R. Salgado L.

Es indudable que existieron razones suficientes para cancelar una Reforma Educativa que nunca tuvo claridad en sus procesos y contenidos, y que únicamente ocasionó confusión, incertidumbre y en muchos casos malestar e incomodidad en el ánimo de una buena parte del magisterio.
Siempre se sostuvo que fue producto de una acción apresurada y de escasa divulgación de sus alcances y propósitos y de que, siendo la parte medular de una “Reforma” el aspecto técnico-pedagógico, metodológico y de sustantiva importancia sobre todo, el asunto de Planes y Programas, siendo estos factores de primer orden, lo que fue prácticamente abordado en los últimos meses del sexenio anterior, lanzando tardíamente el famoso “Modelo Educativo” que nunca tuvo ni tiempo, ni espacio para haber sido comprendido por la gran mayoría de los maestros.
Independientemente a las bondades que pudieran haberse contemplado en la citada “Reforma”, su aplicación fue infructuosa y de casi nulo entendimiento, ante lo inacabado de un proyecto que dio la impresión de haber sido producto de una desvertebrada improvisación.
Se pretendió confundir que el asunto de la viciada práctica de la venta y herencia de plazas era producto de la Reforma, siendo que fue una grave desviación administrativa propiciada en complicidad oficial y el SNTE, en tiempos de González Avelar. Ésta medida de obligado saneamiento administrativo, era insostenible ante el grave decaimiento de la educación en Guerrero; de ahí la concepción de que la Reforma únicamente fue Laboral o administrativa.
Lo que tuvo asomos de cierta certeza, fueron los mecanismos de evaluación: el ingreso al servicio, los de permanencia y los procesos de promoción; sin embargo, fueron temas inconsistentes y de escasa productividad.
Todo esfuerzo para mejorar la educación en México resultan ser de alta prioridad, por lo que debe exigirse mayor compromiso, dedicación, esfuerzo, análisis, discusión, consultas y concurrencia de todos los actores para concebir una auténtica Reforma que responda a las exigencias del mexicano de nuestro tiempo y del futuro.
Recordemos tiempos de pensadores que han aportado ideas a la educación y que su inmortalidad las siguen manteniendo vigentes.
Aristóteles sostenía: Hay que educar para la ciudadanía,
Sócrates: Dejar que hablen primero tus discípulos y después habla el maestro,
Spinoza: Hay que educar para la razón,
John Locke: Hay que razonar con los niños,
Rousseau: El porqué de todo lo que cree el alumno, el para qué es todo lo que hace,
E. KANT: No se puede educar sin enseñar, la educación sin instrucción es vacía.
Nuestra educación no puede ser distante de estos postulados, pues hoy siguen siendo vitales para la fortaleza de planes y programas así como los libros de texto gratuito que reclaman una seria revisión Pedagógica.
Ante la anulación de la Reforma Educativa, hoy los maestros de México, no pueden ni deben quedar en la delicada disyuntiva de cuál será el rumbo de la nueva Reforma Educativa.
Lo que sí podemos afirmar de que hay mucho de bueno en nuestro devenir educativo, y que habrá mucho que agregar para consolidar una Educación de Excelencia para todos los Mexicanos.