Figueroa: la frágil memoria

 

Roberto Ramírez Bravo

 

Rubén Figueroa Figueroa, gobernador de Guerrero en los años 70, fue encontrado culpable –entre varias otras personas— por la Comisión de la Verdad, de las atrocidades cometidas durante la llamada guerra sucia, en la que cientos de guerrerenses fueron desaparecidos y/o asesinados en el cruento combate de las Fuerzas Armadas contra la guerrilla de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, pero sobre todo del primero.
Ejerció el gobierno con mano dura: se adelantó a su tiempo y concentró los mandos policiacos en una sola persona, Mario Arturo Acosta Chaparro, y desató la represión contra los estudiantes y maestros de la Universidad Autónoma de Guerrero, contra colonos y campesinos. A su amparo, los cuerpos policiacos se convirtieron en grupos de terror. Hay historias que todavía se cuentan sotto vocce en las que se incluyen la existencia de cárceles clandestinas en varios puntos de Acapulco, el uso del Pozo Meléndez y de los pozos de Copacabana como cementerios clandestinos para desaparecer a opositores.
El gobierno de Figueroa Figueroa quedaría en la historia como el más representativo del régimen caciquil, aunque en Acapulco no pocos empresarios quedaron encantados con él. A él se debe, durante el gobierno de José López Portillo, el desalojo de las partes altas del puerto para crear Renacimiento, un proyecto que nunca llegó a ser como planteaba el discurso, una ciudad modelo.
El clan Figueroa tiene sus orígenes en la Revolución y ha sido una estirpe ligada a los altos vuelos de la política en el PRI. Figueroa Figueroa fue compadre de José López Portillo; su hijo Rubén Figueroa Alcocer lo es de Ernesto Zedillo.
Figueroa Alcocer gobernó Guerrero de 1993 a 1996. Apenas inició su gobierno cuando varios que fueron jefes policiacos en los tiempos de su padre, como el capitán Aguirre, empezaron a ser asesinados; también hubo una limpieza, al menos en Acapulco, casi colonia por colonia, de delincuentes de poca monta que tenían asolados a los pobladores. Pero lo que identificó sin duda a ese gobierno, fue el asesinato, por parte de la Policía Estatal, de 17 campesinos en el vado de Aguas Blancas, en Coyuca de Benítez. La Suprema Corte de Justicia determinó que el gobierno había actuado en ese caso como una pandilla en una lucha por controlar el poder a como diera lugar.
En los negocios, los Figueroa también se destacaron. Figueroa Figueroa creó un imperio en el transporte, fue dueño de la Flecha Roja y tuvo una flotilla de vehículos, pero creció exponencialmente al obtener el contrato para el reparto del correo desde la Ciudad de México. A él se atribuye el que el tren sólo haya llegado hasta Iguala. Otro negocio en el que la familia destacó, es en el del fertilizante, insumo que disparó las arcas familiares cuando los gobiernos asumieron el compromiso de adquirir grandes cantidades para repartirlos a los campesinos año con año.
Antes que Figueroa Alcocer, ya había habido dos gobernadores de la familia, su padre, y Francisco Figueroa Mata. Rufo Figueroa, quien gobernó Quintana Roo, intentó dos veces gobernar Guerrero pero no pudo.
La estirpe familiar no se acabó con Figueroa Alcocer. Le sigue Rubén Figueroa Smutny, quien ahora intenta ser alcalde de Acapulco. A diferencia de sus ancestros, él no busca la posición por el PRI, sino por cualquier otro partido que pueda ofrecérsela. Se ha acercado al PRD, a través de una alianza, que él mismo exhibe, con el alcalde Evodio Velázquez, pero el perredismo no lo ve con buenos ojos; la está buscando por el PT, pero también ahí encontró rechazo; y también lo intenta por el Panal y por la confluencia PRD-PAN-MC en el Frente Ciudadano por México.
El problema es que aunque los líderes olvidan fácilmente, en la memoria ciudadana la estirpe Figueroa no se olvida. Es verdad que no se pueden atribuir al hijo o al nieto, los pecados del padre o el abuelo, sin embargo, si se hace una mínima revisión biográfica de Figueroa Smutny se verá que, milite o no en el PRI, forma parte de la misma historia de su padre y abuelo.
De acuerdo con la página del Congreso local, aparte de la política, las únicas actividades que ha desarrollado en su vida han sido en los negocios familiares: director operativo del Grupo Figuermex, director operativo de Auto Express del Sur; gerente general de Renovadora Integral, vocal de la Cámara Nacional de Transporte de Carga.
Y en lo político, lo relacionado a los negocios paternos, como ser secretario de Transportes de la Cámara de Diputados.
Es cierto: él no debe responder por sus ancestros. Pero si participar ahora por la izquierda no es sólo una forma de comprarse un espacio, tendría que implicar un deslinde del pasado autoritario de sus ancestros, y no sólo del PRI. Eso implica no sólo la buena voluntad, ni cambiar de partido, sino separarse de esa fortuna que su padre y abuelo crearon al amparo de un poder omnímodo, opresivo, de una política que significó tanto dolor para el pueblo de Guerrero, y que él disfruta como heredero de la estirpe.
Sólo así, la de Figueroa Smutny podría ser otra historia.