* Lisonjas perjudiciales

Felipe Victoria

El Presidente Andrés Manuel López Obrador necesita que la prensa le diga verdades aunque duelan, en vez de adulaciones hipócritas para limosnear migajas…o lentejas como fue la dieta del atrevido Diógenes.
No tuve amistad directa con Manuel Camacho Solís ni con Marcelo Luis Ebrard Casaubón, pero sí algún trato institucional frecuente, cuando mi jefe el Superintendente General de la Policía Auxiliar David Pedro Estrada Hernández, apoyado por José Monroy Zorrivas, presidente del Consejo Consultivo del DF, convencieron al Regente Capitalino de instalar la estatua de El Sereno de la época colonial en la glorieta de Insurgentes el 22 de diciembre de 1992, como homenaje a los policías mexicanos de todos los tiempos; la esculpió Víctor Manuel Villarreal.
La estatua traía consigo magia kármica y a raíz de su develación se le cayó el teatrito a Santiago Tapia Aceves que acabó en la cárcel, con la anuencia de Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard porque existieron pruebas suficientes.
Los “serenos” o guardafaroles en la época colonial y ya independiente fueron el contacto eficaz, amable y respetable de la autoridad con la población de la Ciudad de México, que en el siglo XX sustituyeron los llamados veladores, humildes pero valientes y eficientes además de honestos…