* Violencia: la hipocresía de la sociedad y de los comunicadores (recordando a Cecilio Pineda)

Por Alfonso A. Catalán

La matanza en Guerrero no ha parado. Tenemos años, desde el sexenio de Felipe Calderón, cuando la ola de violencia se disparó de una manera alarmante.
En la entidad gobernaba el cartel de los Beltrán Leyva; traficaban droga pero todavía no se llegaban a conocer términos como el cobro de cuota, las extorsiones y los secuestros al por mayor.
Tras la caída de los jefes de los narcos, la violencia se disparó. Incapaces de contactarse con los países vecinos del sur para seguir con el tráfico de drogas, los delincuentes comenzaron a buscar otros delitos para generar ingresos, y todo degeneró en lo que actualmente se vive, un caos que antes se pensaba inimaginable.
Ya nadie se asusta por los muertos que día a día se ven en las noticias, y la sociedad, antaño tan sensible, ahora solo se “alarma” cuando acaban con la vida de algún personaje famoso, un destacado doctor o alguna mujer con un grado de estudio. Hay cierta hipocresía porque en casos como la fémina que fue asesinada a golpes el pasado jueves en Acapulco, nadie se inmutó; habrá que esperar si la mujer que mataron ayer en ese mismo puerto, en el bulevar de Las Naciones, en la colonia Granjas del Marqués, hace una diferencia, o si es olvidada como muchos otros centenares de casos.
Mención aparte es el asesinato de los periodistas. No por el hecho de que “se maten” trabajando, o que estén “sobre la línea de fuego”, pueden ser ignorados. Son humanos al igual que todos y merecen el mismo trato. Realizan un exigente trabajo pero al igual que éste, hay muchos, y no se demerita en nada el trabajador que pasa su vida encerrado en su oficina que lo que realizan ellos. Sin embargo, ser periodista o reportero, en la actualidad, es bastante peligroso y en muchos casos no hay ayuda ni de su mismo gremio. Todavía recuerdo el caso de Cecilio Pineda, periodista de Tierra Caliente (y director del diario “La Voz de la Tierra Caliente”) que denunció, vía redes sociales, que ningún periodista le hacía caso al respecto de la ayuda que pedía por la violencia que acontecía en su región. El 19 de septiembre de 2015, cuando este reportero sufrió un atentado, publiqué lo siguiente: “Recuerdo que cuando fue el caso Narvarte, diferentes periodistas del estado, salieron a las calles a manifestarse, exigiendo no más muertes en su contra. Lo que todavía no me explico es por qué entonces, la noticia acerca del atentado que sufrió el reportero Cecilio Pineda Birlo, no ha trascendido en lo más mínimo.
Fuera de la Tierra Caliente, de donde es originario, nadie ha expresado su inconformidad, y la noticia no la han compartido miles de personas, sino unas cuantas. ¿Por qué sucede esto? ¿Es que acaso están esperando que lo maten? ¿Debe un periodista morir para que la gente salga a protestar a las calles?
Lo acepto de los cientos de miles que sólo les encanta “manifestarse” compartiendo en las redes, pero ¿y los reporteros? ¿Dónde está esa solidaridad?”.
Luego de su asesinato, el 3 de marzo del 2017 publiqué “De Cecilio Pineda y el derramamiento de las lágrimas de cocodrilo”, en donde comenté: “Es sumamente lamentable observar que, por lo menos en su caso, sus mismos compañeros (incluyendo esos que se pirateaban impunemente sus notas) no le dieron la atención necesaria, e incluso llegó a ser víctima de discriminación, según las mismas palabras. En otra de sus cuentas de Facebook, misma que hoy ha sido desactivada, podían leerse sus múltiples quejas”.
Fue ahí cuando la “doble cara del periodismo” salió a la luz, al comenzar a defenderlo cuando en vida el sujeto era tildado, por más de uno, como un “loco” y como lo dije alguna vez: “No se niega que exista verdadera solidaridad por algunos miembros del gremio periodístico, pero es sumamente hipócrita que hasta que este reportero fue asesinado de una manera brutal, hay que decirlo (recibió balazos en el torso, piernas y cabeza), todos los integrantes de los medios de comunicación voltean a verlo, ¡ah, y ahora sí!, exigen justicia y ni un muerto más. Es lindo ver su congruencia, señores”. Palabras más, palabras menos.
La violencia traspasa los límites del gobierno y tal parece que nadie la puede parar. Para los encargados de garantizar la ley es un tema primordial que debe ser tratado con prontitud; sabemos que no desaparecerá al mero pestañeo, pero ojalá que los tiempos mejoren y que deje de pasar este tiempo de impunidad y violencia. (armando16cat@outlook.com)