* A 100 días de Astudillo: antes y después

* Insalvable, la mención a “Royer” Ortega

* Hace 10 años del “Perdónanos, Astudillo”

 

POR JORGE VALDEZ REYCEN

 

El diagnóstico era adverso, a todas luces, por donde se viera.

Guerrero ya transitaba por la ruta de la ingobernabilidad, con ese quebranto financiero de 14 mil 400 millones de pesos, cifra que ancla, inmoviliza. Hace 100 días, Héctor Astudillo Flores sufría los efectos de lo que había recibido: arcas vacías, “sin un peso”, literalmente hablando. El (des)gobierno de Rogelio Ortega Martínez dejaba a su sucesor una tormenta perfecta.

Con oficio político, sin caer en la ingenuidad, Astudillo habló ayer con absoluta franqueza de lo que recibió y con toda la fuerza de las palabras acusó: “la situación superó cualquier pronóstico pesimista. Encontramos una administración completamente paralizada, con insuficiente capacidad para ejecutar programas o ejercer el gasto público”.

Y más, aún: “encontramos las arcas del estado vacías, sin recursos para pagar sueldos, aguinaldos… un gobierno endeudado, con oficinas en condiciones indignas, personal desmoralizado y desmotivado. Y una sociedad, tristemente, sin esperanza, lastimada por la violencia, viviendo con profundo miedo y que, con justa razón, miraba con desconfianza y recelo a cualquier autoridad”.

Era el inicio del mensaje de Astudillo. Y definió cómo empezó a desenredar el nudo gordiano heredado, en 5 rubros: gobernabilidad, seguridad, buen gobierno, desarrollo económico y social. Guerrero, al inicio del 27 de octubre del 2015, “no tenía ni paz, ni orden”, así de directo fue.

“Se vivía un manejo inadecuado de los conflictos y del reclamo social, que puso a la entidad en serio riesgo de ingobernabilidad. Esto –añadió— propició el constante bloqueo de carreteras y vialidades en ciudades como Chilpancingo y Acapulco; se vandalizaron oficinas de gobierno, hubo daños a los edificios de los partidos políticos, del Congreso del Estado y tomas de Ayuntamientos”.

Mencionó la actitud de los medios de comunicación “que criticaban la pasividad y la inacción de las autoridades”.

Ese fue el antes. El después: “Al día de hoy, podemos decir categóricamente… Hay gobierno. La normalidad ha vuelto al funcionamiento del aparato gubernamental”.

La alusión directa, insalvable, para Rogelio Ortega Martínez, fue el dato ilustrativo de la pasmosa y criminal ausencia: “la mitad de los recursos del Fondo de Aportaciones para la Seguridad Pública y del Subsidio para la Policía Acreditable para el año 2015 no se habían ejercido al finalizar su gobierno”. Es decir, que “no existía la capacidad o voluntad para ejercer recursos que estaban destinados a cuidar la seguridad de los guerrerenses”.

Demoledor era el panorama, como inusual e inédito, que el gobernador Astudillo diera santo y seña de los despropósitos de quien se ufanaba y mentía, en su laberinto.

Hace 10 años, hubo una manta colocada en el atrio de la parroquia de La Asunción. “Perdónanos Astudillo”, eran las dos letras.

Hoy se anuncia la reingeniería institucional a fondo. Recuperar los 10 años perdidos, extraviados, con profundas heridas a la credibilidad y confianza, es la tarea. Castigar a quienes nadaron en la corrupción y chapalotearon en el lodazal como cuinos.

La frase que advierte lo que puede venir: “habrá futuro en la medida que logremos reconstruir el tejido social y alcancemos la paz y la tranquilidad”. Es el balance de 100 días de gobierno, a grandes pasos.

Falta ver acciones contra quienes sumieron en esta crisis a Guerrero. No hacerlo, será grave… Nos leemos mañana, SIN MEDIAS TINTAS.