* Un total de 63 personas, entre ellos 35 menores de edad y dos embarazadas, fueron obligadas por un grupo criminal a dejar sus hogares en Tlaltempanapa, municipio de Zitlala, después que el domingo sicarios mataron a tres personas

CARLOS NAVARRETE

COPALILLO.— Habitantes de Tlaltempanapa, municipio de Zitlala, dejaron todo a cambio de vivir. Abandonaron su comunidad luego de que un grupo del narco torturara y matara a tres de ellos. Los sicarios fueron claros: si no salían del pueblo, asesinarían a los que se quedaran.
Los hechos ocurrieron el pasado domingo. Tras el multihomicidio los pobladores llamaron al 911 para solicitar auxilio, pero ninguna autoridad llegó al pueblo. Ante el abandono gubernamental y el riesgo de una masacre, decidieron huir.
En total se desplazaron 63 personas, 28 adultos y 35 menores de edad. Entre los desplazados hay dos mujeres con 24 y 25 semanas de embarazo. También dos recién nacidos, uno de nueve días y otro de tres meses, ambos con desnutrición, y el primero con conjuntivitis. Con ellos viajó un hombre de 80 años, ciego.
Los primeros en dejar Tlaltempanapa fueron los hombres. Lo hicieron por la noche, a pie. Su función era de avanzada, para advertir al resto si en el camino había presencia de sicarios. Llegaron hasta la comunidad de Tlalcozotitlán, municipio de Copalillo, de donde se comunicaron con las mujeres del pueblo para informarles que el camino era seguro.
Ellas salieron el lunes por la mañana, también caminando, hasta encontrarse con los primeros que salieron. Una vez juntos, todos se trasladaron a la cabecera de Copalillo, donde llegaron la noche del martes. Se instalaron en una cancha techada, junto a un hospital abandonado.
El gobierno municipal los apoyó con alimentos y petates para que pudieran dormir. Además son resguardados por policías estatales y municipales; una patrulla de cada corporación. Cinco elementos armados, a lo mucho.
Una unidad móvil de la Secretaría de Salud, de la jurisdicción sanitaria de Iguala, se trasladó hasta ese lugar para ofrecer atención a los más de 60 desplazados. El personal médico reportó niños con cuadros de anemia, infecciones respiratorias y dermatitis. Algunas personas presentan lesiones en los pies producidas por la caminata. Varias de ellas huyeron descalzas.
El temor de los desplazados era evidente. Se negaban a hablar al respecto, y quienes se atrevieron lo hicieron entre dientes. Tienen miedo de sufrir alguna represalia y por ello decidieron no dar nombres. Advirtieron que no regresarán a su comunidad pues el riesgo de que sean asesinados es latente.
En Tlaltempanapa dejaron todo: animales de granja, trastes, ropa y prácticamente todas sus pertenencias. El poco dinero que tenían les fue robado por los sicarios que los amenazaron. La petición al gobierno del estado es que los reubiquen o, en su caso, que las corporaciones de seguridad expulsen al grupo delictivo que tiene el control del pueblo.
Responsabilizaron de esa situación a un hombre cuya identidad no revelaron y que es vecino de la comunidad. Dicen que él está al frente de los civiles armados, y que sólo permitió quedarse a sus familiares.
El hostigamiento de este grupo de la delincuencia comenzó aproximadamente hace tres años. Las víctimas afirman que los criminales han instalado varios retenes en los caminos de la zona y detienen a quienes circulan por ahí para revisarlos y cuestionarlos.
Por miedo, los desplazados no describen a sus agresores, tampoco las armas que portan, pero aseguran que son de grueso calibre. Ante su repentina llegada a Copalillo, la atención que han recibido es escasa. Duermen en petates y comen lo que les llevan. Los niños son bañados al aire libre, mientras que los sanitarios que utilizan son del hospital abandonado. El edificio muestra un evidente deterioro.
Claman por ayuda inmediata. Piden despensas y que el gobierno del estado intervenga para encontrar un lugar en el que puedan vivir en condiciones dignas. No van a regresar a Tlaltempanapa, eso es seguro, y no tienen certeza respecto a lo que enfrentarán en los siguientes días.