Los sabrosos refrescos

 

Por Chanssonier

 

Fue en la última década del siglo XIX cuando la empresa estadounidense, lanzó al mercado el refresco embotellado que denominó Coca-Kola, el que gasificó ofreciéndole un exquisito sabor, que pronto acaparó el mercado respectivo. De manera paulatina sus empresarios la fueron introduciendo al mercado mexicano hasta lograrlo, porque no hay población por pequeña que sea en donde no se expenda, sobre todo fría que es una delicia beberla.

La elaboración de este producto, originó que por doquier se abrieran pequeñas fábricas refresqueras, como fue el caso de esta ciudad en donde dos personas se dedicaron a su elaboración, siendo éstas los señores José Bello y Cirilo Villegas Garzón. El segundo de origen oaxaqueño fabricó por varios años la limonada “La Sorpresa”, que en su tiempo allá por 1930 obtuvo un bien ganado prestigio por su preparación. Este producto que tuvo la preferencia de muchos, vendiéndose por las calles de la población, se miró obligada al cierre de la negociación, al no poder competir con la transnacional Coca-Kola, la cual se apoderó del mercado, como lo harían más adelante otros refrescos de firmas extranjeras.

La limonada que elaboraba don Aurelio Alcocer, en el pueblo de El Ocotito de allí su nombre, era de una calidad excepcional; sin embargo tuvo que cerrar al no poder competir con el producto extranjero. En la actualidad los refrescos que se consumen en el país, pertenecen a empresas transnacionales. El Sidral Mundet que por muchos años se elaboró en México, en la actualidad forma parte de la empresa que fabrica la Coca-Kola, la que prácticamente tiene en sus manos la industria refresquera.

 

Ellos hicieron la ciudad

 

Hasta antes de la llegada del siglo XX, las casas de la ciudad estuvieron construidas con paredes de adobe y techos de teja, si se trataba de levantadas en el centro de la población, porque si eran de la periferia estaban construidas con paredes de chinantle y techos de palma, fabricándose así por los constantes temblores, como fue el caso de los registrados en los años de 1902 y 1907 que prácticamente acabaron con ella, resurgiendo de sus escombros porque nadie quiso abandonarla.

La modernidad citadina empezó en la cuarta década del pasado siglo, cuando numerosas familias demolieron sus hogares, para dar paso a edificaciones modernas, en donde la varilla de acero, el ladrillo y el vidrio, empezaron a ser utilizadas para levantar construcciones, que aparte de la seguridad que ofrecían a sus ocupantes, se hicieron con discreta elegancia.

Como por aquéllos años aún no entraban en operación, los camiones de volteo para el traslado del material a utilizar, fueron los señores Metodio Reynoso Peralta y Mario García Millán, quienes en mulas arrimaban el material para las nuevas construcciones; estos dos infatigables trabajadores extraían la arena del río Huacapa y la barranca de Apancingo, al igual que la grava y la piedra para las cimentaciones.

Cuando se mecanizó la recolección de materiales para la construcción, aquéllos dos hombres pioneros su actividad cesaron en sus tareas, pasando los últimos años de sus vidas en la tranquilidad de sus hogares, hasta que Dios los llamó a una rendición de cuentas. Aun cuando el trabajo que desempeñaron fue modesto, los recordamos aquí de manera respetuosa, por ayudar hacer de la ciudad un lugar de grata convivencia.