Los saldos de la perversidad

Miguel Ángel Arrieta

Si lo que pretendía Pablo Amílcar Sandoval al convertir un acto institucional en un evento partidista, era elevar sus créditos rumbo a la gubernatura en el 2021, lo que en realidad motivó fue un reacomodo inusual de piezas en el tablero político guerrerense que le reducen marco de movilidad y lo colocan frente a la creación de alianzas contrarias a su interés de ocupar Casa Guerrero el próximo sexenio.
Por lo pronto, el objetivo de apabullar públicamente al gobernador Héctor Astudillo a través del abucheo promovido por el grupo de simpatizantes que acarreó, generó tres escenarios opuestos a la pretensión de lesionar la imagen del gobierno estatal:
1.- Más allá de abrir espacios de linchamiento popular, la estrategia del delegado del gobierno federal detonó un blindaje social inimaginable en torno al gobernador. Si bien existen expresiones que coincidían con el abucheo, en realidad la mayoría de las voces creadoras de opinión entre la clase gobernante de Guerrero manifestaron su rechazo a la denostación y se solidarizaron con Héctor Astudillo.
Lo paradójico es que nadie anticipó que uno de los primeros en asumir la defensa del gobernador sería el senador por Morena, Félix Salgado Macedonio, tal vez el personaje más emblemático del lopezobradorismo en la entidad y a quien se sumarían Adela Román, el senador Manuel Añorve y representantes de organizaciones políticas y civiles, en una serie de expresiones entre las que sin decir nada definieron en mucho su posición los integrantes del grupo de diputados locales opuesto a Amílcar Sandoval.
2.- El sistema presidencialista mexicano ha sido funcional desde Plutarco Elías Calles hasta Andrés Manuel López Obrador, porque en su esencia el jefe del Ejecutivo federal es quien distribuye bienes y beneficios.
Y si la válvula del poder radica en función de ejercer esa autoridad en todos sus alcances, Pablo Amílcar Sandoval, delegado del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en Guerrero, pasó por alto que colocaría a su jefe, el presidente de México, en la posición tan incómoda de un presidente rebasado, sin autoridad política y cautivo del tigre que hace no mucho presumía controlar.
El episodio que circula en redes sociales donde el gobernador Astudillo fija su posición de frente ante López Obrador al concluir el evento en Tlapa de Comonfort, exhibe claramente el desconcierto del propio jefe del Estado mexicano al sentirse obligado políticamente a pedir disculpas al mandatario estatal.
En el fondo, esa imagen trastoca las ilusiones de revanchismo y avasallamiento que embargan a miles de simpatizantes de Morena.
Las palabras de Andrés Manuel ante Astudillo son reveladoras.
Ahora se dan cuenta que en la lucha del presidente no encajan confrontaciones individuales sino decisiones contra un sistema contaminado, ni se trata de una estrategia de aniquilamiento sino de recomposición institucional.
3.- El pasado miércoles 9 anticipé en este espacio el tamaño de la confrontación política sobre la que Guerrero se iba a encarrilar en el 2019 ante la pretensión de un delegado federal, ávido de crecimiento político y su interés por disminuir estratégicamente al Ejecutivo estatal. Los hechos rebasaron al análisis y se desbordaron en Tlapa, lo que permite registrar indicios de que esta circunstancia modifica radicalmente los escenarios rumbo al 2021: el diseño que hace una semana contenía el mapa partidista en la entidad, y las posiciones de quienes participarán en la búsqueda de la candidatura a gobernador, ya no existe.
Ahí se localiza tal vez el efecto de mayor impacto después de lo ocurrido en Tlapa.
Pablo Amílcar Sandoval dimensionó durante el fin de semana la magnitud de saldos a favor y daños en el corto y largo plazo. Tal valoración lo hizo replegarse y al menos públicamente en declaraciones emitidas al periódico El Sur, advierte que no es su estilo jugar a las trastadas y define que seguirá trabajando institucionalmente desde cada quién en su ámbito de acción. No merece el pueblo de Guerrero un clima de este tipo, señaló refiriéndose a la confrontación.
Al final de cuentas, no es la primera vez que presume inocencia. El problema es que a escasos 45 días de haber asumido el cargo de delegado federal, Amílcar Sandoval acumula en contra numerosos testimonios de personajes a quienes ha invitado para mantener frentes abiertos contra el gobierno estatal.
Su discurso viene empedrado de trampas y contradicciones, nada que ver con el perfil real del delegado federal. Prevalece la perversidad.