y una estima muy grande en lo personal, a grado tal que escribió que “Reyes es practicador venturoso de esa virtud de virtudes: la cortesía, y su libro gobernado por ese mérito. Reyes es fino catador de almas, es observador benévolo de las distinciones insustituibles de cada yo”.
En esta descripción aparecen dos puntos fundamentales en la trayectoria de Alfonso Reyes: la cortesía y las almas, las cuales en su ‘Cartilla Moral’, se funden sin confundirse, y seguramente por ello el actual presidente de la república afirma tenerla como guía personal y la quiere consolidar como libro de cabecera del mexicano.
Texto que oriente y estimule el actuar del funcionario público, del empresario, del profesionista, de los estudiantes, de los trabajadores, del joven, del adulto, de las mujeres, de los hombres, de toda la ciudadanía, quienes lo deben tener presente en todo momento, emulando una actitud que el mismo Alfonso Reyes tenía respecto a otros autores a los que les rendía pleitesía.
Alfonso Reyes decía que cuando sentía que no había documentado de manera precisa un tema, se le aparecía Ramón Menéndez y Pidal, y se lo recalcaba.
Y que cuando sentía que no se lograba expresar con exactitud, se le aparecía Pedro Henríquez Ureña, y lo reconvenía.
Y que cuando le brotaba lo pedante, Enrique Díez-Canedo, se le aparecía con la sencillez que lo caracterizaba y lo ubicaba.
Y que cuando quería ser sensible recurría a la aparición de Leopoldo Alas, Azorín, quien lo orientaba.
Y que cuando era cursi, el mismo Borges se lo reprochaba.
Aunque podría resultar obvio decirlo, no está de más reconocer que estas apariciones que enuncia Alfonso Reyes, representan lo que se conoce como virtudes, y son imágenes y reconocimientos de su conciencia, y humildad ante aquellas personas a las que les daba un valor moral superior, por lo que las utilizaba de guías en su cotidianidad.
Entonces, en lenguaje coloquial, se podría decir que estos personajes le “jalaban las orejas” a cada vez que actuaba de una manera no correcta, no ética, no moral.
Así, se puede deducir que Alfonso Reyes a través de su ‘Cartilla Moral’, de manera metafórica le “jala las orejas” al licenciado Andrés Manuel López Obrador y lo llama al orden cada vez que se sale del camino que se trazó, y busca que también tenga el mismo efecto en los demás mexicanos mediante su difusión.
La ‘Cartilla Moral’ data de 1944 y consta de catorce lecciones, orientadas a decir qué y cómo y cuándo hacer o no algo, y de entrada asegura que “el hombre debe educarse para el bien. Esta educación, y las doctrinas en que ella se inspira constituyen la moral o ética”.
Además, enuncia algo que según el presidente del país, su gobierno tiene como fundamental: “Podemos figurarnos la moral como una Constitución no escrita, cuyos preceptos son de validez universal para todos los pueblos y para todos los hombres. Tales preceptos tienen por objeto asegurar el cumplimiento del bien, encaminado hacia este fin nuestra conducta”.
Entonces, se puede considerar que si antes la moral era un árbol que daba moras, según el famoso dicho de Gonzalo N. Santos, ahora la moral debe ser un árbol cuyos frutos sean las buenas conductas de los mexicanos, según los dichos del habitante del Palacio Nacional.
Entre dichos y frutos andamos, pues.