¿Qué podría informar un alcalde de los primeros cien días de gobierno?

Isidro Bautista

La gente quiere ver resultados. Está harta de discursos, de promesas, de que le pinten bonitos un municipio, un estado o el país, en particular ante el clima de inseguridad o de violencia, que no parado en más de doce años al hilo en todo México.
Si con Peña Nieto nunca percibieron mejoría en seis años de su administración, menos en tres meses y pico que llevan de ejercicio los presidentes municipales de Guerrero.
Reclama que trabajen realmente en los problemas que más le agobian, como la corrupción de los servidores públicos, aparte de la inseguridad, que la tiene aterrorizada, casi encerrada en las cuatro paredes de su casa.
En orden de prioridades desea ser informada: los servicios de agua potable y de recolección de la basura.
Normalmente informan del escenario público, de que son gobiernos de puertas abiertas, gobiernos que respetan la pluralidad ideológica, y lo que es peor: se ponen a llorar por la cantaleta de cada trienio… de que recibieron una administración en bancarrota, de que no tienen ni un peso para pagar el aguinaldo de sus trabajadores, ni para pagar a proveedores.
Esa situación es del dominio público. La gente exige soluciones, propuestas, no una relatoría de problemas que ya de sobra conoce.
Está cansada de que le hablen de que hay una nómina de salarios saturadísima, y de escuchar a los ediles con el ruego de siempre, casi en llanto, hecho al presidente de la República en turno en el sentido de que volteé los ojos a su municipio, de que les dé más dinero, de que los rescate del quebranto financiero.
La gente dice basta a los informes que más bien le parecen un acto de protagonismo, hasta de derroche de recursos, así sean por 50 mil o 100 mil pesos.
Los alcaldes casi nunca transparentan el manejo justamente de los recursos. No dicen cuánto recibieron, ni cuanto tienen. ¿Se habrán bajado el sueldo en aquellos casos en que éste es percibido excesivamente? No hay, pues, rendición de cuentas.
Informan de pequeñeces, soslayando los puntos primordiales de la sociedad. En ningún párrafo están escritas las palabras del crimen organizado, de violencia o del ambulantaje.
Lo ocurrido en Hidalgo con los huachicoleros, la gente lo liga con corrupción de autoridades de los tres órdenes de gobierno. Por donde quiera ve o se imagina la existencia de cochupos, y lo peor que los gobernantes soslayan estos temas, les rehúyen.
López Obrador tiene más resultados positivos alcanzados en menos de dos meses de gobierno, y no ha hablado de un informe de cien días.
En el caso de Chilpancingo lo visto con más agrado es el reencarpetamiento de ciertas vialidades, el cual ha sido realizado por el gobierno del estado, en respaldo al Ayuntamiento, pero la población seguramente a éste se lo atribuye.
Si uno revisa detenidamente el desempeño de los alcaldes, al menos los de los principales municipios, se verá que la gran mayoría ha tenido una actuación francamente mediocre y que no han cumplido las expectativas que se tenían de ellos.
Quizá la más decepcionante sea la presidenta municipal de Acapulco, Adela Román Ocampo, abogada de profesión, con una amplia trayectoria dentro del Poder Judicial guerrerense, síndica procuradora del Ayuntamiento de ese puerto y diputada local. Se ha caracterizado por un errático discurso y una serie de decisiones por lo menos desconcertantes.
Lamentablemente son los problemas, principalmente el de la inseguridad, los que opacan avances o logros que pudieran alcanzar en otros rubros los gobernantes, porque está convertido en un monstruo al que no se le ve el fin de la cola.
Antonio Gaspar Beltrán, primer edil de Chilpancingo, es al que se le percibe con más empeño por salir adelante. Se espera que pase más de las palabras a los hechos que reclama la sociedad a gritos por los cuatro vientos.
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