Alejandro Mendoza

El amor y los afectos en muchas de las actividades del ser humano han dejado de ser asuntos de importancia. De hecho, se plantea la idea de ser personas frías, calculadoras, sin sentimientos a la hora de querer escalar posiciones en la jungla de la sociedad actual.
Para mucha gente el amor y los afectos son potencialmente destructivos, al cegarlo a los intereses, con frecuencia egoístas, de quienes usted menos sospecha que se hallen involucrados en un complot en contra de alguien con el fin de dañarlo o dejarlo fuera de su camino.
La asunción de una persona por la escalera del éxito tiene que atravesar por esas vertientes, según el modelo impuesto por los valores en el mundo. Y aunque no es posible reprimir la ira o el amor, o evitar experimentar esos sentimientos en la vida pública, se recomienda no intentarlo.
Lo que proponen algunos en ese afán por justificar la insensibilidad y la frialdad hacia otro ser humano, es tener cuidado con el modo de expresarlos y que nunca influyan sobre sus planes y estrategias. Por eso el corazón de muchas personas se ha enfriado en sus actividades diarias, en razón de un pensamiento popular impuesto del primero yo, luego yo y al último yo.
Y es que estrechamente ligado a esto se halla la habilidad de distanciarse del momento presente y reflexionar de manera objetiva sobre el pasado y el futuro. Como Jano, la deidad romana de dos rostros, guardiana de todas las puertas y entradas, se deberá ser capaz de mirar a la vez en ambas direcciones a fin de poder lidiar mejor con el peligro, las amenazas, las traiciones, las mentiras, los intereses ocultos, los complots.
No hay modo como evitar una situación compleja en la vida cuando los intereses de otras personas se oponen con los planes o proyectos personales. En tal sentido se vuelve un deber considerar el pasado y el futuro. De dónde se viene y hacia dónde se va.
Para el futuro, su lema debería ser: ni un día sin estar alerta. Nada debe tomar por sorpresa a nadie, porque se debe permanecer a la expectativa de los problemas que se pueden generar, se debe estar alerta ante todo imprevisto. En lugar de estar soñando con el final feliz de un proyecto, plan u objetivo, se debe trabajar sobre el cálculo de cualquier posible trastorno o problema que pudiere surgir en su desarrollo. 
Cuanto más lejos se logre ver, más pasos podrán prevenir y más seguro se avanzará hacia el futuro en medio de una constante incertidumbre que se vive en la actualidad.
El otro rostro de Jano mira hacia el pasado, pero no para recordar dolores o alimentar resentimientos. Eso sólo impediría llegar a los planes deseados. De hecho, la mitad del secreto del juego radica en aprender a olvidar los hechos del pasado que lo van carcomiendo y que nubla su razón (R. Greene, 1998).
Se debe entender que el verdadero objetivo de esa mirada hacia el pasado es llevar a cabo un constante proceso de autoeducación: mirar al pasado para aprender de quienes lo precedieron. No hay que olvidar que muchas personas padecen de memoria histórica de los grandes sucesos de la humanidad y se atoran en asuntos del pasado por traumas o tragedias personales, justificadas o no, pero su vida pierde efectividad y productividad en un contexto así.
Es importante que se analice el pasado histórico más inmediato, poniendo bajo lupa las acciones realizadas y de las personas de su entorno. Ésta es la escuela más eficaz para aprender, dado que las enseñanzas provienes de su experiencia personal. 
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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